Fuga

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La expresión de Alex no necesita palabras, quiere saber qué hago aquí.

Salto de la bocina y caigo junto a él.

―Es el último lugar donde esperaba verte―grita cerca de mi oído.

Me encojo de hombros y recordando que Carmina viene hacia acá, lo tironeo de su camiseta detrás de una improvisada galería de arte urbano-gótico.

Lo empujo hacia una pared, todavía sujetándolo de la camiseta a una distancia muy corta.

―Mira esto―digo señalando a su lado donde hay una pintura que muestra una cabeza de muñeca sin cabello y cubierta por alfileres―¿En qué crees que estaba pensando el que lo pintó?

―En lo mucho que todavía odia las muñecas de su hermana... ¿y estamos aquí porque...?

Además de nosotros hay una pareja de novios en una esquina besándose de lengua, hacia donde Alex voltea en busca de respuestas.

―Eh... porque...

Estira su cuello en mi dirección a la espera.

―¿Será lo que estoy pensando?―dice con una gota de sudor corriéndole por la frente.

No sé qué está pensando, a mí sólo se me ocurre una explicación.

―Es que hay un sujeto acosándome.

―¿Quién?―dice dando un paso fuera de la galería y yo lo jalo de nuevo.

―No importa, mientras no me vea otra vez.

―Eres muy ingenua, estos sujetos son capaces de todo. No son como la gente que conoces.

―Bueno, no fue la gran cosa.

―¿Te metió mano? ¿Cómo es?―dice golpeando el puño contra su palma.

Me asomo y veo Carmina merodeando cerca de los amigos de Alex.

―Ven, yo te digo quién es.

Alex va tras de mi con cara de matón, buscando en todos los rostros masculinos a mi potencial manoseador.

A mí lo único que se me ocurre es encontrar a Clara y llevarnos a Alex lejos de aquí ¿con qué pretexto?

Y justo la encontramos bailando frenéticamente sin que nadie alrededor se percate. Entonces cuando hace su complicado paso de baile (el mismo de la fiesta del muelle) se le dobla la pierna desplomándose como una muñeca de trapo.

―Zas―murmura Alex.

―Madre mía―grito corriendo a su lado y luego me arrodillo, igual que Alex.

―¿Te puedes levantar?―le pregunta él.

―Oh no, otra vez me duele el tobillo, ese paso está maldito―dice mirándome de forma suplicante―¿Por qué? ¿Por qué?―solloza.

En lo que Alex sigue averiguando qué tan mal está, yo aprovecho para asegurarme que Carmina no se acerque.

Como tiene que ser, ella está a unos cuantos metros de nosotros y empiezo a temerme lo peor. Alex sabrá que yo vine con Carmina, no creo que decirle que olvidé mencionárselo vaya a funcionar.

Entonces la salvación viene entrando por la puerta grande, por así decirlo.

―¡La policía!―grita alguien desde una de las rampas

―Ah, pero no creo que sea para tanto porque...―empiezo a decir y otro grito me interrumpe.

―¡Corran!

Si pudiera odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora