El "no-paseo"

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Con el cuerpo molido y preocupada por el despido de mi padre, sobrevivo a la semana como un zombi. En la clase del profesor Miranda apenas levanto una ceja cuando anuncia que debemos empezar con nuestra maqueta y en general a preparar maletas para la convención.

Probablemente esté en un bache emocional de aquellos, ya que la idea no me entusiasma en absoluto. Y puede ser que los juegos del Calambre, el despido de mi padre y tener que arrastrar a Alex lo más lejos de Carmina ya me está pesando demasiado.

—Oye―me interrumpe Alex al final de la clase de inglés, y dándome golpecitos en el hombro con un lapiz―.Préstame tus apuntes, se me pasaron.

En algunas clases él se sienta en el fondo con sus amigos, así que a veces se acerca a preguntar cosas.

Sin verlo se lo paso por la espalda, me da un simple gracias, pero se devuelve a medio camino.

―¡Pero si no has anotado nada!

―¿No?

Inclina el cuaderno y empieza a pasar las hojas mostrándomelas.

―Mira: rayones, rayones, monitos, rayones, notas a medias, ¡más rayones!

―Se me pasaron―contesto pasándome la mano por los ojos.

Entonces Alex, nada satisfecho con la respuesta acerca una de las bancas y haciendo mil muecas de dolor se acomoda en una.

―Si te sientes mal deberías ir a la enfermería.

―Estoy bien―respondo recargando la cabeza en la mesa del pupitre.

―Yo creo que no.

―Se me va a pasar―respondo con la mejilla aplastada.

Luego de un rato abro un ojo y descubro que sigue aquí.

―Dije que voy a estar bien.

―Con ese entusiasmo no me queda duda, yo sé que es lo que te hace falta.

―Ah por favor dime, debes conocerme mejor de lo que me conozco a mí misma―digo levantando la cabeza.

―Bravo, ya te pusiste a la defensiva, es buena señal.

Reprimo un gruñido.

―A ver, dime ¿cuál es tu cura milagrosa?.

Acercándose un poco, habla en tono misterioso.

―Vamos atrás de las canchas para que te enseñe.

―No estoy de humor para bromas de doble sentido.

―¿¡Pero qué te pasa!? ¡Eres muy mal pensada!―enfatiza―. Estaba hablando de otra cosa muy diferente.

―Entonces, la próxima vez no pongas esa cara cuando tengas algo que proponer.

Alex agarra mi mochila y de un sólo movimiento guarda mi cuaderno y los demás útiles en mi banca.

―Deja de parlotear.

―¿Qué haces con mis cosas?

―Las secuestro, y también te secuestro a tí, al menos por una hora.

Me acerco y le hablo en voz muy baja.

―Estás loco, no podemos saltarnos las clases así nada más, menos ahora que somos la promesa escolar que todos esperaban.

Él cierra los ojos, fingiendo un tono autoritario.

―Eres mi rehén ahora, y los rehenes no tienen permitido oponerse.

Si pudiera odiarteOnde histórias criam vida. Descubra agora