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Marissa camino dándole la espalda hasta pararse de frente a un ventanal, sabía que el camino más fácil sería pedirle que se fuera, su mente le gritaba que lo hiciera, pero su corazón sentía que iba a estallar con tan solo imaginar lo que aquella p...

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Marissa camino dándole la espalda hasta pararse de frente a un ventanal, sabía que el camino más fácil sería pedirle que se fuera, su mente le gritaba que lo hiciera, pero su corazón sentía que iba a estallar con tan solo imaginar lo que aquella propuesta significaba. No era otra cosa que tortura disfrazada de cariño. Aceptarla sería un suicidio. Qué más da morir, si para eso fuimos diseñados. Ella estaba dispuesta a pagar ese precio tan solo por sentirse viva una vez más.

Raúl sutilmente se levantó y en un par de pasos quedó cerca de ella, la necesitaba, le urgía y ya había lanzado su propuesta y no se creía capaz de recibir un no, como respuesta.

Sintió el roce de su aliento sobre su nuca, él estaba justo detrás de ella, no tenían ningún contacto físico pero el solo calor que emanaba de él le hizo erizar la piel.

Se quedó estática sin saber que hacer, él siguió respirando sobre su cuello, en total silencio, sintiendo sus dedos escocer por tocarla.

—Yo...yo... no....—tartamudeo ella sin atreverse a girar para enfrentarlo, ya sus defensas se habían ido a pique, y la inseguridad hacía añicos a su débil voluntad.

—Asumiendo que el sentimiento es recíproco, no puedo prometer que no nos hará sufrir; pero si me das la oportunidad prometo que pondré todo de mi parte para que funcione, lo que sea que quieras que seamos. —susurró pegando su frente sobre la coronilla de la cabeza de Marissa .

Envolvió sus brazos alrededor de la estrecha cintura de ella, Marissa no se movió, solo dos gruesas lágrimas corrieron libres sobre sus mejillas, perdiéndose en la comisura de sus labios, tal vez era el lamento adelantado de un inminente desacierto o en el mejor de los casos eran el reflejo de un alma desierta que por fin era regada por un torrencial aguacero de esperanza. Se mantuvieron en silencio unos segundos que para Raúl fueron eternos, su silencio le dolía, lo hacía sentir deleznable, volvió a aspirar el aroma de su cabello, el aroma de su piel, necesitaba llenar sus pulmones de esa esencia que sin saber cuándo, ni cómo se volvió en algo tan agradable al punto de apaciguar y enardecer todo su ser.

Marissa hizo un movimiento y Raúl aflojo el agarré, y se aparto un par de pasos, convencido de que la perdía sin siquiera tenerla. Algo debía de estar pagando, era la segunda mujer que deseaba tener que se le negaba en menos de dos años, ese maldito pueblo le traía mala suerte en el amor, seguramente terminaría soltero si seguía eligiendo mal.

Ella se giro con parsimonia hasta quedar frente a frente, no sin antes limpiar sus mejillas. Raúl la miro queriendo decir mil cosas, pero ni una frase coherente se creo en su mente, de sus labios únicamente salió un ligero balbuceo. Aquello fue la antesala para lo que ni en el mejor de sus sueños se atrevió a imaginar.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora