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Anabel llevo el cigarro que tenía entre sus dedos a la boca, un agarré fuerte le sostuvo la mano en el aire impidiendo que el cigarro tocará su labios

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Anabel llevo el cigarro que tenía entre sus dedos a la boca, un agarré fuerte le sostuvo la mano en el aire impidiendo que el cigarro tocará su labios.

—¿Desde cuándo fumas? —increpó Carlos.

—¿Acaso importa? —replicó ella en su defensa.

—¿Estas loca?... Cómo te atreves a preguntar semejante cosa, eres mi hermana y claro que me importa que tengas vicios dañinos. —renegó, mientras aplastaba contra el césped el tóxico objeto incautado a su hermana.

—Deja de joder Carlos, soy una adulta con derecho de hacer lo que me plazca. Entendido...

—Cálmate, no ganamos nada discutiendo. Ahora más que nunca necesitamos estar unidos, mamá nos necesita fuertes —soltó apesadumbrado.

Anabel empezó a llorar sin poder evitarlo. Carlos estaba sensible, se notaba agotado, ella estaba hecha un mar de nervios, Marissa aún no llegaba, su madre junto a su tía Aurora se habían retirado a la capilla del hospital a rezar y los doctores aún no decían nada en específico.

Carlos le paso el brazo por la espalda a Anabel y empezaron a caminar abrazados hacia dentro del centro hospitalario, al pasar cerca de recepción la vieron, resaltaba entre los presente por su tono de piel blanco pálido, a su lado estaba Raúl Tavares, la recepcionista observa atenta la pantalla del monitor y ellos esperaban al parecer alguna respuesta.

—Marissa —llamó Carlos en tono alto. Ella se giró para encontrarse con sus dos hermanos.
Se abrazaron entre sollozos de los tres, era la primera vez que se enfrentaban a un panorama tan incierto y eso los mantenía con los nervios a flor de piel.

Se separaron al oír la voz de Raúl.

—Lamento interrumpir —se disculpó — La joven ya tiene la información solicitada.

Marissa fue de inmediato por los datos solicitados, básicamente pidió información general sobre el estado de salud de su padre, y el nombre del galeno a cargo del caso de Augusto.

Los hermanos Horly intercambiaron saludo y un par de palabras con Raúl, cuando Marissa estuvo de vuelta, su rostro se dejaba ver angustiado.
Todos se percataron, pero fue Raúl quien la atrapó entre sus brazos y le susurró algo al oído. Haciendo que Anabel y Carlos se mirarán uno al otro asombrados.

Ese par se traía algo entre manos, pensó Anabel. Aunque fue un simple abrazo que no duró más que unos cuantos segundos, pero ella conocía muy bien la debilidad de Marissa por ese tonto bueno. En cuanto las aguas volvieran a su cauce, hablaría seriamente con su hermana, ya habían sostenido una charla sobre el tema, después de que ella los descubriera en un dudoso plan dentro del despacho de su padre. En esa ocasión terminaron discutiendo, y lamentó tener razón cuando pasaron más de veinte días y Raúl se negó a aparecer, por temor a darle la cara a Issa. Ese hombre que ante los ojos de todos lucía tan perfecto, no era más que un casanova consumado, que sabía jugar con los sentimientos de su hermana, quien no era más que una persona falta de malicia.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora