Preparativos

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Llego a la escuela cojeando de un pie y nada más entro al salón Alex, que es la última persona que debe darse cuenta de esas cosas, me hace una oportuna observación.

―Clara nos va a contagiar a todos―dice, y yo le pego en el hombro con el libro de matemáticas.

―Pisé mal cuando salí de casa.

Supongo que debería explicar lo que ocurrió en el almacén y cómo es que quedé en estas condiciones.

La última vez que Alex supo de mí yo estaba colgada de un neumático. Pues bien, logré llegar al final de ese obstáculo luego de aferrarme con uñas y dientes a cualquier cosa que pudiera aguantarme.

Carmina y yo llegamos a la parte final de la carrera, y descubrimos con horror cuál era el reto final.

Debíamos bajar en una bicicleta, una rampa con una pendiente casi vertical, luego subir y aprovechar el impulso para saltar un abismo y llegar al otro lado.

―Tu eres más alta y más fuerte que yo―le dije―.Tu deberías pedalear y yo me voy en los diablitos.

―Ah, no se va a poder, verás, nunca aprendí a andar en bicicleta.

Después de semejante confesión ¿qué podía hacer yo? ¡Pues lo más razonable! Montarla yo misma.

Me asomé sólo para ver el despeñadero. Claro que un golpe como ese iba a doler si es que no nos fracturábamos el cráneo.

―Ahora la hicieron más alta―dijo Carmina―.Creo que el dinero ya no me importa tanto.

En otro momento habría renunciado en un tris, pero no iba a tolerar la cara de perrito regañado de Alex si no tenía el traje para la convención. Así que respiré hondo, ajusté mi máscara y mi capa y monté la bici. Tardamos un buen rato en hacer equilibrio y probar que yo iba a aguantar a Carmina sobre los pernos. Se agarró de mis hombros y la dos pasamos un grueso trago de saliva sobre la línea de salida.

―¡Las últimas competidoras en llegar! ¡Las más coloridas de la noche están a punto de volar!

―¡Vuela, vuela! ¡Vuela, vuela!―gritaban todos al ritmo de sus pisotones y palmadas.

―Aquí se termina todo―digo para mí.

―¡Esa no es la actitud! Tienes que pedalear duro y luego dejarte llevar por el impulso.

―No... voy a... poder...―está tá tá muy alto...

Empecé a temblar tanto que la bicicleta traqueteaba.

―¡Tienes qué hacerlo bien! Si algo le pasa a mi hermoso rostro, voy a decirle a mi novio que te pegue.―me amenazó sacudiéndome.

―Alex no me golpearía ni en sueños.

―Estoy hablando de Chino.―me dijo entredientes.

―Ah, se me olvidaba tu pequeño detalle.

―¡A volar!―gritó el comentarista y como no me moví empezaron los abucheos.

―¿Qué haces? Nos van a descalificar.

Yo todavía estaba presa del pánico cuando a algún gracioso se le ocurrió llegar por atrás y empujó a Carmina.

El aire nos golpeaba en la cara, el suelo parecía subir hacia nosotros y nuestros gritos se convirtieron en un sólo chillido agudo.

―¡Pedalea!―suplicó Carmina y eso hice.

Cerré los ojos y pedaleé con todas mis fuerzas cuando llegamos a la curva, en efecto el impulso nos hizo subir con rapidéz, ahora debía maniobrar para cruzar una angosta plataforma y aprovechar la velocidad.

Si pudiera odiarteWhere stories live. Discover now