Capítulo 26

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Capítulo veintiséis
"Conexión"

Una vez que los adultos se retiraron a la sala de estar para continuar con su conversación, Leah se acercó a Tom con una expresión amable en el rostro y un brillo de anticipación en los ojos.

- Tal vez ya estuvimos suficiente tiempo adentro... ¿Quieres ir al jardín? - preguntó con ternura en su voz, dejando entrever un destello de emoción por la idea.

Tom asintió con una sonrisa suave, respondiendo al gesto amable de Leah.

- Sí, me gustaría - contestó con sinceridad, compartiendo el entusiasmo de la joven.

Juntos, abrieron la gigante puerta de cristal que conducía al vasto jardín trasero, dejando que la brisa fresca de la noche les acariciara el rostro mientras se adentraban en el paisaje tranquilo y sereno.

Ambos caminaban en silencio, dejando que el suave crujir de la nieve bajo sus pies llenara el aire tranquilo que los rodeaba. A pesar del frío que se infiltraba en el ambiente, ninguno de los dos parecía sentirse incómodo; más bien, el silencio compartido les ofrecía una sensación de familiaridad y comodidad.

El jardín se extendía majestuoso ante ellos, cubierto por un manto de nieve que confería un aspecto mágico y sereno al paisaje. Las ramas desnudas de los árboles se alzaban hacia el cielo, decoradas con delicadas capas de escarcha que parecían congelar el tiempo en un momento de quietud eterna. Las rosas, aunque envueltas en un manto blanco, aún conservaban su belleza, sus pétalos resplandecientes bajo el suave brillo de la luz de la luna.

En el centro del jardín, dos enormes fuentes de piedra se alzaban con majestuosidad, sus aguas congeladas en el tiempo, atrapadas en un eterno instante de quietud. Junto a ellas, un escudo de piedra grabado con la inscripción "Pure & Intelligent" (Puro e Inteligente) se erigía con orgullo, proclamando el lema de la familia Linghood. El apellido de la familia, tallado en la piedra con elegancia, brillaba con un tono esmeralda, símbolo de la nobleza y la distinción que caracterizaban a la casa.

Todo el entorno se sumía en un resplandor blanco, iluminado por la suave luz de la luna que se filtraba entre las nubes. En medio de ese paisaje invernal, Leah y Tom compartían un momento de quietud y serenidad, envueltos en la magia del jardín cubierto de nieve.

Leah se sintió impulsada a abordar el tema que la había estado atormentando desde aquel fatídico día. Respiró hondo antes de hablar, dejando que su curiosidad venciera cualquier otra emoción que pudiera haber estado sintiendo.

- ¿Qué pasó realmente cuando me asesinaste? -preguntó directamente, su voz resonando con una mezcla de intriga y ansiedad.

Tom frunció el ceño ligeramente, tratando de entender el alcance de la pregunta de Leah.

- ¿A qué te refieres? -respondió, confundido por la súbita conversación sobre un tema tan oscuro.

Leah suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo.

- Siento que de alguna manera estamos conectados -confesó, su voz temblando ligeramente mientras se sumergía en sus pensamientos-. El otro día, en la sala común, escuché tu voz en mi cabeza. Estabas hablando con el profesor Horace... Pensé que estaban detrás de mí porque sonaba como si estuvieran allí, pero estabas en su oficina y yo... estaba en otro lugar completamente diferente.

Tom asintió lentamente, comenzando a comprender lo que Leah estaba tratando de decir.

- Yo también te escuché hablando con Newt Nell... -admitió, recordando el extraño suceso-. Pero yo estaba en la clase del profesor Townsheed, muy lejos de donde se suponía que estabas tú.

Leah se detuvo, sorprendida por la revelación de Tom. Giró para enfrentarlo mientras absorbía sus palabras.

- Cuando te asesine, una parte de tu alma se aferró a mí... y yo recibí el impacto. Supongo que una parte de la mía se aferró a ti también -explicó Tom, su tono serio mientras procesaba la complejidad de la situación-. Podría haberse aferrado a cualquier persona, pero estábamos solos en ese momento.

En el frío jardín, rodeados por la blancura de la nieve y la serenidad de la noche, Tom y Leah se enfrentaron a una verdad dolorosa que los había unido de una manera única y profunda. Eran dos mitades de un todo, compartiendo no solo un destino entrelazado, sino también sus sentimientos más íntimos.

- Pero las almas van de la mano con los sentimientos... -murmuró Leah, su voz temblorosa reflejando la confusión y la angustia que sentía.

Tom asintió con solemnidad, comprendiendo la carga emocional que venía con su conexión única.

- Si llegara a amar, tú también lo harías -aseguró, sus propios sentimientos reflejando una mezcla de resignación y aceptación.

La mirada de Leah se oscureció, su corazón pesado por la imposibilidad de sentir lo que anhelaba.

- Pero... no puedo hacerlo -confesó con pesar, luchando contra la barrera invisible que le impedía experimentar plenamente sus emociones.

Tom extendió una mano hacia ella, buscando consolarla y ayudarla a aceptar su nueva realidad compartida.

- Entiende, Leah, que ya no eres la misma de antes... tu alma se dividió y una parte de la mía está en ti -explicó con delicadeza, buscando aliviar el dolor de su amiga.

A pesar de la aparente gentileza y carisma con los que Tom se dirigía a Leah, había un motivo mucho más oscuro detrás de su comportamiento aparentemente amigable. Había logrado su cometido sin necesidad de asesinarla como originalmente había planeado. Había absorbido las habilidades y parte del alma de Leah, lo que le proporcionaba un poder sin precedentes. Pero eso no era suficiente. Aún anhelaba más, codiciaba el secreto de la inmortalidad, un deseo que ardía en su interior con una intensidad casi palpable. Secreto que solo sabía Leah.

Leah apenas alcanzó a murmurar un "¿Qué estás haciendo?" cuando sintió un cálido resplandor entre sus manos. Bajó la mirada y se encontró con el fuego azul que brotaba de las palmas de Tom, envolviendo y calentando sus frías manos.

La comprensión llegó de inmediato a Leah. Esa habilidad era suya, pero ahora, Tom también la poseía.

Cuando separaron las manos, Tom rompió el silencio. -Supongo que tú también debes tener algo de mí allí - dijo, señalando la conexión entre ellos.

Entonces, con un gesto sutil de su mano, Tom manipuló cada copo de nieve en los árboles circundantes, elevándolos en el aire y moviéndolos alrededor de ellos. -Hazlo -instó.

Para Leah, presenciar a alguien que podía manipular objetos con la mente era asombroso. Apenas unos pocos magos, aparte del legendario Merlín, poseían esa habilidad.

Tom sostuvo suavemente el hombro de Leah y se inclinó hacia su oído. -Concéntrate -susurró, transmitiendo calma y seguridad.

Al soltarla, Leah volvió su atención al objeto que deseaba mover. Fijó la mirada en los pétalos rojos como la sangre de las rosas en el jardín. Cerró los ojos y se sumergió en una oscuridad mental, visualizando cada detalle de la flor y cómo se separaban los pétalos del tallo, elevándose suavemente entre la nieve.

Al abrir los ojos, vio que su visualización se había hecho realidad. Una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Tom.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now