⭐Epílogo⭐

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Las campanas de la Iglesia sonaron alegres, el sol brilló espléndido y Santa Lucía se vistió de gala

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Las campanas de la Iglesia sonaron alegres, el sol brilló espléndido y Santa Lucía se vistió de gala.

Próximo a el altar esperaba el novio más elegante, más galán, más perfecto de todos. Y sin lugar a dudas el más angustiado también, las manos le estaban empezando a sudar, Marissa debería haber llegado hacía más de diez minutos y aunque no quería desesperarse ya estaba sintiendo los primeros síntomas: la corbata le apretaba, las manos le sudaban y no estaba lograron escuchar nada de lo que Aneth decía.

Carlos, Luisa, Nala y Ethan, estaban en la primera fila, del otro lado Alicia, Marcela, Ángel y Melanie ocupaban los primeros asientos, la Iglesia estaba llena a su máxima capacidad por mucho que insistieron en hacer pequeña la celebración la cantidad de invitados era amplia, entre los socios, amigos y familiares más cercanos de los novios la lista se volvió enorme. Y ahí estaba él al frente de ese grupo de personas a punto de colapsar por el exceso de ansiedad que lo llevaba a pensar que tal vez Marissa lo había dejado plantado.

Cinco minutos más pasaron en cámara lenta alargando la eterna espera, hasta Carlos se empezó a poner nervioso, él salió hacía la Iglesia junto a algunos miembros de su familia con cierta anterioridad, por "protocolo", según su madre, pero a la hora de partir ya los demás autos estaban en orden de salida conforme lo estipulaba el "protocolo".

El auto donde iría la novia sería escoltado por la camioneta donde iría Augusto y Anabel, dicho auto lo conduciría Roberto.

El auto de la novia sería conducido por Juancho. Todo estaba metódicamente planificado, no entendía que había podido salir mal para provocar tal retraso. Salió a la puerta de la Iglesia y vio a Lucas quién por orden de Raúl había salido hacía unos minutos a intentar localizar la novia.

-Allí vienen -exclamó aliviado al ver los autos aproximarse.

Lucas entro de prisa e hizo una señal a su jefe y Raúl soltó el aire de los pulmones, aliviado.

Carlos entro tragándose una carcajada, al ver a Anabel en el estado que se encontraba y escuchar la breve explicación del motivo del retraso.

La marcha nupcial se empezó a oír y Marissa desfiló hacia el altar acompañada de Augusto quién sonreía complacido desde su silla de ruedas.

Raúl sonrió embobado al ver la aparición divina que cambiaba hacia él, Marissa era su fuerza, su debilidad, su más grande tesoro. Su mujer era simplemente la más hermosa de todas.

El vestido blanco de Marissa era sencillo y su vez elegante, no uso velo, en su lugar un hermoso tocado de florecillas blancas adorno su cabeza, entre sus manos llevo un arreglo floral en tonos blanco y rosa pastel.

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