−Lali, escuch- −Peter no toca la puerta del cuarto cuando baja el picaporte y entra.
−¡Qué haces! –y Lali grita porque hace un rato terminó de bañarse y sigue desnuda. Es rápida cuando se levanta de un salto de la cama, se cubre el cuerpo con un toallón y los recipientes de crema que estaba esparciéndose por la piel cayeron al suelo.
−Perdón –se ríe y no se va. Solo gira para darle la espalda– no sabía que te habías bañado.
−Me viste salir del baño, Peter.
−Bueno, no sabía que ibas a tardar más de cuarenta minutos en vestirte –y ella le hace burla con la boca aprovechando que no la ve, mientras se calza la bombacha.
−Sos el rey del pedir permiso y ahora se te da por no golpear.
−No me pareció incorrecto teniendo en cuenta que ya nos conocemos hasta los lunares –y ella le responde con un pote de crema que le golpea en la cabeza.
−Ese discurso de machito te lo voy a meter por donde no te da el sol. ¿Qué querés?
−¿Ya puedo darme vuelta?
−Me hablas con la boca y escucho con los oídos.
−Pero me resulta más cómodo no estar hablándole directamente a una puerta –Lali bufa y se calza rápido el remerón del pijama.
−Listo –él se da vuelta y ella se sienta en el borde de la cama para ponerse el pantalón– ¿Qué querés?
−Hay un torneo de natación que lo van a emitir en vivo en una hora y en el que compite un amigo del colegio y Victorio y Candela me acaban de avisar que van a venir a verlo acá. ¿Qué pasa? –le pregunta después de ver la nula reacción de ella.
−¿Entraste acá solo para decirme eso? ¿No podías esperar a que salga o enviarme un texto?
−¿Por qué te voy a enviar un texto si estamos en la misma casa?
−¿Por qué entraste a la habitación sin pedir permiso? –cruza los brazos y le habla en el mismo tono, a lo que Peter se muerde el labio y reprime un poco la sonrisa– está bien, que vengan. No me tenés que pedir permiso, ni que fuera tu madre.
−¿Nunca vas a responder como una persona normal?
−Definime normal –se lo dice al levantarse y rozar el costado del cuerpo con el suyo para salir del cuarto. Él pudo sentir hasta el aroma a manzana verde que usó para lavarse la cabeza– ¿Por qué van a venir a ésta hora? Son más de las doce de la noche y tenemos que levantarnos temprano –le pregunta cuando ya está en la cocina cargando la pava eléctrica con agua.
−Por la diferencia horaria, el torneo es en Australia –él la sigue y se apoya contra la mesada– me había olvidado que hoy jugaba y Victorio me avisó hace un rato. Si era por mí ya hubiese estado en la cama.
−Me imagino, siempre cargado de tanta adrenalina... –lo bromea pero él se ríe. Porque aprendió a reírse de sí mismo y de todas esas acusaciones que sabe que son reales.
−¿Te vas a cambiar? –se lo pregunta bien, tranquilo, mientras abre la heladera y busca su botella de agua de todos los días que le limpia todo el sistema.
−¿Por qué tendría que hacerlo? –Lali coloca la pava en la base para después presionar el botón y que empiece a calentar.
−No sé, como va a venir gente...
−Son Victorio y Candela.
−¿Acaso no son gente?
−No, son amigos. ¿Qué me estás planteando, Peter? –gira noventa grados para mirarlo y cruzar los brazos. El jueves lo comenzó con prepotencia.
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TREINTA DÍAS
Fanfic¿En cuánto tiempo la locura y la jerarquía pueden yuxtaponerse y transformarse en amor?