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Marissa se llevó por segunda vez seguida la cuchara llena de sopa a la boca y trago con parsimonia, con la mente trabajando a mil, en busca de las palabras adecuadas para responder

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Marissa se llevó por segunda vez seguida la cuchara llena de sopa a la boca y trago con parsimonia, con la mente trabajando a mil, en busca de las palabras adecuadas para responder. Un simple, no. Sería lo ideal, pero le dolería tanto decirlo sin una buena justificación.

—¿Te parece muy descabellada mi propuesta? —preguntó él.

—Sería tonto de mi parte si la aceptara —murmuró calmada —.Es que de verdad no entiendo que quieres con todo esto.

—Ni yo mismo lo sé, solo sé no quiero ser una persona más para ti.

—¿Por eso me propones amistad? Según te escuché decirle a Roberto tú y yo ya éramos amigos.

Raúl hizo un gesto analizando sus palabras, ella y él ni siquiera se conocían como Dios manda, él sabía tan pocas cosas de ella, a pesar de ambos haber vivido toda la adolescencia en el mismo pueblo. Ella fue invisible para él hasta que su amigo insistió en hacerle bromas con la chica de grandes ojos y plana contextura, ante sus ojos ella resaltaba entre el montón únicamente por sus extrañas facciones, más no por considerarla atractiva o hermosa. Tras perder una estúpida apuesta con Teo, se vio obligado a acercarse a la chica. Fue la primera vez que la vio de cerca, fue en ese momento que vio su reflejo en aquellos ojos, fue la primera vez que se sintió el ser más especial sobre la faz de la tierra. Y fue justo después de robarle un beso e intentar explicarle que solo era una broma, cuando ella lo miro de esa manera especial, de esa forma en la que ninguna otra persona lo había mirado, y él no supo el porqué, pero sintió una extraña mezcla de alegría y culpa que solamente supo definir como miedo. Se alejó dejándola allí sin respuestas. Respuestas que unos días después ella iría a buscar, terminando en un revolcón dentro de un auto.

Doce años después las cosas no habían cambiado entre ellos, ya eran adultos y mucho más maduros, pero él seguía sin saber comportarse cuando la tenia en frente. Con ella todo empezó tan mal, que tal vez no valía la pena intentar arreglarlo.

Levantó la mirada para toparse de frente con la de ella que lo miraba en espera de una respuesta. Su semblante era sereno, pero su mirada era indescifrable.

—Quiero que lo seamos de verdad, únicamente si tú lo deseas también. —argumentó.

Marissa siguió masticando, para evadir decir algo, él parecía sincero en lo que pedía. Pero de Raúl se podía esperar cualquier cosa. No sabía que decir, la respuesta la iluminó repentinamente. Se apresuró a tragar, para poder hablar.

—De acuerdo, acepto. —Raúl dibujó una sonrisa, por lo que ella prosiguió —Pero tengo una condición.

—¿Cuál?

—No vamos a forzar nada, si seremos  amigos es porque la vida así lo quiso y no por insistencia nuestras... ¿De acuerdo? —propuso.
Él la miro perplejo, pero a la vez gratamente sorprendido. A estas alturas de la vida le parecía cada vez más interesante la mujer que tenía sentada frente a él. Anteriormente ella habla insegura, como si temiese a algo, ahora parecía muy segura de lo que quería, dejándolo en más de una ocasión sin palabras.

—Estoy se acuerdo...

—Eso significa que no me llamarás, ni me buscaras, tampoco yo lo hare a menos que sea algo de suma importancia, de lo contrario guardaremos distancia y dejaremos que las cosas fluyan. —puntualizó.

Soltó los cubiertos, paso la servilleta por la comisura de sus labios, mientras lo observaba. Raúl dejó de comer y le sostuvo la mirada.

—Me parece justo lo que pides. Si eso es lo que quieres, así será —afirmó.
A él tampoco le convenía estar cerca de ella, pero una imperiosa necesidad por mantener controlados sus pasos lo hacían estar allí sentado, buscando llegar a un acuerdo.

Ella pidió permiso para ir al baño, necesitaba refrescar la mente mas que el cuerpo, sabía que auto saboteaba sus sentimientos, pero era la única manera de mantenerse a salvo. Una amistad cercana con Raúl terminaría sin lugar a dudas en sexo, ella era vulnerable ante el solo aliento de él. Y él era consciente de su debilidad y no se mostraba indiferente. Pero Raúl no la veía más que como un simple rato de placer y ella no se rebajaría a ser solo eso, así su cuerpo se lo pidiese a gritos.

Raúl llevo a Marissa de regreso a su lugar de trabajo después de almorzar. El trato al que habían llegado lo dejo satisfecho, sentía haber quitado de sobre sus hombro un gran peso. Cuando ya casi salía algo llamo su atención, se detuvo unos segundos a observar, movió la cabeza negando y prosiguió.

Llego a la hacienda y se concentró en los pendientes que aún tenía, Aneth le reclamó por no haber llegado a casa a la hora del almuerzo.

—Madre fue un imprevisto, me tocó almorzar con... —se detuvo justo a tiempo. Donde admitiera haber estado con una amiga, el vendaval de preguntas que su madre le lanzaría no sabría como detenerlo — Con un socio —mintió.

—Lo entiendo mi amor, pero la próxima vez llamas, o mantén encendido ese celular por favor. —Raúl se acercó la abrazo y le depositó un beso en la coronilla de la cabeza.

—Lo prometo mamá —la volvió a besar.

Lucas entro interrumpiendo el momento.

—Buenas tardes, ¿Diana esta por aquí? —preguntó.

—No, ella salió para el pueblo. Me dijo que tenía un asunto pendiente que resolver. —explicó Aneth.

—¿Asunto pendiente? —repitió Lucas.

—No me explicó de que se trataba, pero aseguró que volvería pronto.

—¿Hace mucho se fue? —Quiso saber.

—¿Paso algo? —pregunto Raúl.

—Sí, un potrillo se lesionó una pata. Tal vez no es nada grave pero es importante que Diana lo revise. Estoy intentando comunicarme con ella desde hace más de una hora y no me contesta el teléfono. —refunfuño Lucas.

—Ella salió hace más de dos horas —confirmó Aneth. —Se fue en un auto  de la hacienda.

Raúl frunció el ceño. Cuando fue a dejar a Marissa al hospital le pareció ver un auto propiedad de Hacienda Tavares en el estacionamientos del hospital. Quizás solo lo imagino. De ese tipo de vehículos existían varios más en Santa Lucía.

Lucas le explicó brevemente, mientras caminaban hacia los establos cómo el animal sufrió el accidente que terminó por lesionarle la pata izquierda.

—Al parecer se saltó la barda y fue a dar al terreno donde se levantará el proyecto y como la desgracia nunca falta cayó en uno de los hoyos escavados. —Raúl lo escuchaba atento mientras caminaban a la par.
Ese tipo de imprevistos eran usuales en las haras. Los caballos en edad joven suelen tener exceso de brío y en ocasiones resulta inevitable que sucedan accidentes con ellos.

Marissa atendió al sexto paciente después de que regresará de almorzar, aunque a decir verdad poco era lo que había comido y en ese momento se sentía famélica.

—Diana Grajalez —mencionó en tono alto al abrir la puerta —Diana Gra... —volvió a llamar. Una mujer joven de tez morena se levantó de las sillas de espera.

Marissa le dedico una sonrisa amable y la invito a pasar. Se sentó frente a ella y abrió la carpeta donde reposaban los datos de la paciente.

—Buenas tardes —saludó Diana, pasando la mirada en todos los sentidos  como un escáner sobre la doctora Horly.

La mujer era bonita, pero no más que ella, pensó. No le parecía lo suficientemente atractiva como para capturar la atención de su jefe. Raúl era fuego o eso parecía antes sus ojos y la mujer que tenía frente a ella no solamente le faltan curvas, sino que podría jurar tenía el mismo color, sabor y temperatura que un iceberg. No debía darle importancia, esa doctora de ser amiga no pasaba, aunque por lo visto en algún buen nivel de estima la tendría Raúl para tomarse la molestia de ir hasta allí personalmente a llevarle el pedazo de tarta que pidió a guardar la noche anterior. El estómago se le contrajo y mucho más al escucharla hablar.

—Hola Diana, vamos a empezar por tomar tu presión arterial, haré revisión de tu ritmo cardíaco y pulmones. Después me dirás el motivo de tu visita. ¿Te parece bien? —explicó, acomodando el tensiómetro para medir la presión...

Diana cabeceó y sonrió dulcemente, trago saliva para reprimir el mal sabor de boca que sentía en esos momentos, clavo la mirada en los movimientos que hacia la doctora tratando de controlarse, mientras Marissa cumplía con su deber.

—Muy bien, tu presión sanguínea es la ideal, ahora inhala fuerte, retén el aire hasta que yo te indiqué y luego lo sueltas. —Diana obedeció y en cuestiones de minutos la doctora aseguraba que todo estaba en orden. Diana aseguró estar allí por una simple visita de rutina.

La médico veterinaria se despidió de la doctora, manteniendo su fachada amable, Marissa la acompaño hasta la puerta del consultorio y se quedó viendo la ir cuál modelo en pasarela. Esa mujer era imponente, tenía las facciones, talla y porte dignos de una modelo.

Una hora y veinte minutos después Marissa regreso a casa de sus padres; fue directo a la cocina, busco una cucharilla para postre y se dispuso a probar el trozo de tarta que Raúl le llevo. Estaba sola en casa, una de las muchachas del servicio tenía la semana libre y la otra era tan silente que no se hacía sentir. Sus padres y sus hermanos, habían viajado a una isla del Caribe, en un viaje corto de cinco días, asistirían a la boda de una sobrina de su madre, ella se escudo en su trabajo para evadir dicho evento. Esa noche se fue temprano a dormir, aunque a decir verdad poco fue lo que logró conciliar de sueño.

El cielo pintado de azul intenso se reflejaba en las calmadas y cristalinas aguas de la hermosa playa. Carlos y Anabel se encontraban tirados sobre una silla admirando su entorno.

—Tienes que confiar en mi Charlie, tanto silencio no le hace bien a nadie —volvió a insistir Anabel —Vamos cuéntame.

—Ya, deja de fastidiar, ve a meterte al agua y nada un rato. —Fue su respuesta. Anabel se levantó como si de una orden se tratase y camino hacia el agua y se alejó caminando con el agua tapándole poco más arriba de la cintura.

Carlos rio complacido, su hermana lo estaba volviendo loco, era el ser más parlanchín que conocía hasta ahora. Bendita la hora que aceptó ir a acompañarles a ese fastidioso viaje.

Miro la ola romper suavemente sobre la arena, y aquel tormentoso pensamiento se hizo presente. Respiró profundo y contó hasta diez, tenía un nudo en la garganta, ese dolor lo estaba consumiendo.

El teléfono de Anabel empezó a sonar sobre la silla de donde ella hacia poco minutos se había levantado, Carlos lo tomo y lo agitó en el aire, mientras grita.

—Ana te llaman. —la sorpresa fue verla nadando boca arriba varios metros alejada del borde de la playa. —Ana —gritó a todo pulmón. Pero ella no se inmutó.

La llamada se colgó y justo cuando devolvía el celular a la silla volvió a empezar a timbrar, miro atento la pantalla. Llamada de Roberto decía. Lo dejo caer sobre la silla. Y sonrió maquinando una malevolencia.

Se quedó de pie viendo a su hermana flotar en las tranquilas aguas del mar Caribe. Varias personas más se encontraban a lo largo y ancho de la playa, pero cerca de donde él se encontraba no había nadie más, al parecer los huéspedes del hotel respetaban la privacidad y espacio de cada cliente.

—Señor, señor —escuchó vociferar y por inercia se dio la vuelta en busca de la procedencia del sonido.

Un hombre corría en su dirección y no supo por que pero sintió su piel erizarse .

—¿Carlos Horly? —preguntó el joven acercándose.

—Sí, soy yo, ¿que sucede?...

—Venga acompáñeme, su madre lo solicita. —informó el empleado del hotel.

Carlos vislumbro en la cara del hombre premura. Y eso lo asusto aún más.

—Dígame qué pasa —pidió recogiendo sus pertenencias, el empleado intentó ayudarle para aligerar, Carlos le indicó con la mano las cosas de su hermana.

—Solo me pidió que fuera de prisa. Vamos.

Cuando empezó a andar recordó a Anabel.

—Mi hermana, ella debe venir también. —dijo regresando a la orilla de la playa..

—Ana, Ana...

El joven lo alcanzó y empezó a emitir sonoros pitidos, con un pito que traía colgado en el cuello, Anabel se dio la vuelta de prisa y empezó a dar brazadas largas para llegar rápido a la orilla al ver a su hermano mover la mano en el aire.

—¿Qué pasa? —gritó poniéndose de pie.

—No sé, vamos, mamá nos mando a llamar. —explicó lanzándose a correr.


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Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now