Capítulo 28

7.1K 666 131
                                    

Capítulo veintiocho
"Piedra de la resurrección"

Después de pasar la Navidad con los Linghood y el profesor Townsheed, Tom regresó a Hogwarts con un baúl mucho más grande, lleno de los regalos y recuerdos de esos días. Había disfrutado de la compañía de Leah y su familia, pero ahora se preparaba para volver a la rutina en la escuela.

Pasaron dos días desde que dejaron la mansión Linghood, y Tom supuso que la frecuencia de sus interacciones con Leah disminuiría. Después de todo, ella tenía a sus amigos, Newt, Clous y Lydia, con quienes pasar tiempo. Sin embargo, se sorprendió al darse cuenta de que Leah seguía buscándolo, queriendo saber más sobre él.

Se encontraron en el tren de regreso a Hogwarts, y Tom notó cómo Leah se sentaba a su lado en los asientos detrás de los demás pasajeros. Parecía ansiosa por pasar tiempo juntos, y Tom se sintió intrigado por su interés. Tal vez, reflexionó, compartían más que una conexión mágica; tal vez compartían un deseo mutuo de entenderse mejor.

Se miraron, y Leah fue la primera en romper el silencio al sacar una pequeña caja negra y entregársela con una sonrisa.

Tom abrió la caja y encontró un guardapelo color verde con palabras incrustadas que decían "Sangre Pura".

- Es el guardapelo de Salazar Slytherin. Descubrí que la familia de tu madre era descendiente de él, así que le comenté a mi padre y lo compró a una tal Hepzibah Smith. Dice ser la última heredera de Helga Hufflepuff -explicó Leah, con cierta emoción en su voz.

Tom tomó el guardapelo entre sus manos y lo observó detenidamente. Una sonrisa sincera apareció en su rostro mientras miraba el regalo.

- Gracias... -murmuró, sinceramente conmovido por el gesto.

De repente, Leah se inclinó hacia él y lo abrazó. Tom quedó momentáneamente sorprendido, pero luego envolvió a Leah en un cálido abrazo. Sin embargo, el gesto fue breve, apenas duró unos segundos. Cuando se separaron, un rubor tiñó las mejillas de Leah, evidenciando su incomodidad.

- Yo no... no quería abrazarte, no sé qué me pasó -se disculpó Leah, sintiéndose un tanto avergonzada por su propia reacción.

Tom dejó escapar una risa suave y respondió con su tono terciopelado.

- Yo quería abrazarte, como te dije... parece que la mitad de mi alma es más fuerte que la tuya.

Ambos se miraron, y en ese instante, comprendieron que sus conexiones iban mucho más allá de lo que podían imaginar. Era como si estuvieran entrelazados de una manera que iba más allá de la comprensión humana, una conexión que los unía en lo más profundo de sus seres.

Tom sacó de su túnica un pequeño collar bañado en oro con la V de veela, y Leah quedó boquiabierta al verlo. Era el mismo collar que había robado a Madame Lenney y le había insertado recuerdos falsos para hacerle creer que era un regalo de su madre.

Leah lo miró con asombro, luego tomó el collar entre sus manos con una mezcla de sorpresa y alegría.

- ¿Cómo lo conseguiste? -preguntó, sin poder encontrar las palabras adecuadas para expresar su emoción.

- Gemma Delacour me dijo que era de tu madre... y que Madame Lenney lo tenía -explicó Tom, con una sonrisa.

Leah sintió una oleada de gratitud y afecto hacia Tom. Abrazó el collar con cuidado antes de envolverlo en un cálido abrazo, consciente de lo que estaba haciendo esta vez.

Este gesto tenía un significado mucho más profundo para Leah de lo que Tom podía imaginar. Era una muestra de que Tom la comprendía y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para hacerla feliz.
Sin embargo algo siempre se mantenía alerta bien al fondo de su ser, no terminaba de confiar por completo en Tom.

(...)

Leah miró a Tom con curiosidad, recordando la conversación sobre la capa especial que le había dado el profesor Townsheed.

- Tom, mi padre me comentó que la capa que me regaló Tim era diferente... ¿a qué te referías con eso? -preguntó, intrigada por la mención anterior de Tom sobre la capa.

Este la miró con una ligera sonrisa, consciente de la peculiaridad de la capa que Leah ahora poseía.

- Bueno, resulta que esa capa es diferente a otras capas ordinarias -explicó Tom, manteniendo el misterio deliberadamente-. Tiene ciertas cualidades especiales que la hacen única.

Leah frunció el ceño, tratando de entender lo que Tom estaba insinuando.

- ¿Cuales cualidades especiales? -inquirió, esperando una respuesta clara.

Tom se inclinó hacia adelante, sus ojos brillaban con una chispa de emoción contenida.

- Es mejor que lo descubras por ti misma, Leah -respondió enigmáticamente, sin revelar más detalles.

Sin más Tom se adentró a su propio recuerdo...

El sol se había ocultado detrás de las colinas, sumiendo el paisaje en una oscuridad palpable. Tom caminaba con paso firme por los senderos polvorientos de Little Hangleton, el lugar donde sus antepasados muggles habían vivido. La casa de los Riddle, aunque una vez hubo sido majestuosa, ahora yacía en ruinas, sus paredes de piedra se alzaban como espectros en la noche, recordándole la decadencia de su linaje.

Caminaba entre las sombras, sintiendo la presencia de los fantasmas del pasado que acechaban cada rincón. Recordaba las historias que su madre, Merope Gaunt, le había contado sobre el abuso y la miseria que había sufrido en aquella casa, bajo la tiranía de su hermano Morfin.

Tom buscaba respuestas, anhelando conocer la verdad detrás de su linaje y la herencia que llevaba en su sangre. Pero lo que encontró fue la amarga desolación de un hogar desolado y olvidado.

Finalmente, llegó a la cabaña donde vivía su abuelo Marvolo Gaunt, un hombre de aspecto decrépito y mirada desafiante. La casa era una sombra de lo que una vez había sido, envuelta en el aire pesado de la tragedia y el desencanto.

El anciano lo recibió con desdén, sin mostrar ninguna simpatía por su nieto perdido. Tom apenas prestó atención a sus palabras, su atención estaba fija en el anillo que adornaba el dedo del anciano, un objeto antiguo y misterioso que parecía susurrarle secretos ancestrales.

Tom sabía lo que debía hacer. Con determinación fría y calculada, ejecutó su plan, eliminando al anciano y apropiándose del anillo que tanto ansiaba. En su mente, la imagen de la piedra reluciente se materializaba, prometiendo poder y conocimiento más allá de la comprensión humana.

Al final de un verano oscuro y lleno de secretos, Tom emergió como el dueño de una reliquia de la muerte, un símbolo de su ascenso hacia la grandeza. Pero en la oscuridad de la noche, el precio de su ambición quedó oculto, esperando ser revelado en el futuro incierto que aguardaba.

The secret of Tom Riddle.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu