Piloto: Apuestas

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El rayo de sol que se cuela por la hendija de la ventana del quinto piso, impacta sobre el pie derecho de Mariana (o Lali, para los amigos) que sobresale de todo el menjunje de sábanas. La mitad de la frazada está tirada en el suelo alfombrado y una bombacha negra está inerte y abollada sobre la mesa de luz, entre un velador y un portarretrato de ella con un paisaje a sus espaldas. Toda la sábana verde agua cubre gran parte del cuerpo de Lali, menos su pierna izquierda, los brazos, mitad de la espalda y la cabeza que está hundida en la almohada. Hace ruido con la boca, se moja los labios con la lengua y abre los ojos diez segundos después cuando el sol ya llegó a su cara. Parpadea millonésima de veces, estira los brazos, las piernas cortas y suena los huesos de los dedos de las manos. Espía de reojo el reloj despertador que está al lado del portarretrato que está al lado de la bombacha abollada que está al lado del velador, y exhala un montón de aire. Quizás todo el aire que le quitaron anoche. Entonces en el afán de querer acomodarse en el colchón, gira todo el cuerpo y abre mucho los ojos cuando choca con el cuerpo desnudo de un hombre que todavía sigue dormido y que tampoco recuerda de qué galera lo sacó. Entonces grita asustada y por querer levantarse y salir corriendo, se olvidó que tiene un conjunto de sábanas enredadas en su cuerpo y cae de espalda al suelo.

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−¿Qué pasó? ¿Qué pasó? -el muchacho equis que nadie conoce se levanta tan rápido que todavía tiene los ojos un poco cerrados y el pelo hecho un caos.

-¡¿Quién sos vos?! -Lali se para e intenta cubrirse con la sábana las partes del cuerpo que todavía están desnudas.

-Ah... eh. Nos conocimos anoche.

-¿En dónde?

-¿Fuimos a bailar? -usa la ironía.

-Yo fui a bailar con mis amigos, vos no sé de donde carajo saliste.

-Bueno, si querés te cuent-

-No -lo interrumpe rápido y ágil mientras levanta la ropa que va encontrando en el suelo a medida que camina hacia la salida de la habitación- y tampoco me interesa escuchar tu discurso misógino de cómo me sedujiste y me llevaste a la cama.

Y sale de la habitación enrollada en su sábana verde agua antes que él pueda abrir la boca respondiendo algo que tampoco quiere escuchar. Cruza el pasillo corto y llega al living-comedor. Hay ropa apilada en un rincón del sillón y un florero de porcelana blanca tirado en el piso con cuatro flores rojas de plástico a un lado. Suspira y lo levanta para volver a ponerlo en su lugar. Cuando gira, el muchacho equis reaparece desnudo.

-Ay. ¿Con qué necesidad? -Lali se tapa la cara con una mano porque con la otra sostiene la sábana.

-No encuentro mi calzoncillo. ¿Lo viste?

-No -y agarra un par de prendas que encuentra en la pila del sillón- date vuelta que me voy a cambiar.

-¿Acaso voy a ver algo que ya no haya visto?

-Lo que vas a ver es una piña. Date vuelta.

Entonces él se da vuelta y ella primero se pone la bombacha y después la pollera negra de tiro alto que le combina con sus tacos de ir a trabajar. Y mientras se las ingenia para abrocharse el corpiño, intenta recapitular en qué momento de la noche fue que sus amigos desaparecieron y él apareció de sopetón para ofrecerle un trago, decirle un par de palabritas lindas y terminar aceptando que vaya a dormir a su departamento. También intenta recapitular cuánto alcohol consumió y cuánto todavía lleva en sangre.

-¿Yo cómo estaba? -y se abrocha los últimos botones de la camisa rosada.

-Muy linda.

-Hablo mentalmente -se da vuelta y le tira la sábana para que él se cubra lo necesario. Ella camina descalza y con sus uñas esmaltadas de rojo hacia la cocina.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now