30. Algo temporal

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Joel Pimentel

Estábamos fuera de la habitación donde estaba internada, Angie. Los cables de su respirador habían fallado, me lleve un gran susto pero lo bueno era que sólo fue eso, un susto. Ella estaba bien y ahora mismo se estaba cambiando para salir de aquí.

–¿A dónde iremos? –dijo una asustadiza Jaz quien seguía en los brazos de Christopher.

–Lejos de aquí, lejos –murmuré.

No despegaba la vista de la puerta, no podía dejar que alguien más la lastimara, había sido tan estúpido de dejar que eso pasará veces anteriores.
La puerta se abrió, me levanté rápidamente y le di un cálido abrazo.

–Lo siento tanto, de verdad –susurré en su oído. Sentía que había sido mi culpa, le había dicho que fuera y eso fue lo que había hecho.
Le hice una seña a los chicos, pronto nos estábamos encaminando al auto que horas atrás habíamos rentado.
Sentí a Angie apegarse más a mi, tenía los ojos cerrados y caminaba a ciegas literalmente.

–¿Pasa algo? –me detuve un momento, los chicos siguieron avanzando.

–Joel... Al-alguien desconecto la máquina, vi a una persona entrar justo antes de que... –no la deje continuar cuando la tenía de nuevo en mis brazos.

–¿Viste su rostro?

Ella negó.

–No dejare que nada malo te pasé. ¿Entendido?

–Si.

Subimos a la camioneta como pudimos, no era tan grande por lo cual estábamos algo apretados.

Christopher iba de piloto y a su lado estaba Jaz. En los asientos traseros estaban Richard, Zabdiel y yo. Angie descansaba en mis brazos como si de una bebe se tratará.

Aún no sabíamos cual era nuestro próximo destino, sólo sabía que teníamos que irnos lo más lejos posible de aquí, todo el lugar parecía estar maldito, fuera de si. La autopista estaba desolada, pareciera como si nadie hubiese pasado por aquí en meses.

–¿Todo bien? –preguntó Zabdiel en dirección a Angie. Pero parecía haberse quedado dormida, solté una risita y el se volvió a recargar en su asiento.
Todo esto era tan confuso, si me hubieran dicho hace meses que estaría en un internado de locos, que viviría asesinatos y muertes, que estaría huyendo por todo el país para lograr salvarme. Probablemente hubiera tachado a la persona por loca y demente, pero no. La realidad era otra, esto era real, de verdad estaba pasando.
Iba a extrañar a mi familia demasiado, no podía volver, eso significaría ponerlos en peligros y no era tan egoísta para hacer eso. Todos los chicos sabían que no verían más a sus familias, tan sólo estaríamos nosotros, formaríamos nuestra propia familia, de hermanos y hermanas.
Aún faltaban dos chicas más, la hermana de Zabdiel y su amiga, la mala noticia era que no hubo tiempo, no hubo tiempo de sacarlas con vida de aquel internado.
Nuestro internado vecino, el primero que pise. Resulta que no se cambiaron de lugar, no cerró por falta de alumnado, la única y principal causa de eso fueron los asesinatos cometidos ahí. Más de seiscientos alumnos murieron en ese lugar, pocos vivieron para contar la terrible experiencia. Eso mismo nos iba a pasar a nosotros, exactamente lo mismo. Gracias al cielo que pudimos salir a tiempo, pudimos salir con vida y ahora lo único que nos faltaba era encontrar un hogar. Encontrar un hogar y mantenernos escondidos, sólo por algún tiempo, hasta que pasará todo este misterio sin resolver.

–¿Un hotel? –pregunté al ver como Christopher aparcaba fuera de uno.

–Motel –corrigió sacando las llaves.

–¡¿Qué?! Eso es peor –se quejó Richard, me mantuve de acuerdo con el, era una locura.

–Amor, despierta, ya llegamos –moví a Angie entre mis brazos, poco a poco fue abriendo los ojos.

–¿Qué pasó? –se acomodó sentándose en mis piernas, estiro sus brazos y soltó un bostezo.

–¿A dónde?

–Sólo bajemos –pedí. Ella sintió y salió de la camioneta. Sentí un peso menos, mis piernas estaban completamente dormirás, con dificultad baje sintiendo todo el cosquilleo.
A unos metros esperaban los chicos de brazos cruzados, Christopher seguía viéndome de mala forma. ¿Algún día le agradaré a ese tipo? Después de todo sería mi cuñado.
Richard se adelantó a pedir las habitación, serían dos en total.

–¿Dos habitaciones? –murmuró la señora viéndonos raro–. Oh, ya entiendo. ¿Trío?

Dijo picarona, mis ojos se abrieron como platos al escuchar eso.

–¡¿Qué?! –grito Richard–. Jamás vuelva a decir eso.

Se veía perturbado y asqueado, pues quien no lo estaría si le digieran eso.
Tomo las llaves de mala gana y subió las escaleras rápidamente, todos lo seguimos. Unos aguantaban la risa mientras que otros simplemente se mantenían serios ante la situación.

–Yo pido a Zabdi –corrió mi chica a su dirección dándole un gran abrazo.

–¡Y yo a Rich! –le siguió Jaz. Mire a Christopher desconcertado, estaba de igual forma que yo; celoso.

–Bien, pues vamos –dije bordé. Camine hacia la habitación sintiendo sus pasos detrás mío.

–¿Crees que se haya enfadado? –oí un murmuró.

–No lo creo, lo esta –afirmaron.

–¿Saben que los escucho? ¿No es así? –dije mientras abría la puerta de la habitación. Dejé caer una de las maletas en la cama y el resto las acomode en el suelo.

–¿Sólo dos camas? –pregunto confundida.

–Si, tendrás que elegir con cual... –no me dejo terminar cuando sus labios devoraron los míos.

–Contigo, obviamente –murmuró aún en mis labios. Sonreí con satisfacción, pronto unos cantos interrumpieron nuestro momento.

–¿Ya acabaron? Quiero ver la televisión –se lanzó en la cama y tomo el control remoto. Imitamos su acción y pronto se dejaron ver los canales, no había muchos.

–Pero que...

Por instinto tape los ojos de Angie rápidamente.

–¡PORNO! –grito Zabdiel asqueado mientras lanzaba el control al suelo.

–¡Zabdiel! –me quejé. Lance un cojín en su dirección y rápidamente corrió en busca del control de nuevo.

–Creo que lo he perdido –murmuró. Los gemidos no se dejaban de escuchar y pronto aumentaron más.

–¡Desconectala! –grite enfadado. Corrió hacia los enchufes y así lo hizo.
Solté tranquilamente a Angie, ella sólo reía por lo anterior.

–Bien, si no hay televisión pues tenemos teléfonos –comentó, sacó el celular de su bolsillo y le dio unos cuantos golpes a la pantalla–. ¡Sin batería!

Exclamó, se dirigió a su maleta y sacó un cargador. Dudaba mucho que fueran de los originales, se acercó al enchufe y al momento de hacerlo una chispa salió de ahí.

–¡ZABDIEL! –gritamos todos al mismo tiempo, la electricidad se había ido por completo, al parecer la de todo el motel se había ido.

–Lo siento –murmuró apenado.

Insane |Joel PimentelOù les histoires vivent. Découvrez maintenant