Capítulo 41

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Capítulo cuarenta y uno
"Caídos en el ministerio"

Leah se encontraba atrapada en un torbellino de confusión y autoafirmación. La sombra de su "conciencia" se alzaba cada vez más fuerte en su mente, recordándole constantemente que no era la persona que pretendía ser. Desde los turbios acontecimientos que sacudieron el mundo mágico, se vio obligada a enfrentar una verdad incómoda sobre su identidad y su lealtad.

El atentado en el Ministerio de Magia, con el director Beurnabent como víctima, dejó a todos en estado de shock. Las sospechas recaían sobre Jordan Linghood, su padre, lo que sumió a Leah en una espiral de preocupación y dudas. Los titulares de El Profeta proclamaban la acusación contra su padre, arrastrándola hacia un abismo de incertidumbre y desasosiego.

A medida que las pruebas se acumulaban en su contra, Leah se debatía entre la lealtad a su familia y su propia integridad moral. ¿Debería creer en la inocencia de su padre, a pesar de las circunstancias desfavorables? ¿O debería confrontar la posibilidad de que su familia estuviera involucrada en un crimen atroz?

El peso de la situación la empujaba hacia una encrucijada emocional, donde cada decisión tenía consecuencias impredecibles. Mientras luchaba por mantenerse firme en medio de la tormenta, una verdad dolorosa comenzaba a emerger: la inocencia y la culpabilidad eran conceptos cada vez más borrosos en un mundo oscuro y lleno de secretos.

La fecha límite para la discusión de la custodia de Leah se acercaba rápidamente, coincidiendo con el final del curso en Hogwarts. Con solo dos meses por delante, el tiempo se volvía un recurso cada vez más escaso en medio de la incertidumbre y la tensión que rodeaba a la joven. Mientras tanto, el Campeonato de los Tres Magos avanzaba hacia su etapa final, prometiendo desafíos aún mayores en el horizonte.

Para Leah, la situación era angustiosa y confusa. Sabía en su corazón que su padre, Jordan Linghood, no tenía motivos para desear el puesto en el Ministerio de Magia, mucho menos para cometer un acto tan atroz como el asesinato del director Beurnabent. La familia Linghood era una de las más prestigiosas y poderosas en el mundo mágico, con una reputación intachable y una posición de privilegio.

¿Quién, entonces, se atrevería a acusar a un Linghood? La pregunta resonaba en la mente de Leah, alimentando sus dudas y temores mientras luchaba por comprender los intrincados hilos de la conspiración que se tejían a su alrededor. En un mundo donde la ambición y la corrupción se entrelazaban, la verdad parecía más elusiva que nunca, y la inocencia no ofrecía garantías frente a las maquinaciones del poder.

La incertidumbre sobre quién asumiría su custodia pesaba como una losa sobre los hombros de Leah, envolviéndola en un torbellino de preocupación y ansiedad. La ausencia de su madre, su padre encarcelado y la falta de parientes cercanos la dejaban vulnerable, dependiente de la buena voluntad de quienes podrían ofrecerse como tutores legales.

El pensamiento de Tim Townsheed, un amigo de la familia y figura paterna para Leah, como posible guardián surgía en su mente, pero la idea no le brindaba la tranquilidad que tanto anhelaba. Aunque valoraba profundamente el afecto y la orientación que Tim le ofrecía, la idea de depender de él como su principal apoyo en ausencia de su familia biológica no era del todo reconfortante. Leah anhelaba una conexión más íntima y personal, alguien que pudiera llenar el vacío dejado por la pérdida de sus padres de una manera más profunda y significativa.

La perspectiva de que alguien ajeno a su linaje se convirtiera en su guardián legal añadía una capa adicional de complejidad a la ya complicada situación de Leah. En un mundo donde la familia era un ancla crucial, la falta de parientes cercanos la dejaba en un terreno desconocido y vulnerable. Ante la incertidumbre sobre su futuro y la búsqueda de estabilidad y protección, Leah se encontraba en una encrucijada emocional, luchando por encontrar un sentido de pertenencia y seguridad en un mundo que parecía desmoronarse a su alrededor.

(...)

Para Tom Riddle, el descubrimiento del espejo Augur fue como encontrar un tesoro perdido. En medio de la vasta oscuridad de la Sala de los Menesteres, el espejo brillaba con una luminosidad intrigante, invitándolo a adentrarse en su misterioso reino de posibilidades futuras.

Al contemplar su reflejo en el vidrio resplandeciente, Tom se encontró transportado a un lugar distante, donde una voz susurrante le ofrecía las llaves del destino. Era como si el universo mismo le extendiera una invitación para explorar los senderos que se desplegaban ante él, cada uno tejiendo un destino diferente.

La promesa de poder vislumbrar el futuro, de poder influir en su curso o explorar los caminos no tomados, era irresistible para un joven tan ambicioso como Tom. Sin embargo, también sabía que esa misma promesa llevaba consigo un riesgo insondable: la revelación de un destino inmutable, una verdad que podría alterar el curso de su vida para siempre.

A medida que se enfrentaba a las opciones que el espejo le ofrecía, Tom se sumergía en un torbellino de posibilidades y dilemas morales. La tentación de conocer su destino real, sin filtros ni ilusiones, luchaba contra el deseo de mantener el control sobre su propia narrativa.

Para Tom Riddle, la dualidad de sentimientos que experimentaba hacia Leah Linghood era una fuente constante de conflicto interno. Por un lado, estaba el dolor de ver a la persona que amaba sumergirse en la oscuridad, alejándose cada vez más de la luz que ella representaba. Cada paso que ella daba hacia la maldad lo hería profundamente, pero a su vez, también reforzaba su determinación de seguir adelante solo, sin dejarse arrastrar por la ambición de poder que amenazaba con consumirlos a ambos.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse firme en su decisión, Tom no podía evitar sentir una punzada de dolor al contemplar cómo Leah se alejaba de él, cada vez más influenciada por las voces contradictorias que resonaban en su mente. La primera voz, la suya propia, le recordaba la bondad y la humanidad que aún residían en ella, mientras que la segunda, más oscura y seductora, la instaba a abrazar su lado más maligno y vengativo.

En última instancia, Tom entendía que Leah estaba luchando una batalla que solo ella podía librar, pero eso no lo hacía sentir menos impotente ante su sufrimiento. Mientras tanto, él continuaba adelante, aferrándose a la esperanza de que algún día, ella encontraría la redención y el perdón que tanto ansiaba.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now