Capítulo 50

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Capítulo cincuenta
"Un nuevo inicio"

Leah, sumida en una mezcla de determinación y desesperación, repasaba una y otra vez su lista de planes. La liberación de su padre de Azkaban estaba en la cúspide de sus prioridades, seguida por el deseo de retornar a Hogwarts y finalmente, el desafiante propósito de cortar lazos con Tom Riddle. A pesar de no tener aún un camino claro para lograr ninguno de estos objetivos, mantenía la esperanza viva, alimentada por la necesidad de actuar y cambiar su destino.

El inesperado anuncio de la muerte de Armando Dippet catalizó cambios en Hogwarts, y con ellos, una oportunidad para Leah. La designación de Percival Neird como nuevo director del colegio se convirtió en el centro de murmullos y especulaciones. Neird, ya en sus sesenta años, tenía fama de ser un hombre flexible en sus principios, especialmente si se le persuadía con la cantidad adecuada de galeones. Esto abrió un abanico de posibilidades para Leah, quien veía en su corrupción una grieta por donde colarse y avanzar en sus planes.

El cambio de guardia en Hogwarts también trajo la partida de Tim Townsheed, quien había sido una figura clave en la institución. Townsheed decidió renunciar para unirse al Ministerio de Magia, motivado por una misión personal: investigar el encierro de Jordan Linghood, el padre de Leah, y luchar por obtener la custodia legal de ella, brindándole un apoyo que ella desesperadamente necesitaba.

Su reemplazo, James Whitermore, era un caso curioso. A pesar de sus veintiún años y su apariencia de juventud, había una historia de tenacidad detrás de él. Nacido en Francia y educado en casa hasta los diecisiete años, su vida tomó un giro cuando se trasladó a Londres para cursar una maestría en defensa contra las artes oscuras. A diferencia de muchos que habían comprado su camino hacia oportunidades, James mostraba un verdadero interés y habilidad en su campo, pese a la sombra que el dinero de su familia arrojaba sobre él.

Este nuevo entorno en Hogwarts, lleno de caras nuevas y de posibles alianzas y antagonismos, brindaba a Leah un lienzo fresco sobre el cual trazar su regreso y la ejecución de sus planes. Con el viento de cambio soplando por los pasillos de la escuela de magia, Leah se preparaba para navegar en estas aguas turbias, con la esperanza de que, de alguna manera, las circunstancias le permitieran liberar a su padre, reconstruir su vida y finalmente liberarse del oscuro influjo de Tom Riddle.

(...)

Leah caminaba a paso lento por el abarrotado Callejón Diagon, envuelta en el bullicio de estudiantes y familias aprovechando las ofertas de temporada. A pesar del ambiente festivo, una sombra de preocupación marcaba su rostro. Acababa de recibir su carta de Hogwarts con la firma del nuevo director, y sabía que este año sería decisivo. No solo tenía que enfrentarse al rechazo de algunos de sus compañeros, sino que además, su mayor deseo era encontrar el espejo de Augurio en la sala de Menesteres, un espejo que revelaba el futuro a quien lo mirara.

Después de comprar lo necesario para el curso, se dirigió hacia la tienda de Ollivanders. La pérdida de su varita en el bosque el año anterior había sido un duro golpe, ya que hasta entonces había utilizado la varita de su abuelo. Necesitaba una que realmente resonara con ella, que liberara su potencial mágico pleno.

Al entrar, el tintineo de la campana atrajo la atención del anciano Ollivanders, quien bajó por las escaleras corredizas con una agilidad sorprendente para su edad.

— Eh esperado a que una Linghood viniera a comprar su varita. A ver... venga aquí — dijo con un tono que mezclaba curiosidad y expectación. Tomó la muñeca de Leah, midió y asintió con satisfacción antes de dirigirse al fondo de la tienda.

Tras revolver entre polvorientas cajas, extrajo tres y las colocó sobre el mostrador.

— Prueba con estas, son perfectas para hacer magia no verbal — propuso. La primera varita saltó de las manos de Leah como si repeliera su toque. — Pues esta no va a hacer — comentó, y le pasó la segunda. Al agitarla, una lámpara del mostrador estalló. — Prueba con esta última — instó, pero aunque la varita respondió mejor, no era la adecuada.

Ollivanders frunció el ceño, pensativo, y luego con una mezcla de determinación y una sonrisa, fue directo a una caja especial en el fondo. Sacó una varita alojada en una caja de madera elegante y la extendió hacia Leah.

— 30 centímetros de largo, flexible, pluma de cisne y madera de saúco — anunció con solemnidad. — Esta varita la creó el que sabía poseer la varita de Saúco, antes de que Grindelwald se la robara, se dice que es una copia, no tan poderosa, de la legendaria varita —

— ¿Es una réplica? — preguntó Leah, con una mezcla de asombro y escepticismo.

— Esta y cuatro más — confirmó Ollivanders. — Son de las cinco varitas más poderosas que han logrado fabricar, me ha costado encontrarla pero espero que sea la indicada para ti.

Leah agitó la varita y de ella brotó un rayo de luz azul que levantó las cortinas y alborotó su cabello rubio.

— Es la indicada, espero que te sirva — afirmó Ollivanders, viendo cómo la varita y la joven parecían unirse.

Leah sacó varios galeones de su bolsillo y los depositó en el mostrador.

— No vale tanto, niña — intentó devolverle algo de dinero.

— Si le costó mucho encontrarla entonces vale el dinero que le estoy dando, quédeselo — insistió Leah con un gesto firme.

Con una sonrisa, Ollivanders aceptó el pago y despidió a la joven, quien apenas puso un pie fuera de la tienda cuando una súbita punzada de dolor la hizo detenerse y apoyarse en la pared. No era un dolor propio, era Tom. A pesar de la distancia y sus intentos por olvidarlo, su conexión era tan profunda que podía sentir su sufrimiento como si fuera propio.

Tom Riddle atravesó el Callejón Diagon con un aire de distancia y gravedad que lo hacía destacar entre la multitud. Su atuendo era impecablemente oscuro y elegante, en marcado contraste con su pálida piel y los labios rojos que le conferían un aspecto casi sobrenatural. La transformación física que había experimentado era notable, sus facciones ahora más afiladas y su cabello, un negro azabache intenso, lo hacían parecer aún más enigmático y amenazante.

Tom no era un simple visitante en busca de suministros escolares; su propósito en el Callejón Diagon era otro. Después de realizar un nuevo Horrocrux, había sentido la necesidad de una compañía que compartiera su naturaleza oscura y permanente. Esa búsqueda lo llevó directamente a una tienda de mascotas, no cualquier mascota, sino una que reflejara su creciente conexión con la oscuridad.

Dentro de la tienda, su atención fue capturada instantáneamente por una serpiente de un verde vibrante. Sus ojos casi rojos y las escamas que brillaban con un tinte esmeralda lo hipnotizaron. Sin dudarlo, Tom adquirió la serpiente, ignorando las advertencias sobre su naturaleza violenta y su veneno mortal. En su mente, ya tenía un nombre para ella: Nagini, un nombre que resonaba con la antigua y misteriosa energía que él mismo cultivaba.

Al salir de la tienda con Nagini ahora a su lado, Tom sintió una mirada sobre él. Al girar, sus ojos se encontraron con los de una joven pelirroja, Weily Kean. Ella poseía una belleza etérea, con cabello que flotaba suavemente alrededor de su rostro y ojos verdes que brillaban con una mezcla de curiosidad y cautela. Vestida con un vestido floreado y sosteniendo un caldero, parecía una figura sacada de una pintura antigua, una visión totalmente contraria a la oscura presencia de Tom.

Mientras tanto, Leah, quien acababa de experimentar la dolorosa conexión con Tom a través de su dolor compartido, también sentía la carga de miradas. La suya se cruzó con la de un joven de cabello negro, ojos azules y facciones igualmente marcadas, James Whitermore. El hermanastro de Weily, igualmente cautivador y con un aire misterioso que lo rodeaba.

Este momento de encuentros visuales marcó un cruce de caminos para los cuatro personajes, cada uno envuelto en sus propios dramas y secretos. Para Tom y Leah, especialmente, esos cruces no eran simples coincidencias, sino presagios de futuros encuentros y conflictos, tejidos en la compleja tela de sus destinos entrelazados.

The secret of Tom Riddle.Where stories live. Discover now