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Marissa hizo el automóvil recorrer cierta distancia, hasta sentir que se había alejado lo suficiente, detuvo y descendió del vehículo, respiro profundo y al soltar el aire también lanzo una maldición

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Marissa hizo el automóvil recorrer cierta distancia, hasta sentir que se había alejado lo suficiente, detuvo y descendió del vehículo, respiro profundo y al soltar el aire también lanzo una maldición. Las lágrimas seguían saliendo en contra de su voluntad. Se limpió el rostro y miro en derredor, estaba a la salida de la calle que conducía a la hacienda Tavares, no debía llorar por algo tan insignificante, fue un simple beso, pero esa sensación de asfixia la hacia llorar. Para todos ella era una mujer exitosa, respetada por muchos. Pero como todo ser humano tenía su punto débil, ese que la hacia sentir viva y en menos de un minuto la podía matar con su indiferencia. Ese hombre era su karma, le resultaba inevitable, era como si su masoquismo la llevará hasta él, para terminar llorando al saber que amaba a un hombre que nunca sería para ella. Inspiró profundo nuevamente y contó hasta diez. Escuchó el sonido de un auto aproximarse y corrió apresuradamente para subir al suyo, cuando logró abrir la puerta pudo ver el carro de Raúl pasar a su lado reduciendo la velocidad y estacionarse atravesando ambos carriles de la calle impidiéndole escapar. Estrelló con fuerza la puerta que apenas había logrado abrir y se dispuso a enfrentarlo, al menos en esta ocasión había tenido la valentía de ir tras ella, aunque de él se podía esperar cualquier cosa menos un buen acto.

—Lo siento —dijo Raúl, dando largas zancadas para alcanzar estar a su lado.

—¿De verdad?... ¿dime que es lo que sientes, el haber arruinado nuestra supuesta amistad o lamentas que te permita besarme cada vez que se te da la puta gana?...

Raúl se paró frente a Marissa quien a la defensiva adoptó una pose desafiante, llevándose ambas manos a la cintura, lo miró o mejor dicho lo atravesó con sus hermosos ojos grises, que en ese momento lucían de un tono distinto, nunca antes la vio así de enojada, con sus mejillas pintadas de un color rosado fuerte, acababa de soltar una palabra poco decorosa y podría jurar que ganas no le faltaba de lanzarle otro par de palabrotas, no supo si reír o decir algo para intentar que se calmara al verla en ese estado de alteración, en su rostro había rastros de lágrimas y eso le partió el alma, se acercó más a ella consiguiendo que lo empujara con ambas manos impidiéndole avanzar.

—Lamento ser un completo idiota que siempre lo arruina todo contigo  —susurró despacio a escasos centímetros de su rostro.

—Eso no me sirve de nada —replicó ella sintiendo el hálito de él acariciar su nariz.

—Dime que te sirve y te juro que lo haré — prometió él, dando un paso más para acortar distancia.

—¿Lo que sea? —preguntó usando sus manos como escudo, para no permitirle acercarse un centímetro más, Raúl asintió con la cabeza y ella aprovechó —Mueve tu cochino auto para que pueda irme, y no vuelvas acercarte a mí nunca más en toda tu existencia. Eso es lo único que deseo de ti. Raúl.

El nombre le salió como si lo escupiese entre dientes, eso fue suficiente para que Raúl, en un ágil movimiento la atrajo hasta estrecharla entre sus brazos.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now