Capítulo 37

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Alex tocó por tercera vez, en cuarenta y cinco minutos, la puerta del baño privado de su habitación. Tenía la cabeza pegada a la madera blanca, fastidiado por la tardanza de ella.

—Jenna, ¿se puede saber qué demonios haces tanto ahí adentro? —preguntó por tercera vez con el ceño fruncido y levemente enfadado.

—Nada —refunfuñó con fastidio, y eso molestó aún más a Alex, ¡era él quien debería estar así y no ella! —. Si necesitas entrar al baño puedes usar el otro —refiriéndose al que se encontraba frente a la habitación de Frederick, pegado a la pared del pasillo.

—Ya deja de decir nada, escucho ruidos de algo ahí adentro... y no son gases ni nada —dijo lo más bajo posible lo último.

Hubo silencio, Jenna ya no contestó. Pasaron aproximadamente treinta segundos cuando Alex volvió a insistir con la puerta.

—¡Dios! —exclamó Jenna, abriendo la puerta y encarando a Alex — ¿Qué no se puede tener privacidad en este departamento? —dijo muy molesta con la mano aún sobre el pomo y mirando a Alex con los ojos bien abiertos, le había colmado la paciencia, ... no era una chica muy paciente que se diga.

En cambio Alex no podía salir de su asombro. Sus ojos se habían detenido en aquel mini vestido Sexy de Lentejuelas con pico escote y finos tirantes anunado al cuello, con la espalda descubierta. Definitivamente el negro era su color. Sus pechos apretados se veían apetecibles y esas piernas... ¡benditas piernas! No pudo controlar al salvaje de su amigo que ya se encontraba listo para cabalgar

—¿D-d-donde? —quiso formular una pregunta Alex, mirándola por fin a la cara, pero cualquier pensamiento coherente desapareció al ver esos ojos oscuros pintados con un delineado perfecto y unas sombras ahumadas cubriendo sus parpados —¿Jenna? —murmuró, apenas. Estaba extasiado con la vista.

Jenna apenas sonrió, no quería mostrarse cautivada por la reacción de él, y cuando lo hizo él fijó su mirada en sus labios. Alex tenía ahora mismo la cara de un completo sexópata, pero que fácil era leer lo que pasaba por su mente.

—Es sábado, voy a salir con Zoey —dijo, cruzándose de brazos —iremos a la discoteca del centro —él frunció el ceño y la miró, dispuesto a protestar pero ella no lo dejó —. No habrá hombres. Puedo defenderme sola. Hay guardias. No te preocupes. Me quedaré a dormir en casa de Zoey, así no molesto a Fede en la madrugada —no tenía ganas de discutir con él.

—¿Qué me asegura que no te liarás con cualquiera? —apretó la mandíbula. No le estaba gustando nada ese jueguito.

Jenna levantó las cejas y lo miró de manera irónica.

—¿Qué me asegura a mí que no volverás con la mujer que se lió con tu mejor amigo? —Alex simplemente se chupó y mordió el labio inferior con rabia y Jenna pasó a un lado de él, pero la sujetó del antebrazo antes de que diera otro paso.

—No volveré con ella.

—No me liaré con nadie —le respondió.

—Jenna... —gruñó.

—Suéltame —gruñó también, soltándose —. Deberás aprender a confiar en mí como yo trato de confiar en ti. Una relación no se trata solo de sexo o de estar al lado de alguien que nos haga compañía.

—¿Esto se trata por Angelina? —preguntó Alex, agarrándose la cuenca de la nariz — ¿es un capricho tuyo? Por lo de la última vez que estuvo aquí.

—No Alex. Se trata de que, yo tengo mi libertad. Soy una persona libre, puedo salir a donde yo quiera.

—¿A una discoteca? ¿con lleno de tipos? —sonrió comprensivo, de forma irónica —. Vaya libertad quieres.

—Una cosa es que esté repleta de hombres y otra muy distinta es que yo me lance a alguno —dijo Jenna, achicando los ojos.

—Ellos se van a lanzar por ti.

—¿Crees que seré capaz de seguirle la corriente a alguno? —le retó con aquella pregunta ¿pensaba que ella era una cualquiera? —, si quisiera estar con otro no estaría contigo, piénsalo ¿sí? Te dejo como tarea.

—¡Al menos deja que te acompañe!

—Y ¿Fede? —dijo remarcando lo obvio.

—Rayos...—refunfuñó, se había olvidado de todo por esa estúpida discusión —. Está bien, confiaré en ti. Avísame cuando llegues ahí, si alguien te molesta...

—Estaré bien —sonrió, se acercó y lo besó a los labios.

Alex la sujeto del rostro y se pegó a su cuerpo, profundizando el beso. La quería, no podía negarlo.

—Te quiero —le susurró sobre sus labios pintados de cereza —. Te quiero, Jenna.

—También te quiero. El taxi ya está abajo. Debo irme.

—Cuídate —cerró los ojos suavemente y la dejó marchar.

***

Jenna abrió la puerta trasera del taxi y entró. Acomodándose en el asiento con su mini bolso donde solo cabía su celular, su espejo y su colorete.

—Casi me quedo dormida aquí —bromeó Zoey, a su lado.

—Es que Alex no me dejaba ir —dijo rodando los ojos. Y el taxi comenzó a moverse.

Zoey estaba bastante guapa. Llevaba el pelo lizo suelto—a diferencia de ella que decidió hacerse rulos—una falda corta de lentejuelas y cintura alta de color negro y una blusa de lentejuelas y escote, del mismo color. Sus labios rojos sangre combinaban a la perfección con su pálida piel.

—¿Celoso? —alzó la ceja derecha.

Jenna bufó al recordar la discusión.

—Está bien que sea celoso pero hasta cierto punto.


—Que esta noche no nos arruine nadie —dijo Zoey, colocando su mano sobre la de Jenna, la cual se encontraba descansando sobre el lugar libre del medio.

Jenna la miró y sonrió. Tenía razón. Esa noche era de las dos. Era una noche para olvidarse de los problemas. Debían de disfrutarla.

***

Al llegar a la discoteca, lo primero que hicieron fue sentarse en la barra y pedir dos latas de cerveza para tomar. Estaban muy sedientas. Como bien habían imaginado, no bastaban los hombres que se acercaban para invitarlas a bailar, Jenna no quería negarse pero como Zoey rechazaba a todos tampoco la iba a dejar sola en la barra. Sí que era extraña esa mujer.

—Yo no sé beber, Jenna —dijo tomando el último trago de su lata —¡Me gusta! Pero me mara muy rápido —dijo riendo un poco.

—Tranquila, solo relájate, recuerda, es nuestra noche —dijo golpeando su lata contra la de Zoey en un brindis y bebió —. ¡Anda! Vamos a bailar —dejó su lata vacía y tomó a su amiga de la muñeca y la estiró hasta el medio de las personas que estaban bailando eufórica — ¡Libérate! —gritó emocionada sobre la música mientas comenzaba a saltar y bailar, moviendo su cabello sus brazos, todo su cuerpo.

Zoey observó a Jenna bailar, como si nada más importase. Y ella también se dejó llevar por la música, por el olor a alcohol y tabaco, por las personas, por todo.

Esa noche sería única entre otras tantas.

Esa noche sería única entre otras tantas

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