Abogada del diablo

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Hora de salida.

Consigo apartar a Gus del resto de la manada. No se entera de nada cuando lo llevo a la vuelta de la esquina. Me asomo y veo a lo lejos que Alex y sus amigos cruzan la calle hacia la cafetería donde compran chucherías y pierden el tiempo. Se ven bastante cómodos aunque no esté Gus. Es gracioso cómo entre chicas no nos despegamos ni para ir al baño.

―Necesito que me hagas un grandísimo favor―digo agarrándolo de sus huesudos hombros.

―¿Yo?―parpadea como luchando por mantenerse despierto.

―Si, y vas a tener qué acompañarme.

Media hora más tarde Clara nos abre la puerta.

―Creí que estabas bromeando―dice mirando a Gus.

Como amiga que respeta el protocolo, la llamé antes de llegar a su casa. Ella es otro elemento de mi plan.

―Dijiste que tu pie estaba mejor.

Clara entorna los ojos.

―Pero si chocamos va a ser tu culpa―cojea hasta su auto con las llaves en la mano.

Me acomodo cerca de Clara que mueve la cabeza sabiendo que este es el colmo, pero como buena amiga que es, está dispuesta a cooperar.

Estoy más que lista para pisar el acelerador cuando se necesite, mientras Clara se encarga del resto. Sí, es el colmo.

Cuarenta minutos después nos aparcamos delante de un billar casi subterráneo en el centro de la ciudad.

―¿Vas a entrar aquí?―dice mirando hacia la puerta metálica que se encuentra en un territorio desnivelado.

―Esa es la idea.

Según Gus, Santiago trabaja a esta ahora.

Gus y yo bajamos. Dejo que él se haga cargo de hablar con el sujeto que cuida la entrada y que sólo asoma sus ojos por una rendija en la puerta metálica.

―Sabes que me hago de la vista gorda contigo y los muchachos―le dice el guardia―.Pero no puedo dejar que entre una niña.

Chasqueo la lengua y me llevo a Gus aparte.

―Vas a tener que entrar tu sólo, y vas a decirle a Santiago lo siguiente: "Anabel necesita que salgas de tu trabajo un momento porque..." Oye, ¡Deja de ver a ese perro!

―Ah, perdón.

Suelto un lloriqueo y dirijo una mirada suplicante al guardia.

―Pierdes tu tiempo ―dice el hombre―.Nada se va a grabar en esa cabeza.

―Por favor, es importante, vaya usted, será rápido.

―No puedo dejar mi puesto, niña.

―Por favor señor, es una emergencia, verá, estoy tratando de salvar a mi compañero de equipo antes de que Chino...

El brusco sonido metálico del cerrojo corriéndose se deja oír.

―Hubieras dicho eso antes, que sea rápido―dice con semblante serio.

Beso la mano del hombre como si se tratara del Papa.

Conforme nos internamos , es difícil para mí ver el camino. Gus se mueve sin muchos problemas entre la espesa neblina que provoca el humo de cigarro. Resulta casi imposible no asfixiarse con la peste.

Los sujetos presentes, algunos de mi edad otros más grandes, me chiflan y dicen piropos con distinto grado de obscenidad. Nada que no haya escuchado al pasar por un edificio en cosntrucción. Tristemente es el tipo de inmunidad que las chicas adquirimos al crecer.

Si pudiera odiarteWhere stories live. Discover now