Capítulo 7

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La oscuridad me impidió verle el rostro, sólo sentí sus brazos rodar mi cintura, lo abrace por el cuello y respire con más tranquilidad oliendo el perfume que siempre usaba.

–¿Qué haces aquí? –susurre aún abrazándolo–. Porque no me habías buscando, donde te metiste.

–No es momento de preguntas Angie, es hora de irnos –me tomo de los codos ayudándome a levantarme. Miro a ambos lados intentando reconocer el camino de vuelta.

–Hacia donde vamos –grite a causa del apretón que me daba. Comenzó a correr jalándome del brazo, podía ver luces brillar, estábamos cerca del instituto.

La gran puerta estaba abierta cosa que me sorprendió porque normalmente estaba cerrada. Al dar un pasó hacia enfrente Joel retrocedió.

–¿Qué pasa? –pregunte.

–Este no es mi edificio, tengo que irme antes de que se anochezca más de lo que ya está, te juro que volveré por ti y nos iremos de aquí –intente acercarme a el pero alguien fue más rápido y lo tomo de un brazo.

–Nadie se irá a ningún lado, entren ambos –soltó la directora, un hombre más se acercó, venía en mi dirección. Joel intentaba zafarse del agarre del tipo pero no podía.

–No te atrevas a tocarla –gruño enojado.

Al tipo pareció no importarle y me tomo de la misma manera que sujetaban a Joel, estaba tan asustada. Que estaba pasando, porque nos trataban así, sólo somos alumnos.

–Me lastimas –me quejé, la directora hizo una seña y el tipo comenzó a caminarme jalándome más fuerte. Sentía mi pulso acelerarse, no podía gritar, era como si me hubiese quedado muda.

–Tu decides –hablo el tipo mientras me empujaba dentro de una habitación. Caí al suelo golpeandome las rodillas, intente levantarme pero me dolía mucho. Oí un golpe más y después la puerta se cerró. Estaba oscuro, tan sólo la luz de la luna iluminaba esto.

Un golpe, dos golpes, se escucharon dentro de la habitación, había alguien más aquí.

–¿Hola? –susurre con miedo, no sabía quien era y podría ser alguien no específicamente bueno.

–Dios mío, Angie –sentí una ola de alivio recorrer mi cuerpo, se arrodilló a mi lado y con su mano derecha en mi barbilla hizo que levantara la mirada.

–Que esta pasando aquí...

–No lo se Angie, no lo se –me apego a su cuerpo abrazándome. Sus manos se dirigieron hasta mis rodillas–. ¿Qué te ha pasado ahí?

–Me he golpeado cuando el idiota me empujo aquí adentro –Joel me miro con confusión y después regresó la vista a mi rodilla.

–Imbécil –susurro–. Juro que cuando salgamos de aquí matare a ese tipo.

Se levanto del suelo y comenzó a inspeccionar el lugar, miro cada rincón de aquí o por lo menos lo que se podía ver.
De la nada las luces del cuarto se encendieron, dañando mi vista. Cerré los ojos y intente poco a poco acostumbrarme a la luz.

–¡Bingo! –grito Joel, se acercó a mi y volvió a arrodillarse–. Encontré el botiquín.

–Oh, no. Ni se te ocurra Pimentel –lo fulmine con la mirada pero pareció no importarle.

–Mira como tienes tu rostro, está lleno de cortadas, como ha pasado eso? –suponía que fue en el bosque, era lo más probable.

–Bosque... –el asintió y tomo un algodón con alcohol. Se acercó más y lo pasó por mi rodilla sin que me diera cuenta–. ¡AHHHHH!

Solté un grito, ardía como los mil demonios. No tenía alguna expresión en su rostro, sólo miraba mi rodilla y el algodón.

–Creo que eso es suficiente muchas gracias –el me ignoro y siguió su papel de doctor.

–Ahora si está listo –se levanto y depósito las cosas en su lugar. Se sentó en una silla que estaba a la esquina.

–¿Cuanto estaremos aquí?

–No lo se Angie, si supiera te lo diría –lo fulmine con la mirada. Se estaba comportando grosero, como solía ser.

Me di la vuelta dándole la espalda, tenía problemas de actitud.

El mismo timbre sonó indicando que eran las doce de la noche. Me abrace a mis rodillas sabiendo que apagarían la luz en cualquier momento. Y si, ahora estábamos a oscuras de nuevo.

Me pare del suelo tambaleándome un poco, me acerca a la pequeña ventana para por lo menos tener un poco de luz. Sólo daba la vista hacia el bosque, abra llegado Jaz? Estará bien... Joder, no entiendo que fue lo que pasó ahí.

Una lágrima se resbalo por mi mejilla, pronto los sollozos se unieron a mi llanto.

–¿Angie estas bien? Que pasa –se acercó a pasó rápido a mi. Gire la cabeza sin verle, ahora pretendería que no pasaba nada–. No me importa que no me hables, igual estaré aquí. No llores preciosa, te cuidare y nadie te pondrá la mano encima, de eso me encargó yo.

Insane |Joel PimentelWhere stories live. Discover now