Día veintiséis: Inglés

8.7K 275 113
                                    

Todo se mantiene quieto, calmo y ordenado en la casa. El único sonido que se escucha es el segundero del reloj de pared que se mueve simétricamente a tiempo. La puerta de la habitación está cerrada pero la del baño no. Todo está blanco e impoluto aunque las cerámicas del piso están un poco mojadas y la alfombra algo húmeda por el movimiento del agua que rebalsó de la bañera. Lali y Peter están adentro. Ella apoyada contra el respaldo y el pelo mojado y arrodetado muy desprolijo; él, entre las piernas de ella, con la espalda apoyada en su pecho. El agua y la espuma del jabón los cubre hasta las axilas.

−No estaba segura de querer meterse en una carrera universitaria porque sabe todo el tiempo que lleva y el estrés que tiene que acarrear... –Lali habla mientras pasea la esponja por el pecho de Peter. Él tiene la cabeza apoyada en su hombro y los ojos cerrados porque se levantaron temprano para bañarse juntos– pero al mismo tiempo está contenta porque era algo que tenía ganas de hacer hace un montón y me pone feliz.

−Va a despejar la cabeza y escapar un poco de toda su historia con Nicolás.

−Sí, es lo que le dije. Le va a hacer bien.

−¿Qué rama del diseño dijo que iba a estudiar? –es que se olvidó, a pesar de que en menos de veinticuatro horas estuvieron hablando con Eugenia en la cena mientras reían de sus nulos intentos de comer comida china con dos palillos.

−De interiores. Después va a estar un poco insoportable queriendo decorar todo pero prefiero eso antes que escucharla armar planes para derribarle la casa a la amante de su ex –y él esboza una risa.

−¿Y vos?

−¿Yo qué?

−¿No estabas estudiando letras?

−Sí, pero después dejé porque no me daban los horarios con el trabajo –y Peter abre los ojos. Quizás sintió una leve acusación– me recibí como editora, me anoté en letras pero no llegué a terminarla. Me faltarán dos años, más o menos.

−¿Por qué nunca me pediste permiso para salir antes o llegar más tarde? Sabes que no tengo problema con eso.

−Sí, pero al mismo tiempo estaba cansada y no sabía si iba a hacer capaz de continuar estudiando tanto –y con la esponja le dibuja círculos en un costado del pecho.

−Te quedan dos años, Lali. Aprovechame porque no creo que vuelvas a tener un jefe así.

−Claramente que no pero si me tengo que seguir acostando con vos para que me des días libres creo que lo voy a seguir implementando –y Peter se ríe– ¿Adivinaste lo que supuestamente sabías que te iba a pedir ayer?

−Te dije que ya lo sé.

−Entonces si lo sabés por qué no me lo decís.

−Porque estoy pensando qué te puedo apostar –pero Lali se muerde el labio y le da un pequeña palmadita en el hombro– anoche cuando te fuiste a dormir lo leí un poco.

−¿Entraste al blog? ¿Cómo sabes la contraseña si es solo de los editores?

−Soy el jefe –y tuerce un poco la cabeza para mirarla– conozco todas las contraseñas y no solamente de las páginas web.

−¿Inclusive la de las cajas fuertes?

−¿Acaso sos un personaje de ciencia ficción que se acuesta con su jefe para tomar venganza y robarle todo el dinero de su empresa?

−No pero me acabas de dar una idea –y él se ríe mientras que por debajo del agua le acaricia los costados de las piernas– no tenías que leerlo.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now