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Abrió los ojos sintiendo la cabeza doler, que mala noche había tenido, nuevamente esa pesadilla recurrente

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Abrió los ojos sintiendo la cabeza doler, que mala noche había tenido, nuevamente esa pesadilla recurrente... Pero no, no era un sueño. ¿Dónde estaba?... todo era oscuro, abrió y cerro los ojos en un vano intento por aclarar la visión, no sirvió de nada, todo seguía oscuro allí. Quiso levantarse pero no pudo, tenia las manos atadas y los pies también, la boca le dolía gracias a la mordaza que la atravesaba tan apretada casi cortándole la circulación. Olía a polvo, a guardado, a sangre. El corazón se le aceleró ante el agobiante pánico que la invadió, en su mente llovieron los recuerdos.
¿Qué tipo de loca era esa mujer para atreverse a hacer todo aquello? ¿Qué le había hecho ella cómo merecer ese trato?

Nala no nada crédito a lo que salía de la boca de su hermana. Eran pasadas las tres de la madrugada cuando Diana entro a su habitación, empapada en sudor a pesar del frio que calaba a esas horas de la madrugada, y en tono muy bajo empezó a redactar lo que acababa de hacer.

—Tienes que estar al pendiente de todo lo que aquí pasé, esto se me salió de las manos, yo solo quería que ella creyera que Raúl y yo éramos amantes. Necesitaba que creyera eso. —explicó acelerada —No tome en cuenta que la maldita es doctora y supo reconocer que Raúl estaba dopado, tiro mi plan por tierra y me obligó a tomar medidas desesperadas.

—No, Diana, yo no te ayudare en esto ¿acaso te volviste loca?... De ningún modo seré participe de esta locura, eso es un delito...

—Lo sé... déjate de pendejadas y hazme caso, no tenemos tiempo que perder.

Raúl despertó nuevamente más tarde de lo habitual y con la misma sensación desagradable de los días anteriores. Pero esta vez fue peor, estaba semidesnudo, de la mitad para abajo no traía nada puesto, en el piso encontró el pantalón de su pijama. Algo muy extraño estaba pasando. Se metió en la regadera y abrió el agua fría, se sentía mareado, atolondrado y había descubierto que el agua casi helada lo ayudaba a amortiguar esa sensación.

En los establos se encontró con Diana quien le tomaba la temperatura a un potrillo que llevaba días teniendo problemas para alimentarse. La saludo como todas las mañanas y ella le devolvió el saludo sonriente y amable.

El teléfono en su bolsillo empezó a timbrar y al contestar sintió el mundo caer aplastante sobre él.

—No, aquí no vino, ¿ya le llamaste?... —indago, dando zancadas largas para regresar a la hacienda.

Diana lo vio ir y se apresuró a seguirlo.

Raúl colgó la llamada y se detuvo a marcar el número de su novia pero el teléfono sonó apagado, tal y como había dicho Anabel.

Los empleados, familiares y amigos de la familia Horly y Tavares se pusieron en alerta ante la desaparición de Marissa, al inicio no quisieron hacer gran escándalo pues todo indicaba que Marissa salió de su propio agrado pues llevo consigo su teléfono celular y su auto, las autoridades no ayudarían en la búsqueda hasta cumplidas las veinticuatro horas que el reglamento indicaba. Pero entre Carlos, Lucas y Raúl movilizaron a un grupo de personas para tratar de dar con ella.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum