Correr o morir

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Al final tuve que recordarle a Alex que sacara la cantidad exacta de mi boleto del pasaje. De paso, sin que se lo pidiera, agarró dos latas de soda.

Pudimos comprar y pagar sin mayor problema pero creo que mi expresión delataba que estaba ocultando algo.

Presa del pánico camino hacia la próxima parada de autobús, sintiendo que la bolsa de plástico con los materiales tiene un letrero en luces neón que dice: "mercancía robada, bueno, no robada ya que no fue robada de la tienda, pero el dinero es mal habido"

Mientras espero, con Alex a un lado de mí bebiéndose tranquilamente su soda, veo que el sitio está quedándose un poco solo. Compruebo la hora en el celular, son apenas las ocho de la noche. Para mis estándares es tarde. Sobre todo lejos de casa y sin nadie de confianza.

Pregunto a uno de los supervisores.

―El autobús se salió de la ruta, el que pasó hace diez minutos era el último―responde el supervisor revisando su tabla de horarios.

―¿Y ahora que voy a hacer aquí en medio de la nada?

―Caminar al centro, debe haber un autobús que te deje cerca. Y que sea rápido, de verdad tengo cosas qué hacer―sugiere Alex.

Las calles se ponen cada vez más oscuras. Va a tomarnos una hora más o menos llegar.

―¿Lo que vas a hacer tiene que ver con una chica? Te ves muy apurado.

―No todas las cosas giran alrededor de "citas"

―Hay más en mi cabeza que "citas". Me pareció sospechoso, nada más.

―Entre menos sepas de mí mejor.

― Ahora te haces el misterioso. Apuesto que eso impresiona a tu chica secreta.

―Cómo quisiera deshacerme de tí de una vez―gruñe―. Más vale que tu plan funcione porque no soportaría todo el semestre de esto.

En una esquina hay un billar y afuera de este un grupo de chicos. Bien podrían ser parte de los amigos de Alex.

―Mejor, vámonos por otro lado―murmura.

―¿Por qué?

Antes de que me conteste...

―¡Qué milagro que nos visitas, cucaracha!―dice un muchacho de gorra, sin embargo su alegría parece malsana.

―Chino―saluda Alex con un tono seco.

―Se me hace raro verte por aquí, tan solito.

Esta palabra parece hacerle mucha gracia a los otros.

―Me las arreglo así, solo.

―Vamos a ver, vamos a ver...

Chino se acerca demasiado, casi puedo adivinar que lo que busca en su bolsillo trasero es una navaja. Alex parece darse cuenta.

―Vengo acompañado―advierte Alex.

―Ajá, ajá, ya vi. ¿Y a mí qué?

Como ésta no es la clase de atención que disfruto me hice diminuta detrás de Alex.

―Qué no eres tan imbécil como para querer partírmela enfrente de un testigo.

―Me vale―dice Chino y agarra a Alex por el cuello de la camisa.

Me tapo los oídos y sigo resguardada detrás de él, no muy cerca, por aquello de la corriente eléctrica.

 ―Tú sabes que me la debes―dice el sujeto con la mandíbula muy tensa.

Si pudiera odiarteWhere stories live. Discover now