Capítulo 27

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Jenna caminaba inquieta, abrazándose a si misma, mientrasAlex hacia una llamada a su hermano, pidiéndole que viniera a ver a Frederick,su hijo. Alex le había contado a ella, que su hijo tenía cuatro años y sufríade leucemia linfocítica aguda; Es un cáncer de crecimiento rápido de un tipo deglóbulo blanco llamado linfoblasto. Las células leucémicas usualmente invadenla sangre con bastante rapidez. Estas células se pueden propagar a otras partesdel cuerpo, como a los ganglios linfáticos, el hígado, el bazo, el sistemanervioso central.


Le habían diagnosticado la enfermedad a los dos años de edad, era una lucha continua, no había descanso y el chico se estaba quedando sin fuerzas. Frederick había vivido con su madre hasta los dos años, el cual era Angelina, ella no lo quería, nunca lo quiso, ni cuando estaba en su útero. El pequeño vivía prácticamente aislado del mundo exterior a causa de las continuas infecciones y fiebres.

-¿Señor Forbes? -La Doctora que atendía al pequeño, apareció.

Alex cortó la llamada y se giró, guardando su celular en el bolsillo. Jenna se acercó, impaciente y nerviosa.

-¿Cómo está mi hijo?

-La fiebre está controlada -Anunció y Alex dejó escapar un suspiro aliviado, cerrando suavemente los ojos -. El niño ahora se encuentra durmiendo, pueden pasar a verlo, si gustan -Sonrió.

Alex miró a Jenna y la sujetó de la mano. Le sonrió y le aprobó con la cabeza, quería que ella entrara con él.

-¿Seguro? -Susurró, ella, conmovida.

-Eres la primera mujer, aparte de mi cuñada, que estás aquí conmigo, en el hospital -Le regaló una sonrisa torcida -. Eres un apoyo muy valioso para mí.

Jenna sonrió comprensiva, lo entendía perfectamente ¿Dónde estaba la madre del niño? Angelina era la madre, era quien debía darles apoyo a Alex y a Frederick, pero no, estaba más concentrada en romper corazones y vivir del dinero de otros.

-Claro -Fue lo único que logró decir antes de que él la jalara suavemente para atravesar juntos aquella puerta, que los dirigía a la sala de los niños enfermos.

Jenna sintió su corazón oprimirse cuando oyó llantos de niños... llantos de dolor, estaban enfermos y agonizando. Tan pequeños y ya tenían que pasar por situaciones como esas. Sintió el ambiente lleno de melancolía y tristeza. Esperanzas y sueños de seguir viviendo. Caminaban por el pasillo, encontrándose con diferentes rostros de enfermeros/as que iban y venían. Niños correteando, vestidos con pijamas.

-¡Hola!

Ambos se giraron al escuchar una vocecita que provenía a sus espaldas. A Jenna se le aguaron los ojos; era una pequeña de aproximadamente siete años, la mitad de la cara angelical, la tenía quemada y había perdido la mitad de su pelo. Ella sonreía feliz, vestía un hermoso vestido pijama con ositos dibujados en él, igual al que llevaba en sus brazos.

-Hey, Carrie... -Alex la saludó con dulzura y se agachó para estar a su medida -¿Cómo estás? Pequeña -Preguntó, acariciándole la mejillita sana.

-Bien -Contestó y apuntó con su dedito a Jenna - ¿es tu novia? -Preguntó con inocencia.

Jenna se mordió el labio inferior, estaba encantada con aquella pequeña niña. Era tan inocente y dulce. También se agachó y tomó suavemente de su dedito que la apuntaba y lo movió en un gesto de apretón de manos.

-Soy Jenna, encantada de conocerte, Carrie -Le sonrió -. Eres una niña muy hermosa ¿sabías eso?

Carrie simplemente sonrió de forma tímida y miró al suelo.

-Jenna, Carrie es la mejor amiga de Frederick, casi siempre están juntos -Dijo Alex.

-Me alegra mucho que Frederick tenga una amiga tan bonita y tan dulce como tú.

-Gracias -Susurró, tímida.

-Bueno, te veo luego, princesita -Dijo Alex, poniéndose de pie y Jenna lo imitó.

-Un gusto haberte conocido, Carrie.

-Adiós, Jenna -Sonrió.

Siguieron caminando por el pasillo, dejando a la niña atrás.

-¿Por qué está aquí?

-Hubo un cortocircuito en la casa y su madre estaba de compras, había dejado sola a la niña -Le contestó, Alex -. Aquí es.

Ambos se detuvieron frente a dos puertas iguales que la anterior pero con un cartel encima que decía "Niños con cáncer" Jenna no pudo evitar sentirse triste, nuevamente. Estaba por entrar en un mundo totalmente opuesto al de ella. Al atravesar las puertas se encontró con una enorme habitación y camillas vacías y otras con niños encima, despiertos, mirando la tele, mientras que otros estaban recibiendo sus tratamientos correspondientes. Estaban tan pálidos, sin un pelo en la cabeza.

-Papi...

Sin haberse dado cuenta, Alex la había arrastrado consigo hasta una de las camillas, en donde se encontraba Frederick, acostado; estaba con la carita agotada, se le veía cansado y sin fuerzas. Estaba tan blanco como los demás niños y con la cabeza rapada, sus ojos no transmitían aquel brillo que cualquier otro transmitiría, sus bellos ojitos azules estaban apagados, no tenía cejas ni pestañas tampoco color en los labios. Tenía las facciones de su madre y los ojos de su padre.

-Mi tesoro -Alex sonrió y se inclinó para besar su frente.

Jenna se llevó la mano al corazón y se mordió el labio inferior encantada con lo que estaba viendo, Alex era un padre afectuoso, jamás se le hubiera pasado por la cabeza verlo de esa forma, como un papá.

-Mira, ella es una amiga -Alex señaló en dirección a Jenna y ella se dio dos pasos al frente y besó también la frente del pequeño.

-Soy Jenna, Frederick -Sonrió, con ternura -Encantadísima de conocerte, mi amor.

-Eres muy bonita, Jenna -Le sonrió, tímido.

Jenna acarició suavemente la cabeza del niño. Él no se veía nada bien.

-Tú también eres muy guapo -Ella le devolvió el cumplido.

-Papi, quiero ir a casa, contigo.

Alex cerró suavemente los ojos y respiró profundamente. Eran las mismas palabras que le oía decir desde que le internó en ese hospital, hace dos años atrás. Él ni recordaba a su madre cuando los tres vivían juntos. Ella jamás le cargó, jamás le dio un beso o un abrazo. Ella nunca quiso ser madre.

-Sabes que no estoy en casa, Frederick, estoy todo el día trabajando. Me encantaría pasar todos los días contigo, pero no puedo.

-Por favor, papi -Pidió con la voz entrecortada y las lágrimas amenazando con caer de sus bellos ojitos.

Jenna sujetó del brazo a Alex, no podía dejar más tiempo ahí a su hijo, el niño necesitaba ir a casa.

-Alex, eso le hará bien...-Dijo ella.

-Él necesita constante atención, no puedo arriesgarme a llevarlo en casa. Si lo hago, solo una enfermera estaría ahí con él siendo que acá están los médicos.

-Él necesita a su padre, ahora.


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LA ASISTENTE ©Where stories live. Discover now