Anabel en el medio

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Cuatro calles abajo de la escuela, y en el coche de Clara reconozco una figura maltrecha.

―¡Detente, aquí!―digo bajando a toda velocidad, aunque el coche no se ha detenido por completo.

Clara me grita algo desde la ventanilla y luego maniobra para estacionarse mientras yo me acerco a Chino que se ve bastante mal.

―¿Qué quieres? Déjame en paz―dice cuando me reconoce.

―No te voy a dejar en paz―lo imito―. Te quiero ayudar.

―¿Me vienes siguiendo o qué?―dice agarrándose el costado y con el ojo casi cerrado.

―En realidad sí. Quiero ayudarte.

Clara llega a mi lado y mira con espanto a Chino encogido como un viejo pirata.

―¿Estás loca?―me susurra―.Vámonos antes de que saque una navaja.

―Eso voy a hacer si no te vas―dice él apartando su brazo.

―Dije que te voy a ayudar, quieras o no, estás tan herido que Clara y yo podríamos meterte a fuerzas al coche, así que tu decides si quieres aceptar mi ayuda conservando algo de clase.

―Tsk, la clase me preocupa mucho―dice.

De malísma gana, Chino sube al asiento trasero, mientras Clara y yo discutimos junto al coche.

―Explícame ¿por qué le damos un aventón a un ex convicto?

―Porque es un ser humano...

Clara hace un ademán para que prosiga.

―¿Eso no basta?

―¡No! Fue a pegarle a Alex, cualquier chica en tú lugar me habría pedido que lo arrollara no que lo llevara.

―Pero yo no soy cualquier chica―le digo en tono presuntuoso―.Ya en serio, no ganamos nada con dejar al pobre sujeto a su suerte, además si se muere, Alex no se salvaría de la cárcel.

―Siempre tan práctica. Te lo advierto―dice antes de abordar―.Y mira que mis advertencias son profecías, si me degolla desde el asiento trasero mi fantasma te va a atormentar hasta el final de tus días.

―¡Tú te vas a ir derecho al cielo! No vas a tener tiempo de espantarme.

―Seré capaz de renunciar al paraíso con tal de cobrar venganza.

Como Chino no habla en absoluto, Clara y yo intentamos conversar de lo más normal mientras nos dirigimos al billar con Santiago, que es a donde Chino nos pide que lo llevemos.

Clara y yo repasamos los aburridos hechos del día fingiendo admiración o sorpresa por cosas que ya sabíamos. Pero cuando nuestras miradas tropezaban con la de Chino por el retrovisor sí que daba una impresión.

―Deja de hacerte la tonta, dime que quieres de mí.

―¿Porqué no viniste a pegarme o mandaste a tus amigas? Dejaste muy en claro que te vengarías si Alex se acercaba a Carmina, y quizá lo hizo, pero no con esas intenciones. A él ya no le gusta.

―Ja, ¿le gustas tú ahora?

Hago un puchero.

―No es tan difícil que le resulte atractiva a otros chicos, entiendo que Carmina tiene que ver, pero ¿tanto por una chica?

―¿No la has visto?―dice Chino.

―Muy bonita si, parece super modelo, blah blah blah, ya dime la verdad.

―Ya te dije, es por Carmina, esa chica está para morirse, para morirse―repite en tono lúgubre y sale del coche cojeando.

―Alex me dijo que eras como su hermano mayor, que lo defendías todo el tiempo...

Si pudiera odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora