Día cinco: Sabrina

5.5K 243 21
                                    

Peter chequea su reloj pulsera y bufa. Mira la parte superior del interior del ascensor donde figuran los números de los pisos y baja los hombros cuando frena en el número dos porque había tres mujeres que tenían que bajar después de que él llegue a su planta. Ambas lo saludan con una sonrisa y se paran detrás de él. Todo muy formal y cómodo porque la mayoría de los empleados conocen a cada uno de los supervisores de cada una de las plantas. Por suerte, cuando las puertas metálicas se abren en el piso cuatro, la mayoría de los trabajadores están en sus box trabajando al mismo tiempo que se comparten mates y conversaciones que se debían del día anterior.

–Ey, ¿qué te pasó? –Gastón cruza a Peter con termo y mate en cada mano– ¿Vivís un par de días con Lali y ya empezas a llegar tarde? –y le pasa un mate.

–Sh –y succiona de la bombilla. Es que nadie sabe que el supervisor de edición de la editorial está conviviendo con una empleada por culpa de la apuesta de otro empleado– no, hay un montón de tráfico. No sabes lo que está la General Paz.

–Sí, no hace falta que me lo digas.

–¿Por qué están tan relajados? –le devuelve el mate y hace una panorámica de la planta.

–Beatriz salió hace un rato y avisó que va a volver alrededor de las cuatro.

–¿A dónde salió? ¿Por qué no me avisó?

–Calculo que por la misma razón que no le avisaste que ayer Lali tenía que recibir a los organizadores de la fiesta de mañana –y lo mira de reojo con la bombilla entre los labios. Peter lo mira sorprendido.

–¿Les contó?

–No, pero Lali estaba muy feliz porque fue supervisora por dos horas y Beatriz todavía está dando a conocer todo su odio hacia vos –pero él no se enoja, sólo esboza una sonrisa de costado. Levanta una mano para saludar a una de las chicas que se levantó de su box y también hizo el mismo gesto previamente.

–¿Llamaron los organizadores?

–No. ¿Tenían que llamar?

–Sólo si hubo cambios y si hay que confirmarlos –y Gastón saca a lucir una sonrisa hermosa de dientes blanquísimos.

–Tenés miedo de que Lali haya cambiado algo –lo afirma.

–¿Vos no tendrías el mismo miedo?

–Yo no la hubiese elegido para que reciba a los asesores, pero es decisión de cada jefe –y ceba otro mate– si solo tenían que llamar en el caso de que haya habido modificaciones y no lo hicieron, es porque Lali tampoco las hizo. Quedate tranquilo.

–Siento que hay demasiada serenidad y tengo miedo de que explote una bomba en cualquier momento –pero Gastón ríe, porque las bombas que siempre explotan son las de Lali y todos en la Editorial lo saben.

–Ah, Rocío avisó que no viene.

–Sí, ya sé. Se fue con Lali a una modista –dice tranquilo y buscando las llaves de su oficina dentro del maletín. Gastón lo mira tanto que Peter tiene que llamarle la atención– ¿Qué pasó?

–¿Dejaste faltar a Lali al trabajo porque tiene que ir a una modista? ¿En qué te han convertido, Peter? –pero él se ríe mientras gira las llaves en la cerradura.

–Pedrito –Susana aparece cuando se abren las puertas metálicas del ascensor. Es la única que se acostumbró a denominarlo así desde que tiene uso de razón y era un niño que acompañaba a su papá al trabajo los días que no iba al colegio– te están buscando –y cuando se corre a un lado, aparece la figura esbelta y bella de Sabrina. Gastón hace mucho ruido con la bombilla del mate y mira de reojo a Peter quién se quedó pasmado observando ese par de ojos celestes que una vez lo enamoraron.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now