Capítulo 30

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Capítulo treinta
"Somos inmortales"

En el corazón oscuro del bosque prohibido, bajo la sombra amenazante de los árboles antiguos, Leah se enfrentó a una escena que rebasaba el límite de su comprensión y desafiaba la cordura. Con el estómago retorcido por una agitación misteriosa y un cansancio que le pesaba en cada músculo, se apoyó en el árbol más cercano, sintiendo la corteza áspera bajo sus dedos.

- Tom... ¿Qué sucede? - su voz, débil y entrecortada, se perdía entre el susurro inquietante de las hojas y el eco lejano de criaturas ocultas.

Frente a ella, Tom Riddle, un enigma envuelto en tormento, mantenía su cabeza entre las manos con tal fuerza que parecía intentar contener una fuerza destructiva que amenazaba con desbordarse. Su silencio era ensordecedor, un presagio ominoso que helaba la sangre.

Con un paso titubeante, Leah se acercó para tocar el hombro de su amigo, una acción que desencadenó una explosión de energía oscura. Tom gritó, un sonido desgarrador que cortó el aire y lanzó a Leah hacia atrás con violencia inusitada, chocando contra otro árbol. La copa de los árboles tembló violentamente, y el clamor de los animales en fuga llenó el aire con un pánico palpable, mientras una ráfaga de viento frío barrió el lugar.

Tosiendo y luchando por recuperar el aliento, Leah se puso de pie, notando que las lágrimas seguían brotando involuntariamente de sus ojos, marcando su rostro con el salado testimonio de su conexión con Tom. Se acercó a él nuevamente, determinada a enfrentar lo que fuera que él estuviera soportando.

Al llegar a su lado, vio que las manos de Tom estaban manchadas de rojo. La sangre se entretejía con sus dedos, que tiraban de su cabello con desesperación, y su cabeza se agitaba frenéticamente de lado a lado, como si luchara con demonios internos o recuerdos demasiado dolorosos para ser contenidos. Leah, con el corazón palpitante y un temor reverencial, se mantuvo firme, preparada para enfrentar junto a él la tormenta que se desataba desde su interior.

El silencio se extendió entre ellos como un manto pesado y húmedo, entrelazado con el aire frío del bosque que se colaba a través de las ramas desnudas. Leah, con su corazón aún palpitante de angustia y confusión, permanecía inmóvil, observando a Tom mientras luchaba por recuperar la compostura. Finalmente, tras lo que parecieron horas en esos eternos minutos, Tom giró su cabeza hacia ella, sus ojos oscuros cargados de un dolor y una profundidad insondables.

- Se por qué reviviste... fue por los horrocrux, ¿cierto? - La pregunta salió de sus labios con un susurro áspero, mientras sus manos frotaban su túnica negra en un gesto de ansiedad contenida.

Leah notó que, a pesar de la tormenta emocional que claramente atravesaba, Tom no había derramado ni una sola lágrima. Quería hacerlo, estaba seguro, pero se contuvo con tal fuerza que las lágrimas habían encontrado escape a través de los ojos de Leah, uniendo sus destinos y dolores de una manera profundamente irónica y trágica.

Ella entendía ahora que Tom había descubierto el secreto de la inmortalidad por su cuenta, sin necesidad de que ella revelara los oscuros conocimientos que había adquirido. A diferencia de ella, Tom no había tenido tiempo de procesar o aceptar plenamente las consecuencias de sus acciones. En su caso, el dolor había sido inmediato y abrumador, pero no había tenido tiempo de asimilarlo antes de que Tom, en su búsqueda implacable de poder, desencadenara una serie de eventos catastróficos que finalmente los había arrastrado a ambos a ese sombrío bosque.

En el rostro de Tom, Leah creyó ver un atisbo de la humanidad que una vez pudo haber habitado dentro de él. Estaba desgarrado, atrapado entre la persona que alguna vez fue y el monstruo en el que se estaba convirtiendo. Esa visión le dio a Leah un hilo de esperanza, por tenue que fuera. Quizás aún había algo de humanidad en Tom, una chispa enterrada bajo capas de oscuridad y ambición.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now