capítulo 10.

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Esta comenzando a anochecer. El viento mueve mis rastas, y el pelo se me pone por la cara. Sin pensarmelo dos veces me lo ato.

Resoplo nerviosa. Me estoy poniendo de los nervios. Pego una patada a un container. Uff... mucho mejor, mas tranquila.

Me siento realmente mal. Tengo el pelo asqueroso, todo el maquillaje exparcido por la cara. No ha servído de nada lavarme un poco la cara.

Un fuerte pinchazo golpea los laterales de mi cabeza.

-¡Ah!-me la agarro y suelto todo en el suelo.

El frío de mis manos parece calmar un poco el dolor, aun que este siga existiendo.

Mi labio tremola ligeramente, y los dientes castañean.

Saco el abrigo de la mochila y me lo coloco. Mucho mejor. Me coloco la capucha. Los pelos que tiene al rededor caen por mi frente haciendome cosquillas. Sonrío. Eso es, sobre todo; ser positiva.

Sé que acabare encontrando algún lugar, sé que tendré una buena vida. Y morire a los 90. ¿que digo? A los 100. Quiero vivir más de cien años.

Salgo del pequeño callejón. Wow, voy de callejón en callejón, cada cual más raro. Me siento cómo spiderman, cómo batman. Sí, exactamente. Me siento como aquél chico araña que robo el corazón de miles de personas con sus películas.

Yo haré lo mismo... sí, estaría bien.

<<Cervezas a un euro. ¡ofertón!>>

-Pues al ofertón que voy.-suelto, sin darme cuenta que la anciana de mi lado me mira incrédula.

Cojo el paquete de cervezas, y lo llevo a la caja. Entrego el euro y me voy.

Ya es de noche. Cómo se nota que es invierno, cada vez anochece antes.

Me siento en unos columpios del parque. No hay nadie, y puedo hacer lo que quiera. Nadie se puede reír si parezco infantil o no.

Comienzo ha balancearme como si no hubiese mañana. Hacía delante, hacía atrás. Estiro las piernas, las encojo.

Suelto mi mente volar, cierro los ojos.

No escucho nada, sólo el sonído chirriante del palo del columpio moverse. <<Que se rompa. ¿qué mas da?>>

No sé cuanto tiempo ha pasado. Sólo sé que me relaja columpiarme.

Oigo risas y gritos. Antes de que aparezcan aquellas personas, me siento en el banco. Abro la botella de cerveza y empiezo ha beber. Le meto un sorbo y veo más de 15 personas.

-¡Lea!-alguien grita.

Fijo más la vista hasta darme cuenta que son los calavéras. Genial.

-Hey...-intento poner buena cara.

-¿Que haces aquí?-pregunta Lolo.

Me acuerdo que la primera vez que lo conocí, y me dijo que se llamaba Lolo, me reí, pensando que era una broma. Y no lo era. Se había cambiado el nombre por Lolo, su nombre real, o de antes, era Fermín. Y, ¿que decir? Que le pega más Lolo. Un chico con el pelo rapado, tatuajes, cara de asesino, y que da mucho yuyu, te dice que se llamaba Fermin, y pierde todo el miedo.

Por no decir que Lolo es igual. Pero lo que la gente llega ha hacer por un perro. Lolo era su perro que murió, lo quería tanto que se puso Lolo. La verdad, no sé lo que se siente, nunca he tenido mascotas. Papá nunca me quiso comprar una. La única que tuve, fue un cienpies, Erili se llamaba. Papá me obligo a matarla. No dudo ni cinco minutos siendo mi mascota:

Angels to fly ❁ L.TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora