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El estacionamiento del hospital estaba relativamente vacío, como siempre, indicando que el movimiento dentro del recinto médico era tranquilo

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El estacionamiento del hospital estaba relativamente vacío, como siempre, indicando que el movimiento dentro del recinto médico era tranquilo. Estacionó en un punto desde el cuál tuviese clara visibilidad del auto de Marissa y la puerta por donde sabía en cualquier momento saldría. Así estuvo contando los minutos para verla salir, siete eternos minutos después ella salió charlando con una joven vestida de blanco. El corazón le latió desenfrenado producto de la adrenalina del momento y cuando la vio sonreír ampliamente supo que por fracciones de segundos había dejado de respirar. La enfermera y Marissa se detuvieron frente al auto de ella, se despidieron y la joven siguió de largo.
Raúl bajo de prisa, estaba al otro extremo del estacionamiento pero aun así no cerró la puerta para evitar alertarla, ella no lo había visto y en ese momento rebuscaba en el bolso seguramente las llaves del auto, rodeo la camioneta para sacar del asiento del copiloto el hermoso arreglo floral que logró conseguir.
Con el ramo entre las manos cruzó con premura el parqueadero, cuando la vio abrir la puerta del automóvil gritó.

—Doctora Horly.

Marissa giró sobre los tacones para toparse de frente con Raúl quien a duras penas se veía tras un enorme ramo de flores.

—¡Dios mío! —exclamó tapándose la boca con la mano.

Raúl le tendió el ramo de flores y ella lo tomo sonriendo, las llevo a su rostro y aspiro de ellas.

—¿Y esto a que se debe? —Preguntó sin saber si deseaba escuchar la respuesta.

—Te amo —exclamó él en tono serio, haciendo a Marissa tambalear ante sus palabras. El Incómodo obsequio amenazó con caerse de las manos de ella y Raúl se vio obligado a apañarlo.

—Qué...qué... repítelo por favor...

—Te amo —repitió y su voz se escuchó más insegura aún.

Marissa dio un par de pasos hacia atrás y Raúl sintió como la escasa valentía que creía poseer cayo a sus pies. Ella se alejó dando la espalda abrió el auto e introdujo el arreglo floral en el asiento trasero de la camioneta. Raúl la siguió con la vista sin saber que hacer o decir. Todo era como una película en cámara lenta, hasta que ella cerro con fuerza la puerta y el sonido lo hizo aterrizar, Marissa corrió hasta él y lo abrazo sonriendo, ese era su sueño, en esas palabras reposaban sus esperanzas. Él la abrazo con fuerza, y sin esperar su respuesta la beso con ternura, con adoración, consciente de que ella era dueña de sus alegrías y tristezas, que con una sola palabra lo haría conocer el paraíso o lo llevaría al mismísimo infierno.
Se separaron y ella acarició su rostro.

—¿De verdad me amas?

—Cómo nunca he amado a nadie —confesó y Marissa sintió su rostro bañarse de lágrimas, dulces lágrimas de alegría.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now