Día veintinueve: Rompecabezas

8.4K 300 173
                                    

Lali se despierta por culpa de una luz molesta que le hizo arrugar la nariz y parpadear. Cuando abrió los ojos descubrió que provenía de una lámpara pequeña que está en la mesa de luz que no le corresponde y que todavía es de noche. Arruga el borde de la sábana que le cubre todo el cuerpo desnudo, se saca los mechones de pelo que se le cruzaron por la cara y gira hasta quedar boca abajo. En ese instante toma conciencia de que está sola ocupando el colchón de dos plazas y media, y que la ducha del baño está en funcionamiento. Tiene que levantar un poco la cabeza y estirar el cuerpo hasta tantear la mesa de luz y encontrar el celular para chequear la hora. Faltan cuatro minutos para que sean las cinco y media de la mañana y cuando desliza el dedo por la pantalla se da cuenta que no es su teléfono. Mira de reojo la puerta del baño semi-abierta y clava los codos en el colchón para espiar el celular de él. El fondo de pantalla es de una banda de rock que no conoce y está carente de redes sociales. Tiene aplicaciones extrañas que no entiende para qué sirven pero tampoco las inspecciona. La galería de imágenes está al lado del sobre de su correo de mail y apenas rosó la yema del dedo sobre la misma, aparecieron un montón de imágenes sub-divididas en otras carpetas. Volvió a espiar la puerta del baño y a corroborar auditivamente que el agua de la ducha continúe con su corriente para poder husmear y analizar cada una de las fotografías. No tenía ninguna solo y eso habla un montón del poco ego que carga consigo, y en su mayoría está en un lugar en específico con amigos. Tiene varias con Candela y Victorio, y sonrió ante una que le envió Valentina de cuando ella era chiquita y él la tenía a upa mientras le daba la mamadera. También hay un par de video de shows y otros de Alan. Hay una foto muy linda con Agustín, Gastón y Victorio en el bar de la cual dedujo que la sacaron el mismo sábado en que ella fue a visitar a Ricky Martin a un estadio cargado de gente. También tiene una foto con su padre, de algunos viajes que hizo al exterior, en compañía de gente que no reconoce y de la que tampoco está interesada en conocer, de capturas de archivos relacionados con el trabajo, con Sabrina y un par más d- Para. ¿Dijimos Sabrina? ¿Cómo sabes que es Sabrina si no la conoces? A ver, volvé para atrás. Más, más, una más. ¡Esa! ¿Qué me miras a mí? No te pienso contar nada, no es ético que estés revisándole el teléfono a tu je-Bueno, sí, es Sabrina. Es la foto de una foto porque alguien –seguro que ella– está sosteniendo el revelado. Lali la amplia al punto de que ambos ocupen toda la pantalla del teléfono. Por el rostro de él se nota que es una foto bastante antigua en la que ambos están relajados tanto en la vestimenta como en la posición: es un parque y él está sentado de perfil y piernas cruzadas con los brazos extendido hacia atrás; ella está recostada boca arriba sobre el pasto con la cabeza apoyada en el cruce de las piernas de él y los pies levantados en dirección al cielo. Detrás puede verse la cúpula del planetario y por la cantidad de colores y el buen enfoque fotográfico, se deduce que la sacó un profesional. Pero como nadie sale del baño y la ducha todavía continúa desperdiciando agua, Lali sale de la galería de imágenes y entra a la aplicación de mensajes. Entre el listado de nombres con los que se comunica diariamente, lee el de Victorio y dos más abajo el de Candela. Sigue bajando y también encuentra el nombre de Valentina y abajo el de Agustín. Hay varios más que no reconoce y tampoco puede creer que se comunique con tanta gente, pero debajo de un tal Florencio, encuentra a Sabrina. Cuenta hasta cinco y entra a la conversación. Corrobora que la última vez que ella estuvo conectada fue hace tres horas y también que la última vez que ambos hablaron fue hace menos de veinticuatro porque él le contó que su padre va a irse a Estados Unidos y le dejó la gerencia total de la editorial, y ella lo felicitó un montón usando muchos signos de exclamación y cuatro caritas amarillas que expulsan un corazón en un beso. Lali solo se limitó a hacerle burla a la pantalla del celular como un sujeto muy maduro de veintiséis años y empezó a subir en la charla hasta llegar a la misma foto que encontró en la galería. Ella se la había mandado con un epígrafe que decía: "Mira lo que encontré en un libro! Éramos más chiquitos y amorosos. Haceme acordar que te mande por correo un par de libros que encontré y que no son míos. Te quiero".

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now