Capítulo 65

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Capítulo sesenta y cinco
"Todo conduce a James"

Era un día típicamente nublado de otoño cuando Leah decidió enfrentar nuevamente el espejo en la Sala de los Menesteres. Aunque consciente de que no reflejaría su verdadero futuro, sentía una profunda curiosidad por las vidas alternativas que podría haber vivido. El espejo no solo era un portal a lo que podría haber sido; era también un refugio temporal de su realidad actual, llena de complicaciones y corazones rotos.

Al abrir la puerta de la sala, el espejo se erigía majestuoso y enigmático frente a ella. Con un suspiro de resolución, Leah tocó su superficie fría y se vio inmediatamente transportada a otro lugar, a otra vida.

Se encontró de pie en una calle adoquinada de un encantador pueblo francés, el sol brillando con una luz que desafiaba el típico clima londinense. Miró hacia abajo y notó que llevaba el uniforme de Beauxbatons, impecable y elegante. A su lado, Weily, quien en esta realidad seguía siendo su amiga más cercana desde la infancia, la tomó del brazo con entusiasmo.

-No podemos llegar tarde, Leah. James nos espera -dijo Weily, su voz burbujeante con anticipación.

James Whitermore, en esta realidad, no era el profesor reservado y melancólico de su propio mundo, sino el hermanastro de Weily, quien había crecido en Francia tras la reubicación de su madre. En este universo, era un joven carismático y alegre, conocido por su talento en las artes mágicas y su amabilidad.

Caminaron juntas hacia el centro del pueblo, donde un café adornado con flores y mesas al aire libre las esperaba. James estaba allí, su figura se destacaba por su porte elegante y una sonrisa encantadora. Al verlas, se levantó, saludando a Leah con un calor que hacía difícil creer que en otra vida, era una figura tan distinta.

-Leah, qué bueno verte. Espero que estés lista para probar el mejor pastel de chocolate -dijo James, guiñándole un ojo.

Sentados en el café, rodeados de risas y conversaciones en francés, Leah se sintió sorprendentemente en paz. Escuchando a James contar historias sobre su último viaje mágico, era fácil olvidar que en otra realidad, él era alguien completamente diferente. En este mundo, era simplemente James, su amigo y quizás algo más, si las miradas que intercambiaban eran algo por lo cual pasar.

Weily, observándolos, no pudo evitar sonreír.

-Me alegra verlos así. Siempre supe que harían una buena pareja -comentó, sus palabras llenas de un afecto sincero.

Leah miró a James, su corazón latiendo con una mezcla de nostalgia y una nueva esperanza, preguntándose qué sería de esta vida si pudiera quedarse más tiempo. Pero en el fondo, sabía que era solo un vislumbre de lo que podría haber sido, una dulce ilusión reflejada en el espejo de posibilidades.

Con la dulzura del encuentro aún resonando en su mente, Leah excusó su necesidad de retirarse por un momento al baño del café. El ambiente encantador de la tarde francesa, lleno de risas y conversaciones, parecía distante mientras caminaba hacia el pequeño baño adornado con azulejos azules y blancos. Al entrar, el eco de sus pasos sobre la cerámica le recordó que estaba, después de todo, sola en este universo paralelo.

Dentro del baño, un espejo grande cubría casi toda la pared sobre el lavabo, un marco de madera tallada rodeándolo elegante y antiguo. Mientras se lavaba las manos, Leah levantó la vista hacia su reflejo, esperando enfrentar la misma mirada azul que siempre la devolvía a la realidad. Sin embargo, lo que vio la detuvo por completo.

Su reflejo parpadeó independientemente, y la superficie del espejo comenzó a ondular como un estanque tocado por una piedra. Fascinada y cautelosa, Leah extendió su mano hacia el espejo. La superficie se sintió fría y suave, y sus dedos se deslizaron a través de ella como si fuese agua.

De repente, con un suave tirón, el espejo la absorbió y la transportó a otro lugar. El zumbido de transición se desvaneció y sus pies tocaron un piso de mármol pulido. Mirando alrededor, se encontró en el vestíbulo grandioso de una mansión que exudaba opulencia. Los candelabros de cristal colgaban del techo alto, enviando destellos de luz por las paredes adornadas con retratos de ancestros nobles y tapices exquisitos.

Al avanzar, el eco de sus pasos resonó a través del espacio vacío, llenándola de una mezcla de asombro y melancolía. La casa estaba silenciosa, casi demasiado quieta, pero un aura familiar la envolvía reconfortantemente. Con cada paso que daba sobre el frío mármol, una sensación de pertenencia se intensificaba, hasta que la visión de una mujer al final del corredor captó su atención por completo.

La mujer, de espaldas a Leah, estaba frente a una gran ventana, observando los jardines que florecían en el exterior. Su cabello, largo y de un color cobrizo similar al de Leah, ondeaba suavemente con la brisa que entraba por la ventana entreabierta.

-Mamá- susurró Leah, su voz temblorosa con la incredulidad y la emoción de la situación.

La mujer se giró lentamente, y el rostro que Leah vio era el de su madre, pero más joven y sereno de lo que jamás la había visto. Sus ojos, reflejando el mismo azul profundo de Leah, se iluminaron con una mezcla de sorpresa y reconocimiento instantáneo.

-Leah, querida, ¿ya estás en casa? Pensé que llegarías más tarde-dijo su madre, extendiendo los brazos en una cálida bienvenida.

Corriendo hacia ella, Leah se sumergió en el abrazo de su madre, sintiendo un torrente de emociones. El calor y el amor que emanaban de su madre llenaron el vacío que había llevado consigo a través de múltiples realidades. En ese abrazo, Leah supo que este mundo, aunque diferente, tenía algo esencial que había anhelado: una vida donde su madre aún vivía, amaba y respiraba.

-Me alegro tanto de verte, mamá. No sabes cuánto te he extrañado-murmuró Leah, mientras lágrimas de alegría y alivio surcaban sus mejillas. No entendía porque podía llorar, sin embargo poco le importaba, estaba muy inmersa en aquella realidad.

Después de un largo momento, se separaron ligeramente. Su madre le acarició la mejilla con una sonrisa que iluminaba su rostro.

-Vamos, querida. Tu padre está en la biblioteca, y está tan emocionado de verte como yo. Hoy es un día especial para nosotros.

Leah la miró extrañada "¿Papá?" Susurro para sus adentros. Sabiendo que en la realidad en la que ella vivía, sus padres se habían separado a muy temprana edad.

Tomando la mano de su madre, Leah se dejó guiar a través de los pasillos de la mansión, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que, en este reflejo de realidad, había encontrado un hogar donde realmente pertenecía.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now