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Sus grandes ojos grises pasaron a verse pequeños por la manera en que los cerraba mientras lo miraba y una extraña sensación de vacío se apoderó de Raúl, lo que más le gustaba de ella era esa forma en que lo miraba y lo hacía sentir especial

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Sus grandes ojos grises pasaron a verse pequeños por la manera en que los cerraba mientras lo miraba y una extraña sensación de vacío se apoderó de Raúl, lo que más le gustaba de ella era esa forma en que lo miraba y lo hacía sentir especial. Marissa tenía la capacidad de perturbarlo y a su vez emocionarlo con una simple mirada, ese era su poder. Cuando eran adolecentes y asistían al mismo plantel educativo, él nunca hubiese notado nada en especial en ella de no ser por su amigo Teodoro quien insistía en hacerle bromas con esa chica, asegurando que ella estaba enamorada de él. ¿Pero cómo podría una persona enamorarse de otra que escasamente conoce, o cómo podría el sentir algo por una chiquilla tan falta de gracia?... A simple vista lo único que tenía destacable era su boca, esos labios rosados y carnosos que invitaban a ser probados, nada más.  Era una flaca pálida, un tanto jorobada que usaba ropas bastante cubierta y un par de tallas más grande lo necesario... en fin la muchacha no gozaba de gracia alguna. Era simple hasta en su caminar. Todo lo contrario a la mujer que ahora tenía delante de él. Con los años Marissa se convirtió en una mezcla de elegancia y ternura. Bueno, no tan tierna si te miraba como lo hacía en ese momento.

— Solo he pasado a saludar—volvió a recalcar — ¿Llegue en mal momento?— preguntó mirándola de arriba abajo. Viéndola así, daba la impresión que ya estaba por irse a dormir.

— Sí... bueno no... pasa —dijo quitando la cadenita que había puesto como seguridad.

Raúl no se hizo esperar y entro jalando una pequeña maleta de viaje color gris, los ojos de Marissa se ampliaron al verlo en esas fachas y nuevamente creyó estar soñando.
Era alucinante verlo en su apartamento con maleta en mano, definitivamente ni en el más loco de todos sus sueños imagino que algo así pudiese suceder.

— ¿Esta todo bien?... ¿A pasado algo en Santa Lucia?—lo último lo pronunció con angustia, haciéndolo sentir incómodo.

— Esta todo bien, tranquila, no a pasado nada... Disculpa mi imprudencia de venir sin avisar, un placer verte Marissa—. Tomo el agarradero de la maleta e hizo el intento por salir de allí.

Marissa se quedo aturdida viéndolo caminar hacia la salida y por más que buscó algo que decir nada se le vino a la mente.

—Espera—grito cuando él ya casi salía— No te puedes ir así, acabas de llegar—. Eso fue lo mejor que encontró para decir.

Él se giró sobre sus pies de prisa y la enfrentó, ella camino unos pasos hacia donde él se encontraba, su rostro era hermoso, armonioso, delicado y si lo seguía mirando de esa manera él podría olvidarse del mundo entero.

Sacudió la cabeza en acto de negación, al percatarse de lo que estaba pensado. No es correcto, se reprocho.
Ese debía de ser el efecto de la falta de sexo, ¿Cuánto tiempo llevaba sin recibir placer? Se pregunto mentalmente, un mes por mucho y ya estaba así. Sonrió meneando la cabeza.

—¿Te brindo algo de tomar?—volvió a hablar ella, él asintió como tonto, aún no lograba espantar esos pensamientos de su mente—Pasa y ponte cómodo— mostró con la mano hacia donde se encontraba la pequeña sala.

—Pensándolo bien es mejor que no te molestes... me tengo que ir.

—De ninguna manera, acabas de llegar no te puedes ir —aseveró ella. Sin darle tiempo a reaccionar le quito de las manos la maleta y la arrastro hasta cierto punto de la casa.

Raúl se había comportado como un cretino con ella en el pasado y aún no comprendía que hacia allí en su casa. Pero ante todo ella era una persona con buenos modales aprendidos y no perdía nada brindándole un poco de atención al señor Tavares.

—Eres muy amable, veras no fue mi intención molestar, pensé llamarte para invitarte a tomar algo, pero tu papá me sugirió mejor venir a verte en persona, pensó que te agradaría la sorpresa— admitió sincero.

Él era así "transparente como el agua de un arroyo cristalino", era parte de su personalidad decir las cosas claras y sin malicia. Aunque cuando sonreía parecía el más pícaro y mal intencionado de todos los hombres.

— ¿Mi papá, hizo qué?— pregunto asombrada.
Su padre estaba actuando extraño últimamente había dejado de lado los negocios y se había concentrado en inmiscuirse en la vida privada de ellas, a Luisa la traía loca con su nueva forma de actuar y Anabel por otro lado estaba feliz que su padre le preguntará hasta por lo más mínimo de su diario vivir.

Raúl asintió, no queriendo dar largas al asunto de por si ya se sentía lo suficientemente idiota admitiendo que hablo con el padre de ella antes de ir allí.

Marissa tampoco quiso ahondar en el tema.
Que situación tan incómoda... pensó mientras se dirigía a la cocina a ver que le podía brindar, ojalá aceptará un té o un vaso de agua, pues eso y una botella de vino de mala calidad era lo único que tenía para brindar.

Raúl miro a su alrededor, se tomó la libertad de sentarse en un sofá de cuero color negro que al igual que una poltrona del mismo color eran lo único de sentarse que había en la diminuta sala. Todo era tan sobrio y sencillo que hacia lucir pulcra la estancia.  Nunca imagino como sería el lugar donde ella vivía, bueno a decir verdad, él había olvidado la existencia de la chica de ojos grises desde hacia muchísimo tiempo. La primera vez que la vio después de aquel día en el que ella se entregó a él, fue doce años después... el día en el que él que se comprometió con Melanie, ese día después de tantos años la volvió a ver, ella fue en compañía de su hermana a la velada en representación de la familia Horly, pues sus padres se encontraban fuera del país.

Marissa desde la cocina lo observaba, preguntándose que tenía ese hombre para lograr acelerar todo su sistema de esa manera, su ritmo cardíaco estaba acelerado y un enorme calor recorría su cuerpo. Paso sus manos por las mejillas y las sintió arder. Se reprocho a si misma por ser tan débil.

Raúl levantó la vista y se encontró con los ojos de ella clavados en él, lo observaba a la altura del pecho y fue subiendo  la mirada hasta llegar a su cuello al llegar a ese punto se pasó las manos por el rostro y dio un respingo al toparse de frente con los ojos de él.

Carraspeo de una forma poco femenina y preguntó.

—¿Qué deseas to...tomar? — gagueo... No podía ser... Una persona con suficiente inteligencia como para graduarse de médico cómo era posible que actuara como una absoluta boba delante de ese hombre.

—Un vaso de agua estará bien—dijo sonriente. Ya casi lo olvidaba, ella siempre fue torpe, tropezaba fácilmente y solía tartamudear.

Marissa movió la cabeza apenada y sin decir nada más se dispuso a servir el bendito vaso de agua. El teléfono residencial comenzó a timbrar y ella se sintió más alterada aún. Fue hasta Raúl casi tropezando, le entregó como pudo el agua y corrió a tomar la llamada. No era que le interesara realmente la llamada, ni creía que podía ser algo importante, pero en esos momentos cualquier cosa era buena excusa para distraerse e intentar sobrevivir unos minutos más en esa asfixiante habitación.

—Hola—saludo poniéndose el teléfono al oído.

—¿Marissa dónde estas?

— ¡Cristo Nazareno!... Cómo pude olvidarlo—exclamó después de escuchar lo que Siria dijo a través de el aparato telefónico.

—¿Qué?... No me digas eso, no me puedes hacerme eso mujer.

—Lo lamento, no podré asistir... me surgió un imprevisto—bajo la voz para  decir lo último, pero Raúl logró escuchar lo que ella decía y se movió incomodo en su puesto—. Realmente lo lament...

— ¿Doctora Horly usted me está sacando el cuerpo?—La acusó Siria, como si realmente estuviese molesta.

—No, ¿Cómo crees?... no te estoy sacando el cuerpo, yo...— se quedó en silencio analizando algo y luego dijo—. Puedo invitar un a amigo.

—¿Tenías una cita? Si es así no te preocupes, ya te entiendo, por eso no querías venir—Marissa abrió la boca, asombrada.

—No, solo es un amigo que vino de visita, espéranos que dentro de poco estaremos allá —aseguró y aprovechó para colgar la llamada. No le daría tiempo a Siria de estropear el plan que acababa de armar.

Sacar a Raúl fuera de su apartamento de la manera más amable posible.

No era bueno para su salud mental estar por más de diez minutos encerrada en la misma habitación con el único hombre que despertaba en ella un sinnúmero de emociones que no sabía controlar.

Raúl se puso de pie tan pronto como ella dijo tener un imprevisto, levantó su mano para que ella lo mirara, le hizo una señal a modo de que ya se retiraba. Ella levantó su mano en señal de alto. Mientras seguía hablando por teléfono. Él  se quedo parado mirando hacia la puerta y ella dijo que llevaría un amigo a quién sabe dónde. Solo esperaba que no se refiriera a él.
Ella colgó la llamada y se puso de pie.

—¿Me harías un gran favor si te lo pido?—  preguntó.

—Desde luego, tú solo dime — musito él, y el brillo que logró percibir en los ojos de ella lo hizo sentir especial nuevamente.

—¿Me acompañas a un evento benéfico?

—¿Cuándo?

—Ahora mismo—Raúl la miro con indecisión—Es para una buena causa, los niños del hogar Sinaí te lo agradecerán — le guiño un ojo pícaramente y Raúl conoció una parte que desconocía totalmente de ella. Cómo podía pasar tan fácilmente de tartamudear a hablar fluido como acababa de hacer por teléfono y ahora le coqueteaba descaradamente, definitivo él la desconocía.

Marissa se las ingenio para convencerlo, no sabía si su idea era buena o no, solo se le ocurrió y la ejecutó. Él no se sentía cómodo ante la idea de tener que acompañarla, pero tampoco se sintió capaz de rechazarla, no después de haber invadió la privacidad de su hogar.

En tiempo récord ella salió, luciendo espectacular con un vestido de un color fucsia pegado al cuerpo, más arriba de la rodilla, haciéndola ver joven, jovial, vibrante... el cabello lo traía suelto y en los  pies unas hermosas sandalias de tacón fino a juego con el vestido, sus joyas al igual que el maquillaje eran sencillos y Raúl no pudo más que quedarse con la boca abierta, mirándola embobado.

—Lista...—pronunció ella, al toparse con su escrutinio, las piernas le temblaron, tal vez ella era una mojigata como decía su hermana, pero sabía reconocer el deseo en el rostro un hombre y ese hombre se la estaba comiendo con la mirada—. Vamos.

— No creo que deba acompañarte, te ves tan hermosa y yo estoy...

—Gracias por lo que me toca— interrumpió ella entregándole las llaves del auto— Tú estas genial así tal cuál— hasta ella misma se asombro de lo que acababa de decir —Toma tú conduces.
¿No trajiste auto verdad?—Raúl negó con la cabeza, aturdido por lo que estaba pasando, como era posible que ella hubiese cambiado tanto. Tomo las llaves por inercia, y camino tras ella arrastrando la maleta de viaje.

Estúpido mil veces estúpido se reprendió, por no saber frenar tus malditos impulsos mira en lo que te metes siguió reprochándose.

Por primera vez en mucho tiempo se sentía inseguro de como se veía, llevaba puesto un simple pantalón negro y un suéter cuello redondo color gris remangado a la altura de los codos, sencillo, demasiado sencillo como asistir a una evento nocturno.

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Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now