Capítulo 2

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La mañana lastimosamente había llegado. Los rayos del sol se colaban por la ventana de una habitación chocando con el rostro de una mujer que no aparentaba tener más de 20 años; tenía la cabeza ovalada, nariz respingona y unos ojos estándar del mismo color de la noche, que aún permanecía cerrados. Su cabello azabache ondulado estaba esparcido por toda la almohada. Levemente comenzaba a hacer muecas de desagrado por los rayos de sol que perturbaban sus sueños. Esbozo una sonrisa pícara y se cubrió el rostro con las finas sabanas.

¡Que cómoda era la cama!

— ¡Dios mío! —gritó desesperada.

Intentó zafarse con brutalidad de las sabanas donde se había atascado.

— ¡Es tarde! —volvió a gritar.

¿Cómo sabía que era tarde? Siempre se despertaba cuando el sol aún no estaba tan alto y los rayos de luz no alcanzaban a ser tan fuertes; a esta hora ya debería estar lista y esperando el ómnibus. Había dado algunas vueltas sobre la cama, intentando zafarse de esas malditas sabanas y sin querer había llegado al borde de la cama, chocando su cuerpo contra el piso. Rápidamente se puso de pie quitándose el camisón que llevaba y quedando en ropa interior. Corrió hasta su armario extrayendo el uniforme de su trabajo que se encontraba bien planchado.

— ¡Maldita sea! —gruñó —es la quinta vez que me pasa esto...—se quejaba mientras se colocaba el uniforme. Se cepilló los dientes y salió corriendo de su departamento con un peine en la mano.


— ¡Santa madre! —exclamó una joven de aproximadamente 24 años — ¡Jenna! Parece que te has peleado con un león —habló sorprendida, mientras observaba a su amiga con el cabello revuelto y su uniforme desordenado.

—Zoey, ¡es la quinta vez que me pasa! —exclamó con disgusto mientras se acercaba a la recepción, en donde se encontraba Zoey, al otro lado, ordenando algunos papeles.

— ¡Deberías dejar de hacer esas llamadas! —dijo un poco sorprendida.

Zoey, aparte de ser su única mejor amiga, es recepcionista de la empresa. Se encarga de atender a los clientes y proporcionar todo tipo de información y asistencia.

—Pero no puedo vivir sin las llamadas—hizo una mueca de tristeza, muy infantil —. Es tan excitante hacer el amor por llamada — Jenna habló con deseo mientras se mordía el labio inferior suavemente. Le encantaba hacer esas llamadas con personas desconocidas.

— ¡Ay! Por favor —exclamó Zoey, rodando los ojos —. No quiero saber nada de eso. ¡Me da asco!

— ¿Ya llegó el jefe?

LA ASISTENTE ©Where stories live. Discover now