Capítulo 12

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Alex estaba sentado en su oficina, observando los informes de la empresa. Estaba tan absorto de la realidad que casi no escuchó cuando tocaron la puerta suavemente.

—Adelante.

La puerta se abrió y Jenna entró con una taza de café humeando y una enorme sonrisa en sus labios. Tragó duro cuando ella se acercó lentamente, había tenido una muy mala experiencia cuando lo dejó caer sobre su pantalón. Hasta tuvo pesadillas esa noche con el bendito café.

—Buenos días, señor —Saludó, suavemente.

—Buenos días, Jenna —Saludó removiéndose incomodo en su silla — ¡Por favor! Deja el café lo más lejos posible —Ordenó sin poder ocultar por más tiempo su terror y forzó una sonrisa.

Jenna hizo lo que le había ordenado Alex, dejó el café sobre el escritorio, no tan cerca de él, entendiendo su miedo. Se quedó de pie, mirándolo sin borrar su sonrisa. Tenía tantas ganas de halagar su pelo bien peinado hacia atrás, su traje bien planchado, el perfume embriagante que desprendía.

Alex la miró confuso, ella estaba actuando de manera extraña hoy, estaba de pie mirándolo con esa sonrisa estúpida pero encantadora la cual tenía tantos deseos de devolvérsela.

—Emm... —Alex se aclaró la garganta, sin saber muy bien que decirle —. Gracias, Jenna.

—Déjeme decirle señor que usted es... —Ella se mordió el labio inferior y llevó su mano al corazón —tan dulce. ¡Gracias por el obsequio! Me encantó realmente.

Alex sonrió nervioso, no esperaba que ella quitara el tema del obsequio, bueno, realmente sí, pero había estado deseando que no. Se movió incomodo en su silla. Nunca nadie le había hablado con tal atrevimiento, ¿dulce? realmente era una gatita mala. Y ella tan tranquila, pensando que él no se habia dado cuenta de que ella era la de la llamada.

—De nada. Espero que puedas aceptar mis disculpas —Se aclaró la garganta, sonando más serio de costumbre.

—Claro que sí, señor —No dejó de sonreír —. Con su permiso, ahora me retiro.

Él la observó girarse y caminar a la puerta. Apretó los puños hasta dejar sus nudillos de un color banco por la presión que estaba emergiendo. Realmente ese vestido lo había comprado para algo específico y era invitarla a salir. Estuvo pensando en toda la noche como hacerlo pero lo único que se le ocurrió fue escribir una estúpida nota de disculpas.

—¡Jenna! —La llamó, suavemente, cuando ella colocó la mano sobre el pomo de la puerta, dispuesta a abrirla.

—¿Si? —Preguntó de forma educada, girándose a mirarlo.

Jenna frunció el ceño levemente cuando lo notó nervioso e incómodo.

— ¿Señor? —Preguntó, después de unos segundos de completo silencio.

LA ASISTENTE ©Where stories live. Discover now