Capítulo 49 - Somos Monstruos.

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LAILA





No digo una palabra. Escucho impasible el sonido de la lluvia golpeando el techo del vehículo. Aparté los ojos del sólido techo para mirar por la ventanilla. El cielo se tornó oscuro y las primeras grandes gotas de lluvia caen frente a mí. Extendí la mano hacia esta, mi dedo índice sigue el recorrido de la gota por el vidrio hasta que desaparece al mezclarse con las demás. Todo esto pasa mientras miro la lluvia por la ventana, permitiendo que las hermosas emociones de esta mañana se tomaron vacaciones dejando mi cuerpo igual a un cascarón vacío. Ahora estoy vacía. La sensación debería ser preocupante, pero...pero....

Mi vista se arrastró más allá de la lluvia, al hombre de ojos verdes y labios arrebatadores: Jace White. Él se encontraba fumando a unos metros en compañía de Rech. Me lo quedé contemplando. Sus rasgos tan estoicos y crueles, tan diferentes a los míos...tan antes, antes de que mi mente pensara que los papeles se intercambiaron entre nosotros.

Jace le dio una última calada a su cigarro y lo tiró al suelo para apagarlo con la punta de la bota. Al levantar la cabeza sus ojos dieron en dirección al vehículo donde me encuentro.

Lo miré fijamente.

Él me devolvió la mirada desde la distancia.

Y su mirar es cálido.

Mis uñas se enterraron en mis piernas, amenazando con hacer agujeros en las medias. Años atrás Jace me consideraba suya, de su posesión, dos palabras mencionadas siempre con un énfasis que proyectaba una terrorífica y placentera sensación en el cuerpo. Pero ahora que estoy viéndole, la cruda posesión ha sido reemplazado por dulce ternura, su proyección se igualan a los movimientos que sus grandes manos hacen en mi cuerpo; caricias lentísimas, susurros llenos de adoración, tomando su tiempo para explorar cada rincón y descubrir cada secreto que ocultase mi piel.

Quiero seguir manteniendo la atención en él, pero tengo que alejar la cabeza cuando la puerta junto a mí se abrió y Hamilton se sentó a mi lado izquierdo.

—Ten. Querrás tenerlo contigo. —dice, coloca en mis piernas una caja color negro.

—¿Qué es? —consulto mientras desato el lazo que envuelve la caja.

Una vez abierta, sacó de ahí un hermoso sombrero con un velo oscuro adherido a sus bordes anchos. Acarició la suavidad de la tela. Hamilton lo quitó de mis manos y con amabilidad lo pone en mi cabeza, sus dedos dejan caer el velo oscuro por sobre mi cara. 

—No debemos permitir que te vean. —murmura él.

Su presencia es difícil de observar a través de esto.

—Una mujer que se oculta tras esto llamará más la atención. —dije. La sensación parecida a la amargura viene, o tal vez es enojo, no lo sé—. No quiero usarlo.

—Llamará la atención, puede ser, pero el sombrero no permitirá que vengan hacia ti con un arsenal de armas, sus mentes creerán  en una pequeña ciudadana que ha venido a mostrar respeto a lo lejos o también pueden pensar que eres alguna amante del detective.

Miré hacia otro lado, curvando los dedos sobre mi regazo. Amante. Joseph nunca comentó si tenía amantes o alguien de interés permanente guardado en su mente. El hombre se limitaba a permanecer dentro de la estación de detectives durante el día y por la noche cuidaba de mí ante cualquier problema que causara. Quiero reírme de mi misma y golpear mi cabeza contra un muro. Todo porque debí al menos dejar mi malditos problemas a un lado e incentivarle a Joseph a que buscara el amor, hacer planes de tener familia en algún futuro, pero ahora...¡MIERDA!

Te Encontré [ 2°T de TLA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora