Let's get physical

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Porque nada en la vida dura para siempre, me veo obligada a asistir a la siguiente clase de deportes. Con tremenda flojera muevo los brazos para el calentamiendo, bostezando cada vez que puedo.

Desde la fila de los chicos Alex también bosteza hasta que uno de sus amigos lo empuja y el regresa el empujón, y luego todos empiezan a empujarse entre sí riendo como idiotas.

Volteo hacia el lugar donde está Daniel y al verlo tan concentrado en las instrucciones del profesor, me convenzo que la diferencia entre él y Alex es del cielo a la tierra.

―Den cinco vueltas a las canchas―dice el profesor balanceándose hasta la sombra de un árbol y arrastrando un saco de balones de basketball.

El resto de los compañeros corre a toda velocidad, pero yo prefiero trotar a mi ritmo, una vez que terminas de dar las vueltas el profesor pone a los capitanes a armar los equipos y como me escojen hasta el final, y soy de la banca, no tengo prisa.

Alex, Gus y sus amigos se me emparejan a la misma velocidad.

―Sigue así y vas directo a la maratón―dice.

―Si no es la maratón del pavo no me interesa.

Cada año, antes de salir de vacaciones decembrinas, mi escuela solicita el cierre de las calles circundantes. El premio para el ganador de la carrera...pues es un pavo.

―Bueno, hay que tener motivaciones en la vida―responde bajando la velocidad.

―Comer también es un deporte...eh... ¿no podrías ir más lento?―digo volteando hacia atrás.

―Si puedo―responde trotando más despacio.

El resto de la clase pasa junto a nosotros en una feroz carrera, tratando de llegar primero a la segunda vuelta.

―¿Ana te sientes bien?―pregunta Daniel casi deteniéndose para ir a mi paso.

Su lindo cabello está pegado a su frente y tiene las mejillas un poco rojas por el esfuerzo.

―No pasa nada―contesto un poco avergonzada por mi pereza.

Alex se empareja, interponiéndose.

―¿La quieres cargar en tu espalda o qué?―dice.

Le propino un codazo que saca chispas y nos aturde a los dos. Gritamos y empezamos a darnos manazos eléctricos. Daniel ya no está para cuando volteo.

―¡Deja de ahuyentar a mi amor platónico! Te estás portando como el mal tercio―digo dando un pisotón sobre la cancha polvorienta. Me ahogo con la nube de polvo que se levanta pero me aguanto para mantener firme mi actitud de molestia.

―El burro hablando de orejas.

Se supone que él no sabe que lo hago a propósito así que finjo demencia.

―Allá tú si vas a soportar a ese acosador sexual―dice adelantándose a mí.

―Si necesito un guardaespaldas yo te digo―le grito.

No sé qué le pasa a Alex que al menor pretexto se pone cerca de mí cuando Daniel está cerca. Y además le lanza miradas asesinas.

―Te digo que es un maniático― me insiste cuando los demás se ponen a tontear con los balones en la cancha, aprovechando que el maestro va por un sandwich a la cooperativa.

―Cómo eres terco, míralo, no mataría ni a una mosca.

―Esos son los peores, sí le das mucha confianza te matará cuando menos lo esperes, wiii wiii wiii―dice, imitando el sonido de la película Psycho y fingiendo que apuñala mi espalda.

Si pudiera odiarteWhere stories live. Discover now