Capítulo 3 - El Demonio regresa y para siempre.

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No.

No, me dije.

Las pastillas estaban ahí, en frente de mis ojos, pero no hice ningún intento de cogerlas. En cambio, me puse en pie y agarrando mi abrigo con las llaves de mi automóvil salgo del apartamento. Sin mirar atrás, subí al automóvil. Cuando salí del aparcamiento, me di cuenta lo que estaba apunto de hacer. Conduje kilómetros de regreso al único lugar donde podría asegurarme que él estaba más que muerto. Mi antigua ciudad. No había modo de echarme para atrás. Imágenes ya vividas comenzaban a formularse en mi mente y sólo se enfocaba en una persona en particular. Era una paranoia.

El sonido del timbre del teléfono me sobresaltó. Sin detenerme cogí el móvil de mi abrigo y vi el nombre de Andrew en letras grande. Seguramente Andrew quería respuestas y yo no estaba en condiciones de responder, así que cuando colgó Andrew inmediatamente lo puse en silencio y lo tiré a los asientos de atrás. 

Conociéndolo iba a llamar de nuevo y por esta vez necesitaba estar en silencio.

El viaje fue extenuante y el atardecer me encontró justo cuando adentré a la ciudad. Llegué y paré en frente de mi casa. Seguía estando igual. Me había negado a venderla tras su muerte y fue una sabia decisión, mi padre amaba esta casa tanto como yo.

Tomé unas cuantas respiraciones profundas para calmarme antes de salir del vehículo. Subí los escalones de la entrada y sacando la llave de mi abrigo abrí la puerta para luego entrar. El olor a polvo me noqueó instantáneamente y tuve que taparme la nariz para no tener un ataque de estornudos. Dejé la puerta abierta y fui rápidamente abrir a todas las ventanas para ventilar la casa y volví a cerrarlas una vez el polvo se fue.

Comencé a subir la escalera y entré al cuarto de mi padre. Sus cosas continuaban estando en el mismo lugar en donde lo dejé por última vez. Me acerqué a su ropero y saqué una camisa de él, me sorprendió que aun después de mucho tiempo siguiera impregnado el perfume de mi padre en ella.

Apreté la camisa contra mi pecho y cerré los ojos.

Suspiré: —Te extraño.

Me quedé por un rato en la habitación antes de irme a la mía y ordenarla para poder dormir en la cama hasta mañana. Me dolía la espalda por el viaje así que no me queda otra más que descansar. Fui al baño a quitarme la ropa y ponerme algo para domir. Fue una suerte que hubiera dejado algunas ropas mías  en la casa. El estómago rugió de hambre, pero lo ignoré, había aguantado cosas peores y además no pensaba salir de nuevo a comprar. Lo haría mañana.

Era medianoche y aun seguía de espalda y con los ojos abiertos fijos en el techo cuando de improviso algo vino a mi mente y no se desvaneció de la cabeza hasta no quedarme otra que levantarme de la cama. Abrí el armario y rebusqué entre las cosas y las cajas que olvidé después de salir de la facultad. Entonces fue ahí, debajo de todo lo encontré. Con lentitud limpié el polvo que cubría la caja blanca, la abrí y lo saqué por completo.

El desvanecido carrusel.

El regalo de Jace White.

Giré la manilla cuatro veces y toqué las pequeñas figuras que suben y bajan al compás de sonido armonioso. Me sentí envuelta de nuevo a un mundo feliz como el típico cuento de hada, todo perfecto. Del querer volver a encandilarme de la emoción que alguna vez sentí con Jace.

Pero la música se detuvo y con ella la realidad de este regalo destruido.

Y la emoción se desvaneció.

Fue un golpe duro.

A la mañana siguiente, después de levantarme y vestirme, guardé el carrusel en mi bolso y salí de la casa tan pronto como pude. Me subo al vehículo y manejo rumbo al cementerio de Redditch, debía terminar con esto de una buena vez. No quería creer en Joseph y Evans, el saber que es posible que Jace estuviera vivo y cometiendo crímenes me volvía loca. Y para asegurarme de que todo esto era simplemente una absurda suposición había decidió ir a ver la tumba de Jace. Algo estúpido, pero en el fondo solo necesitaba verificar que él estaba a metros bajo tierra.

Te Encontré [ 2°T de TLA]Where stories live. Discover now