Epílogo: Promesas

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El centro de estética que lidera Eugenia está en su mejor auge porque es sábado del segundo día del nuevo año y muchas mujeres deciden comenzarlo y afrontarlo de una manera distinta, y siempre una de esas primeras formas es con un cambio de look. Quizás un corte de pelo o una nueva manicure no va a ayudarte a lograr grandes modificaciones, pero algunas lo ven como un factor primordial porque esa pequeña alteración estética te diferencia de la anterior que dejaste en el año pasado. Pero Eugenia no se pone a debatirlo con sus clientas porque sólo quiere atender y generar más ingresos. Ella está muy concentrada terminando de enjuagar el pelo de una mujer que después pasará al sector de peluquería, mientras la canción hit del verano suena por vez número treinta y cinco en la radio y la baila zarandeando las caderas con la misma energía que la primera vez que la escuchó. También la canta un poco mientras mueve los dedos al compás de la melodía utilizando el cráneo de la clienta como si fuese un piano. Pero cuando levanta la cabeza y abre los ojos –es que estaba muy compenetrada en la canción–, se encuentra con Lali parada en el medio de la puerta, interrumpiendo el paso, con los brazos cruzados y su rostro serio que dice mucho más que sus palabras.

−¡Ey, hola! –Eugenia le sonríe un montón al reencontrársela. Es que hace mucho que no se ven– qué lindo verte por acá. ¿Escuchaste el nuevo tema de Bruno Mars? Está rompiendo todas las discotecas –pero Lali solo se limita a mirarla. Ni siquiera gesticula con alguna parte de la cara– creo que volvería a un boliche solo para bailar ésta canción y después volverme a casa... aunque, bueno, si alguien se atreve a tirarme un poco de honda tampoco me molestaría. ¿O no, Marta? ¿Qué pensás? –Marta es la clienta que está sentada y a la que le está enjuagando el cabello– igual vos estás casada, tenés tres hijos y tu opinión no cuenta pero ¿cuántas veces te dije que estaba soltera y ni siquiera tuviste la capacidad de comprensión para hilvanar informaciones y presentarme a uno de tus críos? Está permitido salir con el hijo de una clienta ¿no? –y gira la cabeza hacia Lali– ¿Qué te pasa que tenés esa cara? ¿Desayunaste vinagre? –la susodicha se muerde la lengua– hace un montón que no nos vemos y mínimo me gustaría que me saludes con un "hola". Ni siquiera te estoy pidiendo una fiesta, un beso o un abrazo. No nos vemos desde las fiestas y tu alegría está dejando de ser contagiosa –pero Lali sigue ahí, inerte, con sus brazos cruzados aunque ahora agregó un movimiento de pie que significa impaciencia– ¿Por qué no hablas? ¿Tu jefe te comió la lengua? –y se ríe de su propio chiste– okey, ya no me está gustando esa mirada que nunca significa nada bueno. ¿Qué te pasa? ¿Hice algo malo? Porque cada vez que me miras así es porque me mandé una cagada o porque me olvide de alg-¡Tenía que ayudarte a armar las valijas! –y se acordó. Por eso abrió mucho los ojos y casi quiebra el cuello de Marta al presionarle la cabeza. Lali revolea los ojos, da media vuelta y se va– ¡Ingrid, terminale la peluca a Marta! –grita mientras se saca las manos y corre detrás de su amiga.

Lo que Eugenia tiene de hermosa también lo tiene de despistada y por eso no mantuvo en su consciente que hace cuatro días hablaron por whatsapp y, después de preguntarse cómo estaban y de hablar banalidades, Lali le pidió que antes de irse a España quería verla y una buena excusa era ayudarla a armar las valijas. Nota de autora: y con ayudarla me refiero a que Eugenia le cebe mates mientras la ve doblar la ropa.

−¿Las clientas que piden ser atendidas por vos no reniegan después cuando se las derivas a otras? –Lali descuelga ropa de su placard y Eugenia está sentada en un rincón de la cama con mate y termo en mano, y la valija abierta ocupándole todo el colchón.

−Algunas sí pero bueno, tengo dos manos y no puedo con todo. Para eso hay un libro de quejas.

−¿Y las lees?

−No –confiesa y Lali ríe.

−¿Cómo pasaste las fiestas? Me contó tu mamá que no dejaste de comer desde que pusiste un pie en la terminal de micros.

TREINTA DÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora