Los Otros

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No me jacto de ser una princesa de la zona residencial de la ciudad. De hecho mi vecindario no es una belleza, aunque tampoco un agujero como este.

Alex vuelve a llamar a la puerta de madera descascarada de un conjunto de apartamentos . Nadie responde salvo el volúmen altísimo que proviene del interior.

Conseguimos eludir a los pandilleros y logramos llegar a la casa de Gustavo alias Gus, uno de sus amigos de la escuela.

Yo ya estaba distraída pateando el piso y Alex golpeaba la puerta con un lado de la cabeza y los brazos laxos. Por más que había gritado Gus no abría.

―¡Gus! ¡Abre animal, necesito entrar al baño!―bramó golpeando con los puños.

―Ugh, guárdate tus intimidades por favor.

―Lo hice cuando me aguanté de hacer en el callejón, sólo por ser "educado".

―Hacer pipí en la vía pública es también un delito, por si no lo sabías se cataloga como falta a la moral.

―Ja, queridita, dime algo que no sea delito ¡Guuuus!

―Sin mencionar que habrías sacado, eh... tu parte y no te habrías podido lavar las manos―tiemblo del asco.

―Mi parte... ¿vamos a hablar de mi zona genital así cómo así?

―¡No! ¡Cielos no! Es asqueroso.

―Es extraño que lo menciones pero ¿sabes que Daniel también tiene uno, no? A menos claro que la naturaleza le hiciera una jugarreta.

―¡Cállate! No metas a Daniel en esto.

―Y supongo, no estoy muy seguro, de que también ORINA y va al baño como todo el mundo.

―¡Basta!

―Ni se diga de los gases, los mocos...

―¡Nooo!

―¿Qué pasa te estoy arruinando tu fantasía? ¡Guuuuuuuuuuus!

―Si, lo estás arruinando para mí, porque sé que él tiene modales y es caballeroso y discreto.

―Déjame ahorrarte la sorpresa para cuando te cases.

Sin pensarlo dos veces le pico el hombro con el índice, y los dos brincamos por la descarga.

―Auch, no hagas eso.

Y lo vuelvo a hacer.

―¡Aaah!―gritamos a la vez y nos frotamos la cara.

―No hasta que te disculpes por lo que dijiste.

―Dije la verdad―responde y ahora el pica a mí.

―¡Ay!―chillo―.Vas a ver.

Los dos nos atacamos y forcejeamos por lastimarnos lo más posible. Nadie habla de mi Daniel de una forma tan horrible sin recibir una lección.

Me siento completamente aturdida y desesperada, sin embargo es bueno saber que aunque me lleve unas buenas sacudidas, Alex también.

Trenzados en nuestra lucha encarnizada, logramos aplastar la palma del otro justo en la mejilla y la empujamos tanto que nuestros labios están chuecos.

―Aaaaaghh...―nos quejamos de forma espantosa y justo entonces se abre la puerta.

Gus está parado con la mirada somnolienta, el cabello alborotado y no trae camisa.

―¿Eh? ¿Quién habla?

Cuando nos soltamos, Gus sigue mirándonos aletargado.

―¿Alex?

Si pudiera odiarteWhere stories live. Discover now