Capítulo 16

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Capítulo dieciséis
"Me debes un favor"

El reloj marcaba cada segundo con implacable precisión mientras Leah corría por los pasillos de Hogwarts. El ambiente estaba cargado de nerviosismo y ansiedad, ya que faltaba solo un día para que el cáliz anunciara los tres campeones del torneo. Para muchos, la expectativa era abrumadora, pero para Leah, la emoción se mezclaba con la indiferencia.

A pesar de tener más galeones de los que podría contar, Leah se había inscrito en el torneo solo por la experiencia. Sabía que si su padre se enteraba, se preocuparía de inmediato y comenzaría a enviar quejas al director Dippet por cada rasguño que ella sufriera en el torneo. Sin embargo, eso no era lo que la preocupaba en ese momento.

Hoy era miércoles, y Leah estaba retrasada para su clase de Transformaciones. Cada minuto que pasaba la acercaba más al temido castigo de quedar rezagada en Hogwarts otro año más. Con cada zancada, intentaba recuperar el tiempo perdido, pero las clases de Transformaciones se encontraban al otro lado de las mazmorras, y el reloj no dejaba de avanzar implacablemente.

Tom avanzaba con su característica tranquilidad por los pasillos de Hogwarts, pero al divisar a Leah, su expresión cambió. Los labios se apretaron y las cejas se arquearon en una mueca de preocupación. Era evidente que ella llegaba tarde a alguna clase importante.

Sin dudarlo, Tom tomó el brazo de Leah y la arrastró hacia un armario cercano, sumiéndolos en la oscuridad repentinamente.

- ¿Qué estás haciendo? - inquirió Leah, visiblemente inquieta.

- ¿A qué clase llegas tarde? - respondió él, ignorando su pregunta mientras sacaba un collar de su cuello y daba vueltas al dije entre sus dedos.

- Transformaciones - respondió Leah, desconcertada.

- Bien, tóma mi mano - ordenó Tom, extendiendo su mano hacia ella.

Leah frunció el ceño, pero finalmente tomó su mano, sintiendo un cosquilleo eléctrico recorrer su piel.

En un instante, se encontraron en el salón de Transformaciones, sentados en las sillas del fondo.

- Debo irme - murmuró Tom, desapareciendo en el aire ante sus ojos.

Leah levantó la cabeza, sorprendida, y se dio cuenta de que estaba en la clase. La voz del profesor Dumbledore la sacó de su ensimismamiento.

- Señorita Linghood... ¿Por qué está tan atrás? Venga más adelante con los demás - indicó el profesor.

Asintiendo con la cabeza, Leah se puso de pie, sintiéndose un poco tambaleante. Todo había pasado tan rápido que no sabía si era real o seguía atrapada en un sueño, aferrada a su almohada.

(...)

Las clases habían transcurrido con normalidad, pero el bullicio de los alumnos de los colegios invitados llenaba los pasillos y rincones del castillo, impregnando el ambiente con un aire de emoción y expectativa.

Leah se encontraba inmersa en una conversación con Clous, quien no dejaba de hablar sobre Christian Leaionell, un estudiante de Durmstrang que aparentemente había captado su interés. Sin embargo, a medida que Clous continuaba su relato, Leah comenzó a desviar su atención, dejando de prestarle verdadera importancia a las palabras de su amiga.

Decidió mirar hacia otro lado y, al hacerlo, su mirada se encontró con la figura de Tom, sentado en el sofá negro junto a las llamas danzantes de la chimenea. Un leve arqueo de cejas acompañó su gesto, mientras observaba el perfil de Tom con cierta curiosidad. Una extraña sensación recorrió su cuerpo, como si estuviera siendo atraída por un imán invisible hacia él.

Tomó aliento y se dirigió hacia Riddle, dejando a Clous momentáneamente sin palabras. Al llegar frente a él, Leah lo miró directamente a los ojos y lanzó su pregunta.

-¿Por qué me ayudaste? -inquirió con genuina curiosidad.

-Porque soy una persona compasiva -respondió Tom con una sonrisa enigmática.

-Eso es difícil de creer viniendo de ti -replicó Leah, con un tono de escepticismo evidente en su voz.

Tom mantuvo su mirada fija en la de Leah mientras hablaba, su expresión ligeramente irónica.

-Hice lo que hice porque supuse que debías llegar a tu clase -explicó, con un dejo de sarcasmo en su tono.

-Pensé que me odiabas -admitió Leah, luego de un breve momento de silencio.

-No te odio, Leah -respondió Tom, con una calma que contrastaba con la tensión palpable en el ambiente-. Simplemente actué por una razón específica, y ahora que estás viva, ya no tengo necesidad de hacerlo de nuevo.

-Entonces, ¿no esperas nada a cambio? -preguntó Leah, con una mezcla de incredulidad y alivio en su voz.

-Quizás un favor en el futuro... a su debido tiempo -respondió Tom, con una sonrisa misteriosa.

La idea de deberle un favor a Tom llenó a Leah de nerviosismo. Sabía que él podría pedirle cualquier cosa, y ella no tendría más opción que cumplir.

-Gracias por tu ayuda -murmuró Leah, antes de dar media vuelta y salir de la sala común en dirección a las instalaciones del profesor Townsheed.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now