Capítulo 48

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Eran las seis de la mañana y Angelina estaba en la cocina tirando por segunda vez los intentos de panqueques; se pegaban a la paila y salían totalmente carbonizados, ni si quiera entendía cómo podía pasar eso ya que no se separaba ni un segundo de ellos.

Idiotas, asquerosos —los maldijo con verdadero odio cuando se le volvieron a quemar.

Hoy había amanecido con ganas de preparar el desayuno para ella y para Nicolás, que aún seguía en la cama, jamás había cocinado en su vida y tampoco pensaba que era tan difícil de hacerlo. Apagó resignada la hornalla.

Pegó un salto del susto y se giró de inmediato cuando algo chocó contra el mueble que estaba pegado al marco de la cocina, a sus espaldas. Era Nicolás, todo despeinado, sin remera y asustado.

—Dios mío, algo se está quemando... —miró sobre los hombros de Angelina, algo humeaba con fuerza —, oh, tú... —la señaló con el dedo índice y luego a la cocina, con verdadera sorpresa — ¿Estas cocinando...algo?

Él tragó duro cuando ella no contestó y solo se limitaba a fulminarlo con la mirada. Mierda, solo había preguntado si estaba cocinando. Estaba enfadada, muy enfadada, podía notarlo a kilómetros.

—Pensé que se quemaba algo porque el humo llegó hasta allá —mintió, realmente el desagradable olor infestaba todas las habitaciones, bastante raro que la alarma de incendios no se activó.

Nicolás se acercó a la cocina y observó la paila humeando con unos desastrositos intentos de panqueques, el 95% de ellos estaban quemados y el 5% se notaba un ligero dorado.

—¿Me los sirves? —le sonrió con confianza.

—¿Qué?

—Que, si me los sirves, por fa, mientras me doy una ducha rápida —dijo saliendo de allí.

—Oye, no los he hecho para ti —gritó enfadada consigo misma pero cuando desapareció sonrió, eso había sido dulce de su parte.

Nicolás volvió a entrar unos quince minutos más tarde vistiendo una camisa blanca y unos pantalones negros con el pelo perfectamente peinado hacia atrás. Angelina estaba sentada en la mesa con dos tazas de café y dos platos de huevos revueltos con panes tostados.

Él sonrió de oreja a oreja, estaba encantado con la vista, Angelina le había preparada el desayuno, ella se había esforzado por hacer algo para él... era la primera vez que tenía un detalle con él. No importaba si eran los panqueques quemados o los huevos, lo que le hacía feliz era la intención.

—Guao...—dijo sentándose —. Es la primera vez que alguien me prepara el desayuno.

Angelina lo volvió a fulminar con la mirada.

—Vivías con esa mojigata.

—¿Jenna? Preparaba el desayuno cuando me quedaba porque recuerda que casi siempre estaba contigo en mi otro departamento.

—Ya ¿ves?

—Para mí solo era un simple desayuno, pero que lo haga la persona que te gusta o amas es algo maravilloso —dijo acariciándole la mejilla.

—Ya, no seas cursi —trató de ocultar su sonrisa y sonar ruda, pero falló en el intento.

—No lo soy. ¿Iras con tu hijo hoy?

Angelina lo miró. Nicolás realmente era un gran hombre y por más que lo intentase negar sentía algo fuerte por él. No estaba acostumbrada a demostrar sus sentimientos con nadie, le había querido en su momento a Alex, todavía lo extrañaba en cierta forma, pero lo que sentía por Nicolás era algo más intenso; él era tan diferente a Alex, tenía un carácter bastante sumiso y trataba de evitar cualquier conflicto, hasta podría decir que el único pecado que había cometido como persona fue traicionar a su amigo... ¿pero ¿quién no caería ante las insinuaciones de una chica tan bella como ella? Y ¿Quién no terminaría atraída hacia alguien que le daba más atención que su propio marido? Claro que entendía que Alex tenía que dirigir una empresa completa y que vive bajo mucha presión... pero le gustó la forma de ser de su amigo cuanto más lo iba conociendo, cuanto más salían juntos los tres.

LA ASISTENTE ©Where stories live. Discover now