Día diecisiete: Fuera de libreto

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Hola, buenas tardes. No me gusta presentarme como escritora porque no lo soy –todavía– aunque es algo que hago el 80% del día, pero sí vamos a decir que me llamo Georgina (aunque todos me dicen Georgi porque es más corto, simple y dulce) y soy la autora. Sí, la autora de ésta historia y de muchas otras que alguna vez escribí cuando fui adolescente y jugaba a que mis protagonistas favoritos de la novela que amé durante muchos años sean también los de mis ideas narrativas. No sé si lo hacía bien o mal, pero lo hacía y así, en ese juego de fanáticas, amigas y actores, descubrí un amor inmenso por las letras que hasta el día de hoy sigo sosteniendo y por el cual quiero y anhelo dedicarme el resto de mi vid-Perdón que interrumpa mi magnífica presentación pero está Lali mirándome desde la tierra llana, llana y me desconcentra el movimiento de su pie. Tiene los brazos cruzados y la manera de mover su cabeza significa: "¿Qué onda? ¿Tenés para mucho?". Sí, la verdad que tengo para un montón y podría terminar rápido si no me interrumpieses con el ruido de ese zapato golpeando el azulejo. No te hagas la cocora que soy quién manda y toma todas las decisiones que haces o no.

–¿Qué haces? –Eugenia se acerca a Lali con la cartera colgando de un hombro y el pelo atado en una cola de caballo.

–Espero... –con un movimiento de cabeza le indica hacia arriba (hacia mí) y Eugenia tiene que levantar la vista para ubicar(me). Está bien, Mariana, ¿no querés que la gente me conozca más allá de vos y todos los que te rodean que al mismo tiempo son un invento de mi psiquis? Buenísimo. Entonces atenete a las consecuencias de todo éste capítulo que te será largo y bastante arduo– ¿Ya está?

–Sí. ¿Falta mucho para que te atiendan, Eugenia? –Lali está impaciente en todos los ámbitos de la vida. Es que Eugenia le pidió que la acompañe a hacer una queja sobre la boleta de luz que le llegó al centro de estética y que es impagable.

–Van por el 017.

–¿Y vos cuál tenés? –cruza los brazos y espera a que Eugenia lea el papel que arrancó al llegar.

–043 –y vuelve a mirar para arriba. Ya te anticipé de lo que soy capaz así que ahorrate esos gestitos, personaje protagónico– bueno, tampoco tenemos mucho apuro.

–Me sacaste del trabajo para hacer un trámite rápido que de rápido no está teniendo mucho. ¿Esa mujer se coló? –señala a una abuela que usa gorro tejido de lana y revisa su cartera marrón enorme en la que seguro guarda un montón de innecesidades.

–No empieces, por favor –porque le conoce cada una de sus facetas– ¿Podemos ir a sentarnos o tenés pensado seguir parada para pegar un estirón?

–Qué graciosa que estás últimamente, eh –y las dos se entrometen entre toda la gente que está conglomerada en la sala para buscar un par de sillas vacías y sentarse juntas– está bien que no me guste ir a trabajar pero tampoco puedo faltar para hacerte compañía mientras esperas a que te atiendan en Edenor. Tengo responsabilidades qué cumplir.

–¿Qué dijiste para poder salir?

Peter está en el interior de su oficina del otro lado del escritorio compartiendo una ensalada junto a Victorio que le habla de las últimas novedades extra editoriales. Lali irrumpe en la escena sin golpear la puerta y sin pedir permiso.

–¿Están ocupados? Los voy a interrumpir un minutito, no más –y ni siquiera los deja responder. Victorio gira sobre el sillón individual para mirarla mientras mastica tomatitos cherry– me tengo que ir.

–¿A dónde? –Peter le indaga sin mirarla y revolviendo la cebolla y el tomate en el aceite que se concentra en la superficie de la bandeja.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now