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Raúl Tavares uno de los más importante hacendados del país

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Raúl Tavares uno de los más importante hacendados del país. Propietario de la más importante hara de cría de pura sangre de la región, un respetado arquitecto y un excelente hombre de negocios. Un soltero altamente codiciado, algo de lo que él solía sacar provecho, él podía darse el lujo de salir con cuanta mujer se le antojaba. Raúl se hizo un juramento: No volverse a enamorar. No volvería a exponer su estabilidad emocional de esa manera.
Tenía suficientes razones para luchar día a día, su madre era la principal de ellas. Ella fue su escudo ante la adversidad, se convirtió en su paño de lagrimas, en su confidente, y si de algo estaba totalmente seguro es que ella nunca lo traicionaría.

—Guapo, ¿Por qué te has levantado? aún es temprano, vuelve a la cama, tengo frio —le decía la chica que pretendía a toda costa ganar un rato más de su tiempo —Ven, regálame otro ratito de el calor de tu cuerpo —Raúl no se inmutó en voltearse para ver a la mujer con la que había compartido unas cuantas horas de la madrugada. La chica era una periodista recién graduada, en busca de un buen contacto que la llevara a la cima y al altar ¿Por qué no?... Sí, con ese hombre ella saldría ganando, guapo, buen amante y rico, combinación perfecta.
Era una suerte coincidir con un tipo como ese y ella no desaprovecharía la ocasión.

Raúl se termino de poner los zapatos y volteó hacia la cama, Carolina estaba acostada de espaldas en una pose muy sugestiva, dibujó una sonrisa en sus labios, y con sumo cuidado depósito sobre la mesita un fajo de dólares, sabía que seguramente la muchacha se los tiraría a la cara, pero no le importó, él apenas la conocía y ella insistió en invitarlo a su cama, ya le había dado lo que deseaba, ya no tenía nada más que entregar, excepto dinero... al final eso era lo que buscaban todas las mujeres que se acercaban a él.

Cerró la puerta y cuando ya hubo entrado en el ascensor logró escuchar un grito, esperaba que fuese de felicidad porque él no estaba de humor para aguantar reclamos.

Llego al estacionamiento y subió a su auto lo puso en marcha, debía regresar a Santa Lucia, la capital lo transformaba, terminaba actuando por impulso y eso no era bueno, se pasó la mano por el cabello mientras gira en una esquina a escasos metros del hotel donde acababa de dejar a la muchacha de abundante cabellera oscura y piel canela. No podía seguir teniendo sexo con toda mujer que le recordara a la ingrata que corrió a brazos de otro de buenas a primeras, sin importarle el dolor que él sentía. Si bien era cierto que él mismo fue quien puso fin a esa relación y que ella nunca lo engaño con respecto a sus sentimientos, pero también era cierto que ella permitió que él se enamorara sin medidas y ahora se sentía vacío, solo y perdido.

Llego a casa de Aneth, su madre, subió a su habitación se metió de prisa a la ducha, un buen baño y ropa limpia le harían bien, aún sentía el olor del perfume de la mujer con la que había pasado unas horas.

Bajo a desayunar, debía ir al aeropuerto, el piloto ya lo debía de estar esperando, a él le encantaba hacer el recorrido de la ciudad a Santa Lucia por carretera, pero solo cuando tenía compañía, cuando su madre lo acompañaba él feliz de la vida hacia de chofer para ella, pero hoy no era el caso, él había viajado a la capital por un viaje de negocio que ya había concluido exitosamente y como extra hasta se llevó a la morena de ojos vivarachos a la cama, se le pareció tanto a Melanie... No, no estaba bien, él no podía seguir alimentado esos deseos por la novia de su único sobrino, él la olvidaría así se le fuera la vida en ello.

Aneth lo esperaba sentada a la mesa, con una sonrisa amplia, ella era feliz de compartir aunque fuese unos minutos del día o mejor dicho del mes con su hijo.

—¡Buenos días hijo! ¿Preparado para viajar? ¿Cuándo vuelves?

—¡Buenos días madre! —saludo dejando un beso sobre la cabeza de su madre —Aún no lo sé, espero que pronto, a lo mucho una dos semanas.

Desayunaron mientras hablaban de temas poco importantes, su hermana bajo a desayunar, vestida con un traje ejecutivo, pasaba por el proceso de divorcio y su manera de actuar había cambiado bastante, ahora parecía más humilde, hasta se podría decir que un halo de vergüenza la acompañaba, se unió al desayuno y la platica, no tocaron temas sensibles como el divorcio de Alicia, ni el noviazgo de Ángel, esos temas estaban prohibidos en la mesa de Aneth Hills. Nada que entristeciera a alguno de sus dos hijos se podía platicar mientras se tomaban los alimentos.

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La Hacienda no funcionaba sola, un grupo de al menos sesenta (60) empleados diarios, se contabilizan en su entorno, más algunas flotillas de colaboradores que trabajaban bajo otros términos, pero su presencia en ese lugar era fundamental, sin su autorización ahí no se movía ni siquiera una hoja.

Lucas Canto era su mano derecha, un hombre graduado en contabilidad, era muy eficaz para ser tan joven, él muchacho conocía la hacienda hasta mejor que el propio Raúl, era hijo del anterior administrador de Hacienda Tavares, el señor en la actualidad sufría mal de Parkinson, debido a su avanzada edad, pero su hijo era igual o aún más eficiente que su propio padre, cosa que Raúl agradecía grandemente, cuando él tenía que viajar Lucas era quien quedaba al frente de la hacienda.

El aeropuerto Marcos A. Gelabert sería el lugar desde donde saldría la avioneta, en la cual se desplazaría hasta su pueblo. Él iba atontado, sumido en sus pensamientos, cuando escucho pronunciar su nombre, levantó la vista rápidamente, y la vio, estaba parada sonriéndole dulcemente, con sus enormes ojos grises mirándolo, ella era guapa, muy guapa, él siempre lo reconoció, pero nunca logró despertar en él algo más que deseo carnal. Raúl ya sabía lo que era tener a esa mujer bajo su cuerpo gimiendo de placer, él fue el primer hombre en su vida y aún recordaba bien las palabras que ella dijo en aquella ocasión en la que la que se entregó a él.

—¡Hola!... disculpa, no te había visto —pronunció acercándose a saludarla, ella seguía con esa sonrisa dibujada en sus carnosos y rosado labios.

—Hola Raúl, ¿todo bien? —Él movió la cabeza asintiendo y ella prosiguió sin importarle su cabeceó —Me quedé pre… preocupada desde el encuentro en el crucero, donde afirmaste que no te casarías, cree… creí que era broma.

Raúl sonrió sin ganas.

—Ya ves Marissa... no te mentía, no hubo boda —ella sonrió ampliamente y Raúl se sintió incómodo.

—Me alegra, digo me alegra verte y que estés bien. —logró decir sin gaguear.

—Igualmente, un placer verte Marissa –concluyó, prosiguiendo su camino, ella se quedo viéndolo ir.

Siempre era igual tan cortante e indiferente y ella siempre igual de ilusa, buscando llamar la atención de ese idiota, mal engreído, sin sentimientos, total que ni debía tener esa actitud, ella era una mujer casada y aunque no con el amor de su vida, si con un hombre que valía su peso en oro, sintió ganas hasta de sacar la lengua a espaldas del idiota de Raúl Tavares y gritarle <<Tú no eres el único hombre en esta tierra, mira que no me morí de amor como pensé que haría cuándo me dejaste>> pero se contuvo ella era una mujer un tanto mayor como para andar con esas niñerías.

Camino hacia el hangar donde la esperaba su auto, había pasado unos días en Santa Lucia visitando a sus padres y ya debía regresar, su trabajo la esperaba y su esposo andaba actuando muy extraño últimamente y hasta temía que en cualquier momento le hablará de divorcio.

Raúl por su parte continuó hacia su destino ajeno a los deseos de Marissa.



Bueno ya está aquí la historia de Raúl espero que les guste.

Estaré actualizando al ritmo que lo hice en Amargo Sabor, cada tres días sino aparece ningún inconveniente.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang