Día once: Compañera

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Lali enciende las tres velas turquesas que están en el centro de la torta bañada en chocolate que cocinó Fernando. Con una mano la sostiene de la base y con la otra cubre las velas para que el viento no las apague. Todo está cotidianamente sereno en la planta número cuatro de la Editorial, cada uno respetando su puesto y oyendo ese mismo sonido que mezcla teclas de computadora con conversaciones. Lali aparece caminando por uno de los pasillos con la torta en sus manos y pega un chiflido que los saca a todos de eje.

–¡Qué los cumplas feliz...! –empieza a cantar para que se acoplen. Rocío levanta la cabeza y al verla tira la cabeza para atrás de la risa que le ocasiona– ¡Que los cumplas feliz...! ¡Vamos todos! –y cada uno de los compañeros de trabajo dejan de lado su labor para levantarse y empezar a aplaudir y cantar. Rocío se muerde el labio, se aleja de su escritorio y se acerca a ella tímida y llena de vergüenza. Es que nunca va a dejar de ser la nueva– ¡Que los cumplas Rocío, que los cumplas feliz! –termina de entonar y pega un par de alaridos. Le coloca la torta frente a la cara y Rocío apoya las manos en los cachetes para pensar los tres deseos.

–¡Soplá la vela! –el chiste fácil siempre es de Agustín. Peter y Victorio salen de la oficina porque el barullo los abrumó un poco. Beatriz también apareció por un costado pero a nadie le importó mucho.

–¿Mientras pensás los deseos querés que te cantemos otra? –bromea una compañera de la planta que la hace reír y que siempre toman juntas el colectivo al volver a casa. Rocío sopla las tres velas después de diez segundos más y todos aplauden y vitorean.

–¡Viva!

–Gracias –le dice a Lali que todavía sostiene la torta– no hacía falta... –y le da un abrazo pequeño. Ella le acaricia la espalda.

–Por favor. Ya sos una amiga para mí –y ella le sonríe hermosa y humana.

–Ey, feliz cumpleaños, guapa –Gastón es el primero en acercarse a Rocío para abrazarla. Ella se queda un rato con el mentón apoyado en su hombro y Lali los observa de reojo llamándoles la atención– después te doy el regalo –le susurra y ella sonríe.

–Feliz cumple, Ro –Peter se entromete después de que varios cuerpos le regalaron sus abrazos. Rocío se da vuelta porque él la llama por la espalda y le sonríe amorosa antes de darle un beso– tenemos una política de regalar un día de spa a aquel que cumple años, así que antes de irte pasá por mi oficina así te lo doy.

–Bueno, muchas gracias. No hacía falta tamp-

–¿Perdón? –Lali la interrumpe con la mirada clavada en Peter. La mayoría de los compañeros ya regresaron a sus box a continuar con el trabajo diario– ¿Día de spa? ¿Desde cuándo regalas días de spa?

–Desde siempre –responde sereno y se corre a un lado porque Victorio se acercó a saludar a la cumpleañera.

–Es la primera vez que me entero que estas regalando eso. ¿Por qué a mí nunca me tocó? –todavía tiene la torta en la mano y achina los ojos. Rocío la mira y se ríe.

–Hace tres años trabajas con nosotros y tu cumpleaños siempre cayó fin de semana.

–El año pasado fue lunes.

–Pero era feriado –Victorio está detrás de él consumiéndose en una carcajada.

–¿Podemos cortar la torta? –pregunta Agustín con la panza haciéndole ruido.

–Y pregunto, ¿no? –Lali es capaz de discutir todo el mes por un día de spa que nunca le tocó– ¿Te resultaba muy difícil entregármelo al día siguiente?

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now