Highway to hell

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Apenas suena el timbre de salida y tengo que alcanzar a Alex afuera del salón.

 ―¿A dónde crees que vas?

 Alex se detiene.

 ―Por ahí―responde encogiéndose de hombros.

 ―Me refiero a que tenemos que planear la maqueta. Cómo la vamos a hacer, comprar los materiales, reunirnos...

 ―Espera ¿no ibas a hacer tú todo?

 ―Pues no. Es un sabotaje pero vamos a hacerlo juntos.

 ―No, no, no. Tu no entiendes, no es mi estilo. Si empiezo a hacer la tarea, ¿qué van a decir de mi?

 ―Verás, me tiene sin cuidado tu estilo, o lo que digan de tí.

 ―¡¡Apúuurateee!!―vociferan sus amigos.

―Como quieras yo no voy―responde y empieza a caminar.

Pienso que quizá no es tan mala idea no ir a comprar los materiales, ni hacer el trabajo en absoluto.

Lo que yo quiero precisamente es demostrar que Alex y yo no funcionamos como equipo.

Me preocupa llegar a la fecha de la feria escolar con las manos vacías. La solución podría ser echarme a llorar y culparlo de todo a él.

Es mucho más probable que me crean a mi que a Alex.

―No voy a ser tu mamá y andarte apurando, piensa que si "sale todo mal" es más creíble que no entregar nada.

Alex mira a sus amigos que ya van lejos y luego a mí.

―¡Al rato los alcanzo!―y a continuación, aún en la distancia, sueltan un burlesco "uuuuuh" que lo hace entornar los ojos.

Así que todo nos lleva a este punto. Alex y yo esperamos el autobús en una esquina.Estamos rodeados por compañeros de distintos grados, gritan hablan, se empujan y ocasionalmente nos mecen en nuestro sitio sin que podamos hacer nada. Alex sólo necesita ladear la cabeza para que se aparten.

Cuando el autobús se detiene, Alex pasa primero y los demás le abren paso sin chistar.

―Sube tú.

―No, tú.

―Ni loca―dice una chica.

―¿Vas a venir o no?―me pregunta asomándose por la puerta―.Esta ruta nos lleva.

Me siento en la necesidad de dar una explicación a la multitud que contiene el aliento, sonrío nerviosa y abordo despacio, sintiendo que cada peldaño rechina. Voy detrás de Alex notando cómo los demás no creen lo que ven sus ojos. Una chica promedio como yo andando con un delicuente juvenil.

Tardan en abordar.

―Pido la ventana―digo corriendo al antepenúltimo asiento.

―Yo también.

―Es imposible, no podemos sentarnos en el mismo... oh...

Alex se sienta atrás y sube las piernas en el otro asiento.

Cuando el autobús está repleto arranca y veinte minutos más tarde nuestra fila de asientos se va quedando vacía. Se siente un poco de alivio con el aire que entra por la puerta trasera desvencijada y a medio abrir.

―Entonces ¿cuál es tu cosa?

―¿Mi qué?―digo dándome vuelta para descubrir que está rayando el asiento con un marcador permanente, y enseguida me tapo la nariz.

Si pudiera odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora