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Raúl salió de la residencia Horly como alma que lleva el diablo, había perdido más tiempo del que creía tener disponible para ese tipo de nimiedades, la reunión terminó tomando otro rumbo y terminaron hablando de negocios, negocios que parecían mu...

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Raúl salió de la residencia Horly como alma que lleva el diablo, había perdido más tiempo del que creía tener disponible para ese tipo de nimiedades, la reunión terminó tomando otro rumbo y terminaron hablando de negocios, negocios que parecían muy buenos para ser ciertos, aún no entendía la insistencia de Augusto en proponerle una sociedad; debajo del brazo llevaba una carpeta con documentos relacionados al tema, para que Lucas los analizará.

Al ver su reflejo en el vidrio del auto noto la sonrisa boba que se dibujaba en su rostro, se pasó la mano libre por la quijada, como intentado borrar la tonta sonrisa, no tenía motivos para sentirse feliz; en su hacienda había trabajo de sobra y el perdió toda la mañana y parte de la tarde en aquella casa. Subió al auto y se marchó a buena velocidad.

Después de todo Marissa si había cambiado... y para bien... se encontró pensando, mientras en su mente se reproducía la imagen de la mujer en vestido de baño; él la recordaba distinta y era lógico pues había pasado muchos años desde aquella vez, cuando él le robó un beso y ella le respondió con una cachetada, impulsándolo a apretarla contra su cuerpo y besarla apasionadamente y ella cedió tan fácil, que en menos de lo que él espero fue ella quien lo busco para entregarle algo más que simple besos.

Piso el freno al notar que ya estaba en su casa había manejado por inercia sumido en sus pensamientos, en recuerdos que no sabía siquiera que todavía habitaran en él.

— ¿Todo bien jefe? —preguntó Diana. Parecía que lo estaba esperando.

—Sí... ¿todo bien con los animales?

—Desde luego —respondió la mulata.

—¿Has visto a Lucas? —Diana sonrió coquetamente antes de responder.

—No, pero si quieres te puedo ayudar en lo que gustes —Raúl le devolvió una sonrisa sin ganas y saco del bolsillo del pantalón el teléfono celular, marco el número de Lucas y empezó a entrar a su casa; sin darle tiempo a Diana de volver a lanzar otra insinuación. Esa mujer era peligrosa, él lo podía notar; tenía un cuerpo digno de una diosa y lo sabía mover provocativamente, sus ojos destilaban peligro, la naturaleza había sido generosa con ella y él era un hombre de carne y hueso fácil de ser tentado por esa escultural mujer, por eso prefería poner distancia entre ambos.

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Augusto chasqueaba un bolígrafo sobre el escritorio de su oficina, él no era un hombre de sucumbir ante miedos o dudas, aunque debía admitir que muy en el fondo de su interior el temor empezaba a cobrar fuerza, ese miedo a morir y dejar todo por lo que lucho en manos de un extraño, alguien que no tuviese la capacidad de manejar su empresa latía fuerte en su pecho; por eso hizo ir a Raúl a su casa, necesitaba compartirle sus ideas y escuchar las de él, pero el muchacho le resultó ser un tanto metódico, hablaba en términos neutros, aunque a simple vista él lo tenía en muy buen concepto y su instinto que hasta ahora nunca le había fallado le dictaba que Raúl era el indicado. Por lo tanto necesitaba con premura conocer más a fondo a el hombre detrás de esa intachable máscara de éxito.

Lo invito, mejor dicho le rogó para que se quedara a almorzar con ellos, quería verlo actuar ante su familia, exactamente frente a su hija Anabel, él había sido testigo de como los hombres sucumbían ante los encantos de su hermosa hija, algo que pensó usar a su favor de ser necesario, aunque pareciera la más sucia de todas las tácticas, pero hay ocasiones donde se debe recurrir hasta a la más inadecuada de todas las jugadas con tal de salvaguardar el futuro, pero nunca contó con lo que sucedió, la atención de Raúl fue en todo momento para Marissa la mayor de sus hijas, y aunque las cosas no salieron como él las planeo, podría jurar que ya tenía el anzuelo con el cual pescar ese pez gordo.


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Marissa, se tendió sobre su cama en total silencio, aún traía las manos sudorosas y esa sensación de vacío en el estómago, ¿sería por haber comido tan poco?, el solo hecho de tener que compartir mesa con Raúl le quito el hambre.

Si les hubiese contado a sus padres como se dieron las cosas en el pasado con ese hombre, ¿aún así lo invitarían a su mesa?... Se preguntó e inmediatamente se respondió en voz alta...

— ¡No! obviamente no —las palabras se le escaparon de la boca y rápidamente miro en derredor para asegurarse que nadie hubiera escuchado lo que dijo.

Escuchó un sonido y se sentó de prisa.

— !WOW!... Issa, viste el espécimen que tenemos acá en Santa Lucia, nunca antes había compartido de cerca con él, que porte, que elegancia, que voz...—pronunció Anabel entrando a su habitación.

—Y lo de tocar la puerta definitivamente no se te da —interrumpió Marissa con entrecejo arrugado.

—Qué cosa contigo, yo emocionada con ganas de que hablemos del tonto bueno ese y tu reclamando por el toque de la puerta —replicó con gesto de molestia y sonó los nudillos sobre la sólida madera —. Ahora si, lo viste de cerca, ese hombre está como quiere, de no ser por lo que me contaste en el crucero, le montó cacería... definitivamente no todo lo que brilla es oro. —continuó diciendo mientras se dejaba caer sobre la cama.

—Por lo mismo te lo conté, Raúl no es de fiar —musito Marissa.

—Mientras lo observaba tan pulcro, tan decente, no puede imaginar como fue capaz de jugar contigo de esa manera.

—Éramos muy jóvenes —respondió  y Anabel la aguijoneo con la mirada.

—Eso no es excusa para que te hiciera eso, mínimo debió hablarte con la verdad y allá tú si decidías caer en su juego.

—¡Ya pues!... que no se hable más de eso, no me interesa nada que tenga que ver con él.

—¿De verdad? Eso no era lo que decían esos ojitos hace un rato, él aún te mueve el piso y se nota —Marissa se levantó de un brinco quedando de pie.

—¿Se nota qué? —pregunto con angustia.

—Que te gusta —respondió Anabel riendo.

—No, eso no es cierto —murmuró Marissa —Yo no siento ni frío, ni calor por Rau... por ese hombre —la carcajada de Anabel se dejó oír y Marissa protestó —No te rías que es cierto, no debí contarte nada de lo que paso entre él y yo.

—Igual hubiera sabido que estas enamorada de Raúl... digo de "ese hombre" —aseveró con sorna.

—Ana, ya basta yo no siento nada por él y...

—Es broma, solo me estoy cobrando tu burla en la piscina —ambas estallaron en risas, pero a Marissa inevitablemente se le clavo una nueva preocupación.

¿Sería tan notable sus sentimientos hacia Raúl? Y si era así ¿Él lograría ver lo que ella sentía por él o realmente Anabel solo bromeaba?

Siguieron hablando y haciendo planes para el próximo día salir a divertirse.

El día siguiente después de almuerzo, salieron a cabalgar en compañía de Juan Carlos, a quien de cariño todos llamaban Juancho, el encargado del cuidado de las reses, el muchacho sentía debilidad por Anabel, pero tenía claro que él no era más que un peón asalariado que con lo poco que ganaba jamás podría darle ni siquiera la mitad de los lujos que su patrona se daba.

El paseo se les hizo de lo más de entretenido, las horas se les pasaron volando sin darse cuenta. La oscuridad de la noche amenazaba con caer cuando estuvieron de vuelta en casa.

Al entrar por unas de la puerta lateral de la casa lograron escuchar la voz ronca varonil que en ese momento hablaba.

—Me encantaría poder aceptar su invitación, pero me temo que tendrá que ser en otra ocasión —La voz le resultó familiar.

—De ningún modo aceptaré un no por respuesta, esto debemos celebrarlo.

—Lamento sinceramente no poder quedarme a cenar con ustedes Augusto, pero me es imposible tengo otro compromiso, de no ser así... —mintió Raúl, tratando de esquivar la propuesta de quien se perfilaba como su nuevo socio.

Unos pasos se hicieron oír y en menos de lo que dura un suspiro las vio entrar, las hermanas Horly. Hermosa aparición. Ambas vestían ropas vaqueras, pantalón de mezclilla y camisa manga larga de cuadros, botas de cuero y sombrero a juego, repasó la mirada de una a otra, sintiéndose afortunado de estar sentado de cara a la puerta por la que entraron las mujeres. Anabel sonrió ampliamente al reconocerlo y se aproximó para dirigirle un cordial saludo, en cambio Marissa se quedo estática al confirmar que definitivamente no se había equivocado al creer reconocer la voz del hombre que conversaba con su padre.

—Buenas noches —saludó haciendo sonar su voz alta y clara, no quería escucharse nerviosa aunque lo estaba, el solo hecho de coincidir con Raúl la ponía a transpirar más de lo debido, eso también debía superarlo.

—Hola Marissa —Él le devolvió el saludo, ya estaba de pie se levantó para saludar a Anabel quien en ese instante estaba diciéndole algo a su padre, Raúl avanzó hacia Marissa y le tendió la mano a manera de saludo, ella vaciló en tomarla, cuando él pensó que lo dejaría con la mano extendida ella estiró su brazo y le entregó su mano, Raúl la tomo y la miro fijamente a los ojos y Marissa sintió como su corazón se salto un latido, el sonrió sin soltarla —Un placer volver a verte —dijo en un susurro, dándole el tiro de gracia al moribundo corazón de ella.

—¿Issa me acompañas? —Se apresuró a decir Anabel al ser testigo de como su hermana perdía el poco color que tenía en su rostro. Marissa apenas parpadeo y lo próximo que sintió fue como su hermana la tomaba por la mano libre y la jaloneaba hacia la escalera.

Raúl se quedo parado viéndolas ir y no pudo obviar las sensaciones que sintió al sostenerle la mirada a la chica de ojos grises.

—¿A ti qué te pasa? Te vas a ponerte así cada vez que ves a ese tonto bueno —le reprocho Anabel cuando llegaron a la habitación de Marissa —A todas estas qué hace aquí nuevamente, esto es raro si mal no me equivoco es la primera vez que ese hombre nos frecuenta... !Carajo Issa! ¿Qué no me oyes? —grito al notar que ella no le prestaba atención.

—No grites, te estoy escuchando.

—¡Aja! Pues dime ¿qué crees que hacia ese tipo aquí?

—Negocios supongo.

—Sabes Issa, el campo a mí me gusta, pero no me gustaría vivir toda la vida aquí rodeada de vacas y estiércol, yo sueño con vivir en un lugar tranquilo cerca de la playa, pero como tú y Carlos se me adelantaron y se fueron a vivir lejos, me siento incapaz de irme y dejar solo a nuestros viejos —soltó, cambiando radicalmente el tema y logrando captar la atención de Marissa.

—¡Ay Ana!, ¿por qué nunca me lo habías dicho? —No pudo evitar sentir tristeza por las palabras antes dichas por su hermana.

—Nunca me lo has preguntado.

—No es justo contigo —murmuró mientras recordaba los hechos. Anabel nunca se había alejado de Santa Lucía, estudió en el colegio del pueblo y después a la hora de entrar a la Universidad escogió ir a la más próxima al pueblo, aún teniendo que hacer diariamente al rededor de cinco horas de carretera. Después de graduarse de profesora de química decidió buscar empleo en el colegio de Santa Lucía, aún sabiendo que el pago allí era inferior a lo que realmente podría ganar si buscaba una vacante en un colegio de mayor prestigio. Ella nunca la entendió pero tampoco se lo reprocho, ahora todo tenía sentido y no podía más que sentirse como la egoísta más grande del mundo. Ella era la mayor de los tres y tan pronto como le fue dada la oportunidad se postuló para una beca de estudio en otro continente y se marchó sin detenerse a pensar en los que se quedaban en el pueblo y luego se caso y se radicó en la capital a más de 600 kilómetros de distancia y si pensaba en Carlos su único hermano varón el asunto era peor, este se radicó en Canadá y tan solo lo veían una vez al año como mucho —. Lo lamento tanto Ana hemos sido egoísta contigo —dijo abrazándola, Anabel sonrió y se pego a ella como una sanguijuela.

—Tampoco es que me la he pasado mal aquí, si me voy lejos de mamá me muero de hambre, solo ella sabe lo que me gusta comer —aseguró intentado quitarle peso a lo antes confesado.

Anabel salió de la habitación de su hermana y Marissa no pudo más que llorar en silencio, traía consigo un montón de auto reproches, tal parecía que a la hora de tomar decisiones siempre tomaba la equivocada, eso debía de cambiar, ya era hora de dejar de sentir lastima por si misma  y empezar a coger el toro por los cuernos.





Aquí les dejo otro capítulo, espero que les este gustando, de ser así no olviden votar y dejarme sus comentarios.




Una errante Un perdido   (Inefable 2)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ