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El sonido del agua cayendo de la regadera mermaba su capacidad auditiva, pero no lo suficiente como para impedirle oír el seguro de la puerta de su recamara crujir, Raúl paso una toalla por su cintura con premura y salió al encuentro de quien fues...

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El sonido del agua cayendo de la regadera mermaba su capacidad auditiva, pero no lo suficiente como para impedirle oír el seguro de la puerta de su recamara crujir, Raúl paso una toalla por su cintura con premura y salió al encuentro de quien fuese que se atrevía a entrar a su habitación a esas horas de la noche. La estancia estaba completamente alumbrada, y no había absolutamente nada fuera de lugar. Dibujo una mueca en el rostro extrañado, podría jurar que escuchó la puerta protestar al ser abierta, fue hasta ella y la abrió, en efecto el mismo sonido que creyó oír se reprodujo, saco la cabeza al pasillo y miro en ambas direcciones solo para corroborar que todo estaba en absoluto silencio. Cerro y volvió al baño a terminar con su aseo personal, esa noche había salido a las afueras del pueblo con Marissa, habían ido cenar en un restaurante de comida vegana, después de saciar el cuerpo fueron al mejor hotel de esa área a satisfacer el alma, sí, el alma, pues hasta allá sentía que llegaba el placer que le producía estar con ella. Se sabía perdido, quisiera o no admitirlo Marissa lo tenía a su merced y ella al contrario cada día mas esquiva, siempre buscando un pretexto para evitarlo. Desde que su familia regreso al pueblo la relación de ellos había bajado el ritmo y él vivía en la zozobra de que en algún momento Marissa le dijera que hasta allí llegaban. Se puso el pijama y se dispuso a descansar, el día siguiente se reuniría con Ángel y ese era otro tema que le robaba el sueño.

Diana paso la revista sobre uno de sus erectos pezones y la deslizó por todo su abdomen, bajo la mano hasta la entrepierna, soltó un jadeo e inhaló profundo del trapo que tapaba su rostro. Olía a él, a su hombre, a su amor. Ahogó un gemido cuando escuchó pasos acercarse a su puerta, bufo molesta al oír los nudillos chocar contra la madera. Lucas no podía ser mas inoportuno, se enfundó en una simple bata de satín rojo, para salir al encuentro antes de que alguien viera al hombre ante su puerta, ya se lo tenia prohibido pero él insistía en irrumpir a mitad de la noche en su habitación.

—Pasa —susurró jalando de él para hacerlo entrar.

Lucas entro cerrando la puerta tras él, la luz de la habitación era tenue, proviniendo únicamente de la pequeña lámpara ubicada a un costado de la cama, Lucas la apreso contra la pared, pasando sus manos a ambos lados de ella para besarla con deseo ardiente, ella respondió eufórica y en cuestión de segundos descubrió que Diana estaba dispuesta, empapada, esperando ser saciada. No la hizo esperar y sin detenerse a pensar la arrastro hasta la cama donde la penetro con ferocidad, tal y como él sabía que a ella le gustaba. Diana se dejo llevar por el engaño de su sentido olfativo y su morbosa mente que le dictaba que quien la empotraba en esos momentos era Raúl, con los ojos cerrados y las uñas clavadas a la espalda de Lucas soltó un sonoro gemido, otro embiste, otro gemido, y otro más...

—Mi amor, —murmuró en voz baja, Lucas enloqueció, escucharla llamarlo así era la gloria misma. —Mi amor, mi Raúl... —se escapó de sus labios, al sentir el espeso líquido bañar su interior, todo se detuvo ipso facto.

Lucas azotó a la morena contra la cama y poniéndose de pie camino hasta el interruptor eléctrico para iluminar completamente la habitación.

Diana supo que el pensamiento se escapó por su boca al verlo allí parado frente a ella con los puños entre cerrados y una erección en decadencia.

—Que mierda has dicho —reclamó Lucas entre dientes.

Diana bajo la cabeza incapaz de refutar, sabía bien lo que había dicho y no encontraba una excusa valida para contraatacar. Sintió las manos de Lucas apretar sus hombros y justo encontró las palabras para salir de aquel apuro.

—Mi amor, solo decía que no hicieras tanto ruido que alguien le podría avisar a Raúl, —explicó torpemente.

—¿Por quién me tomas?... ¿Crees que soy un idiota?... yo...

—No usaste protección —gritó ella colocándose de pie para enfrentarlo. —Maldita sea, Lucas, por qué carajos no te pusiste un maldito condón...

—Yo...

—Tú ni una mierda, te largas de mi habitación, eres un maldito —atacó.

—Diana, yo... —trato de decir algo, pero ella pasó a su lado y se encerró en el baño.
Lucas recogió sus ropas esparcidas por el piso y se dispuso a vestirse mientras la oía sollozar, él la conocía o eso creía y sabía que en esos momentos no serviría de nada insistir únicamente conseguirá poner las cosas peor, de ser posible. No fue hasta cuando se sentó en la cama para ponerse las botas que vio la prueba fehaciente de que todo era un maldito teatro de ella. Sobre la cama estaba un ejemplar de una revista "Gente de éxito" justo donde salía su patrón en la portada, la tomo y la soltó inmediatamente al notar sobre la almohada de Diana un suéter también de Raúl. Agarró la revista apretujándola fuerte y camino hasta la puerta del baño.

—Esto no se queda así, mañana hablamos —amenazó y salió dando un portazo.
Diana salió precavida para ser testigo que sí, efectivamente se había ido.

—Mierda —musito al ver la revista arrugada y el suéter de Raúl tirados en el piso —Idiota —bufo, agachándose a recoger sus preciados tesoros.

Con la luz del día el escándalo llegó. Diana se había marchado, dejando en entre dicho su reputación. Pues Clemencia aseguraba que esa noche la escucho discutir con alguien y que podía jurar que vio a un hombre salir de su habitación. Nadie más confirmo lo dicho por la chica, ni el chico que hizo el turno de vigilancia nocturna, ni ningún otro empleado vio nada o alguien extraño merodeando la hacienda. El seguridad de la entrada principal dijo haberla visto salir en uno de los carros de la hacienda a primeras horas de la mañana.

Raúl en un principio no dio crédito a las teorías que se empezaron a formar entre los empleados, no hasta que recordó el ruido extraño esa noche en su habitación. Mando a llamar a Lucas quien también había desaparecido sin dar explicación después de conocer la noticia de la repentina partida de la médico veterinaria, todo aquello era muy extraño la señorita Grajalez, tenía que tener una explicación lógica. Él no tenía tiempo para perder en hipótesis, esperaría hasta la tarde para tomar una decisión al respecto.

Ángel llego a casa de su tío unos minutos antes de lo acordado, vio en movimiento todo el personal, pero no dio importancia. Raúl lo recibió inmediatamente. Llevaba mas de un año de no coincidir con él, lo noto mas corpulento, mas sereno, con una chispa especial en el rostro y eso lejos de molestarle le agradó, después de compartir un breve saludo lo invito a que lo acompañara a su despacho e hizo mandar a traer algo de tomar.

—Espero no ser inoportuno —comento Ángel al notar la tensión que se podía respirar en el ambiente.

—Desde luego que no, solo es un alboroto de nada, o eso espero.

Ángel levantó una ceja extrañado, dejando claro que no entendía las palabras de su tío.

—La Señorita Grajalez la veterinaria, al parecer se marchó la mañana de hoy sin despedirse y eso a resultado extraño para todos, las chicas encargadas de la casa han insistido en hacer inventario de todo aquí dentro, ya ves son maliciosas. Aunque sinceramente no veo la necesidad, lo que si me preocupa realmente es no saber nada de Lucas, puedes creer que también anda desaparecido —explicó, compartiendo con Ángel lo que en su mente rondaba.

Ángel cabeceó, antes de responder.

—Espero que sea como has dicho anteriormente, un alboroto de nada. Si de algo te sirve, cuenta conmigo si te es necesario. —dijo siendo cortés, aunque realmente dudaba que podía serle de ayuda alguna.

—Gracias —respondió Raúl.

Entraron al despacho y tan pronto como Ángel tomo asiento comenzó a hablar.

—No quiero hacerte perder tiempo, por eso pasó directo explicar al motivo por el cuál he venido...

—Tranquilo, si te soy sincero deseó tanto saber el porqué estas aquí, pero también me alegra verte sin importar el motivo.

Ángel sonrió complacido.

—Gracias, también me alegra poder charla contigo... creo que debes de estar al tanto de que me comprometí y pronto me cansaré... —empezó diciendo.

Raúl cabeceó y se movió incómodo en su silla.

—Eso he oído —admitió.

—Sé que ese tema entre nosotros siempre será delicado, pero tampoco me gustaría que esto nos siga alejando, somos familia ante todo y hoy he venido a ofrecerte disculpas por los malos tratos y ratos que han surgido a raíz de enamorarnos de la misma mujer, y no te puedo culpar, Melanie es una persona increíble —Raúl carraspeo, esto se volvía mas incómodo, —Lamentó que todo se diera así, quiero que sepas que ya no guardo rencor hacia ti...

—Eso es bueno... supongo... no tengo nada que disculpar, tocar este tema es como no dejar ir el pasado, pero entiendo que para continuar necesitamos cerrar este ciclo. —Concluyó.

Melanie ya no le dolía, en algún momento sin darse cuenta cuando, dejo de recordarla a cada instante, se esfumo de sus sueños y de ella solo conversaba algunos recuerdos, en su mayoría divertidos, lecciones aprendidas o simples recuerdos que no alteraban en nada su sistema.

—¿De ser así, doy por hecho que estarás presente en nuestra boda? —Raúl rio mientras negaba con la cabeza.

—Aún no lo he decidido —respondió sincero.

—Para nosotros es importante contar con tu presencia.

—¿Cómo sabes que Melanie es la indicada para ti? —preguntó aún sin saber porque dejo salir la pregunta.

Ángel guardo silencio unos segundos, la pregunta lo agarró desprevenido y no entendía la intención de la misma. Con la mirada fija en la ventana que daba al jardín empezó diciendo.

—Tal vez por lo que ella representa para mí. Mel es como el aire que respiró, la fuerza que necesito para continuar, la razón por la que quiero ser cada día mejor, ella es la mujer que deseo amar y proteger con mi vida si es necesario, el resto de mis días. —Raúl al escucharlo decir las últimas palabras levantó la vista de prisa y lo miro atento al rostro, Ángel no presto atención y continuó diciendo. —Es algo que no sé explicar, me siento el rey del mundo cuando me veo en sus ojos, eso me hace saber que soy para ella lo mismo que ella significa para mí. —Concluyó, dejando a Raúl aturdido ante tal confesión. Eso era exactamente lo que él sentía por Marissa.

Nunca sintió esa conexión con Melanie, ella despertó en él otros sentimientos. Ahora era consciente de ello. Melanie lo cautivo con su belleza, su mirada angelical y a la vez traviesa, su forma de expresarse, la nobleza que descubrió en ella, sus ansias por superarse y en ella vio todo lo que alguna vez soñó encontrar en una mujer, ella era producto de un idealismo que él llevo a tal punto de quererla para formar una familia.

—¿Cómo sabes que eso es el amor?

—No lo sé, solo te puedo decir que yo jamás renunciaría a Melanie nuevamente, eso seria como un suicido para mí.

Se llevó las manos a la cabeza analizando las palabras de Ángel, y se pregunto si él seria capaz de renunciar a Marissa y la respuesta fue un contundente no. No después de tocar el cielo junto a ella, no después de escucharla decir su nombre entre gemidos, no después de besar cada rincón de su cuerpo, no después despertar a su lado, de compartir con ella el desayuno, de intercambiar bocados o de simplemente caminar con las manos entrelazadas mientras reían por cualquier tontería. Definitivamente él no renunciaría a Marissa, esa mujer era suya y así le tocará luchar por ella contra un ejército él lo haría gustoso.

Todo aquel cúmulo de pensamientos cayó como un aplastante alud sobre él. Estaba enamorado de Marissa por completo y aunque se negara a admitirlo en voz alta amaba a esa mujer más que a su vida misma...

Tan pronto como Ángel se marchó, tomó su auto y se dirigió en busca de Marissa, antes pasó al pueblo en busca de un buen ramo de rosas.





He estado trabajando en el final de la historia por ese motivo la larga demora para actualizar.

Estaré subiendo un capítulo diario hasta concluir UEUP.


Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now