Día dieciséis: Impulsos

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−¿Me puedo sentar acá? –Peter interrumpe los pensamientos de Lali en mitad de la madrugada del martes que recién estaba naciendo. Son cerca de las 03:00 AM y ella salió a respirar un poco de todo el gentío que estaba en el interior del salón.

−Por supuesto –y corre un poco las piernas, aunque haya lugar suficiente. Peter se sienta y descontractura el cuello seguido de un suspiro. Después la mira.

−¿Te pasó algo?

−No. ¿Por qué?

−Es raro verte sola y en silencio –confiesa con una sonrisa de lado y Lali se muerde el labio dejando salir la risa por los costados.

−Ya me estaba aburriendo un poco. Lo bueno es que ya se termina, ¿no? –él asiente con la cabeza y mira hacia el salón. Desde ahí puede verse un juego de luces de colores– y me imagino que mañana nos vas a dejar entrar a todos un par de horas más tarde.

−Ninguno de los que vinieron a esta fiesta estaba invitado, así que tendrán que cumplir su horario normal... aunque es obvio que van a llegar cuando tengan ganas.

−A mí me llegó la invitación así que puedo caerte alrededor de las doce. ¿Te parece bien? –cruza las piernas y achina un poco los ojos.

−Es impresionante la habilidad que tenés para manguear –y Lali hace un gesto con los ojos y las cejas porque se cree mil.

−Es un don.

−Veo –y como Lali sólo sonríe y baja la vista a sus uñas esmaltadas de negro, Peter la observa. Le llama la atención porque intuye que algo más está sucediendo y no se lo quiere contar– ¿Estás segura que no te pasa nada más?

−¿Y por qué me tiene que estar pasando algo?

−Te repito, estás muy silenciosa y es raro no estar viéndote ser el alma de la fiesta o mandándote alguna cagada con un conjunto de gerentes.

−Si tanto me conocieras sabrías que a veces necesito mis espacios para canalizar las cosas internamente.

−Y porque siento conocerte y sé que cuando canalizas las cosas me desarmas la habitación es porque te lo estoy preguntando –y ella lo mira y le sonríe. Los ojos de Peter brillan porque son claros y porque la luz de un farol le dan un toque especial. Y ella lo mira, piensa en lo que le dijo Gastón, y lo sigue mirando. Él sube un hombro y quizás si tuviera quince años sería lo suficientemente impulsiva como para adelantarse a robarle un beso, pero prefiere esbozarle una sonrisa empática– tampoco tenés por qué contarme, pero teniendo en cuenta que vivimos juntos me gustaría no encontrar nada más destrozado.

−No me pasa nada en específico, solo son... pensamientos sueltos. Quizás en algún momento los descubras.

−¿Tengo que descubrirlos? ¿No me los vas a decir vos?

−Si te los digo deja de ser divertido –él asiente y hacen una pausa. La música del interior del salón disminuyó su volumen y una voz masculina está frente a un micrófono diciendo un montón de palabras que ellos no llegan a interpretar– ¿Te puedo hacer una pregunta? –Peter asiente con la cabeza y mueve todo el cuerpo para poder mirarla de frente. Un brazo lo apoya sobre el respaldo del banco y deja caer la cabeza en su mano para que ésta la sostenga. Lali tarda en formular las palabras exactas, titubea un poco y no sabe cómo encarar esa duda que a veces le hace temblar el pulso– nada, deja...

−Ahora vas a tener que decírmelo.

−No es nada importante ni te va a cambiar la vida.

−¿Y cómo lo sabes? –Nota de autora: eso Lali, ¿y cómo sabes que no le vas a cambiar la vida si en realidad sí se la va a cambiar?– no me dejes con la duda.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now