Capítulo 17

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La mansión Tomlinson era enorme, gloriosamente enorme, lujosa y bellísima, incluso si solo la veía a larga distancia. Era más como una pequeña residencia, como un castillo de algún príncipe o la casa soñada de toda mujer ambiciosa. Nunca se dijo la dirección de la mansión Tomlinson, por lo que débilmente se preguntó de dónde la consiguió su hermano.

Frank le comentó que Richard tenía un club en la cuidad, que llegara hasta allí en busca de empleo. Nunca se imaginó que su hermano lo enviaría a un club nocturno a trabajar sobre plataformas bailando o sirviendo bebidas en solo un pequeño y ajustado bóxer, pero allí estaba, diciendo que su nombre era Edward O'flyn mientras entregaba un currículo donde no involucrara sus delitos. Richard Tomlinson tenía rasgos iguales a los de su padre, mirada penetrante y neutral, tan azul como el mar caribe, unos labios finos e inexpresivos, y un color de piel moreno suave. Su acento era tan puro y fuerte, y sus manos grandes y firmes tomaron la carpeta para inspeccionarla.

Frank le advirtió que una vez en su oficina y siendo aceptado, aparte de firmar papeles, no era al té al que irían a jugar. Nunca le entendió, no hasta ese momento. ¡Maldición no! ¡Acostarse con su enemigo era la última cosa que podría hacer! ¡No tenía sentido! ¡Se sentía como una abominación! Pero realmente, por muchas objeciones que tuviese, en ese espacio reducido de oficina no pudo hacer nada.

La traición recorrió su cuerpo cuando las manos de Richard Tomlinson le siguieron. El odio a sí mismo y la manipulación eran como toneladas de dolor puro. Haberse entregado a ese hombre fue una de las cosas más difíciles que pudo hacer, y cuando finalmente todo acabó, lo único que pudo hacer fue llorar, impotente.

Bailó para él. Se le entregó un bóxer rojo con tonos brillantes, eran perlas reales. Ese fue su único traje. Se le dio una plataforma con varios hombres a su alrededor, el grupo bailando para los espectadores. Sin embargo, con las semanas se le dio uno solo, en la zona VIP, y su admirador era Richard. Parecía que el hombre tenía una pequeña obsesión por él, y no solo quedaba allí, porque una vez terminaba el baile lo llevaba a su oficina, donde lo jodía. Le gustaba usar el término <<perra>> y con ello el odio creció. Nunca fue un hombre que le gustasen los insultos, pero aprendió a controlarse. Sin embargo, cuando bailar para él no fue suficiente y el hombre le ofreció llevarlo a su mansión, fue suficiente para él también.

Con lágrimas en sus ojos le dijo a Frank que lo lamentaba, pero ya no podía seguir con todo eso. Todo había sido difícil desde un principio, pero aprendió a tolerarlo; esto, sin embargo, era diferente. Si aceptaba irse a la mansión significaba vivir allí y estar a la disposición de ese hombre por el tiempo que él quisiera. No estuvo realmente seguro a qué lo invitaba a su casa, pero supuso que no podía estar tan ciego, Richard Tomlinson era un hombre con mucho poder, y si quería tener a un esclavo sexual lo iba a tener. Negarse no comparaba nada. Sin embargo, a pesar de saber que decir todo eso no iba a cambiar nada, se sorprendió cuando su hermano, Frank Styles, quien juró querer volver a su vida de nuevo lo tomó de su camisa y lo tiró sobre la pared diciéndole que ese no era su maldito problema. Entonces cayó: Frank nunca lo quiso y su palabra nunca fue real. No entendía el propósito de su mentira, pero esa no era la cuestión, sino que por muy mentira que fuese, ya no podía salir de todo esto. Tuvo la decencia de poner a sus hermanas en su contra y amenazarlo con lastimarlas. ¿Qué clase de monstruo hacía eso? Muy dentro de su corazón recordó cuando lo abandonó todo por su hermano, dejó a su compañero de vida atrás y su familia, ¿para qué? Lo único que encontró fue una segunda traición.

Se quedó en la mansión. No tenía mucho que perder de todos modos, y no había mucho que ganar. Tenía comida, un techo, lujos y mucho sexo. Por supuesto, no había nada sentimental en la situación, y aprender a vivir con ello fue fácil.

CRIMINALWhere stories live. Discover now