Día veintisiete: Mutación

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Lali tiene una cuchara sopera, un vaso que oficia de portalápices y un montón de crema que sobró de una porción de pastel que estaba comiendo Agustín. Arma una catapulta en el escritorio de Rocío e intenta ubicar el punto en donde toda esa cantidad de crema impacte. Beatriz está parada en diagonal a tres escritorios de distancia observando detenidamente el trabajo que Justina le pidió que chequee antes de ser enviado. Lali afina la visión al achinar los ojos y calcula la distancia con un conteo algo extraño del que Rocío sólo se limita a reír mientras toma mate y la espía desde su silla. Es que hace menos de quince minutos se acercó a ella solo para decirle que se dedique a trabajar porque desde que la conoce que no lo está haciendo. Beatriz sabe que es mentira pero Lali también sabe que le gusta molestarla al punto de correrla de sus casillas. Y lo peor es que siempre lo consigue, por eso tuvo que ir corriendo al comedor a pedirle una cuchara a Fernando. Pero en el instante en que está por efectuar su gran tiro, la puerta de la oficina se abre y Peter asoma medio cuerpo.

−¡Mariana! –la llama. Ni siquiera se dio cuenta de lo que iba a hacer pero Lali se asustó ante el grito sorpresivo que la atacó por la espalda e hizo que la crema saliera volando hasta manchar el pantalón de Gastón que espiaba y daba indicaciones a un costado de ambas– ¿Venís un segundo a mi oficina, por favor? –y Lali tarda un poco en asentir porque primero tuvo que serenar el espasmo.

−¿Te habrá visto? –le pregunta Rocío.

−No lo sé.

−Igual ya no tiene de qué sorprenderse –agrega Gastón y Lali le hace un fuck you de camino a la oficina.

−¿Puedo pasar? –le pregunta con media cara asomada por un costado. Peter está del otro lado del escritorio y aparta la mirada de su carpeta para mirarla.

−Si te pedí que vengas es porque necesito que entres. A no ser que conversemos con la puerta de por medio.

−Qué gracioso te levantaste hoy, eh –ella cierra la puerta y él sonríe– hablando de levantarse, ¿por qué no estabas cuando me desperté?

−¿Me estás vigilando?

−¿Tendría que hacerlo? –ella se sienta en el sillón individual que está del otro lado y cruza brazos y piernas al mismo tiempo.

−No y tampoco te di motivos para que lo hagas. Incluso ninguno de los dos dio los motivos cuando decidimos no involucrarnos más allá –más allá de lo sentimental.

−Te estás tomando muy a pecho todo lo que acordamos y creo que un poco me asusta –pero él se ríe hermoso– ¿Para qué me llamaste? ¿Hice algo?

−Sí, pero antes de contarte el para qué te llamé me gustaría saber que estabas haciendo con esa cuchara.

−Mmm... un experimento –se hace la desentendida al mirar hacia otro lado.

−¿El experimento era cuán lejos podía volar la crema o el efecto de gravedad que tendría al caer sobre Beatriz? –y saca un sobre blanco de un cajón.

−¿Qué onda? ¿Vos tenés algún súper poder sobre natural con la visión? ¿Sos súper eyes? Sos eso o tenés cámaras ocultas para espiarnos las veinticuatro horas.

−No estoy a favor de las cámaras ocultas y deja de hablar en inglés porque no vas a aprender a dominarlo en veinticuatro horas –pero ella se muerde el labio– tomá... –y le entrega el sobre.

−¿Qué es? –lo recibe con sospecha.

−Me lo habías pedido hace un tiempo y hoy a la mañana me encontré con un amigo que labura en la productora que organiza sus shows –Peter habla mientras Lali abre el sobre y descubre dos entradas– hace un tiempo le hice un par de favores y como me pidió que le pida algo en son de agradecimiento le encargué dos entradas y hace un rato se las dejó a Susana.

TREINTA DÍASWhere stories live. Discover now