⭐27⭐

855 114 15
                                    

Marissa volvió a echar un ultimo vistazo a su entorno, llevaba casi tres meses sola en esa casa que ahora le estaba pareciendo demasiado grande, si dos años atrás alguien le hubiera vaticinado el futuro ella seguramente se hubiese reído y negado a...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Marissa volvió a echar un ultimo vistazo a su entorno, llevaba casi tres meses sola en esa casa que ahora le estaba pareciendo demasiado grande, si dos años atrás alguien le hubiera vaticinado el futuro ella seguramente se hubiese reído y negado a creer esa premonición. Su vida había cambiado tanto, en ella ya no existía un ápice de monotonía, al contrario, vivía en un eterno sube y baja de emociones. Entre ir al hospital a cumplir su horario y la finca de su padre se le iba el día y en ocasiones hasta parte de la noche. Por otro lado estaba Raúl, él la mantenía viviendo un sueño del cuál no le gustaría despertar nunca. Por el momento solamente habían discutido en dos ocasiones y por absolutas tonterías, al final se terminaron reconciliando de la mejor manera que ellos encontraban para hacerlo. Uno sobre el otro jadeando sus nombres.

Abrió la puerta que daba al jardín y entornó los ojos para divisar a lo lejos a Clara quien jugaba como si también fuese una niña y no una señora de mas de cuarenta años. Vio la pequeña figura de cabellos rubios correr tras clara y sonrió al ver la escena, definitivamente todo había cambiado en esa casa.

El pequeño tenia poco más de dos años . Un gordo de piel blanca que hacia lucir demasiado rosa sus mejillas, unos impresionantes ojos grises y abundante cabellera rubia.

Marissa aún no lo podía creer, Carlos tenía un hijo. ¿Cómo era posible que ellos aún no lo supieran? ¿Que motivo tenia él para ocultarlo?... las preguntas llovieron como aguacero en pleno octubre por esas áreas. Pero solo recibió respuestas cortantes y poco satisfactorias.

Sobre la madre del niño se limitó a decir que había decidido emprender vuelo hacia otro destino. Le entregó los documentos firmados por la supuesta madre de Ethan que autorizaba la salida del país del pequeño. Las sorpresas fueron en aumento cuando Carlos le confeso estar casado y le reveló varios detalles más de los que su familia no tenía el menor conocimiento. Por ahora solo ella conocía a su regordete sobrino, su hermano no tuvo la valentía de llevarlo para presentarlo ante los demás. Tenían más de dos semanas de haber llegado al país y él se había negado a ir a ver a su padre.

Augusto ya estaba en casa, si a eso se le podía llamar casa, odiaba ese lugar tan falto de verdor, de corrientes de aire, en pocas palabras: Tan asfixiante. Pero más que protestar no podía, ni siquiera tenía fuerzas para empujar la silla de ruedas en la que lo sacaban a dar pequeños paseos. Cada día eran más entendibles sus palabras y el fastidioso gagueo ya era casi imperceptible. Por lo tanto aprovechaba el único poder que aún poseía para insistir sin parar que deseaba volver a Santa Lucía, a su casa. Y por fin su ruego fue escuchado.

Allí sentando en la parte trasera de la camioneta que antes él conducía y que ahora lo hacía su hija mas pequeña pudo entender que los años pasan demasiado de prisa, dejándonos atrás aferrados a una vida prestada, a personas y cosas que creemos nuestras y en realidad no nos pertenecen. Vio pasar la ciudad ante sus ojos mientras salían de ella, en el asiento de copiloto viajaba el chico de cabello colorado, ese hombre no acababa de agradarle, tal vez por eso su mente se negaba a recordar su nombre. Miro a su lado a Luisa, serena como siempre, la observo mientras ella miraba atenta una revista que encontró en el auto. Siempre tan bella, con un aire de elegancia innato, aunque ahora lucía mas delgada, su rostro no tenia ese brillo especial. Sintió pesar al pensar que él era el único culpable de robar el brillo a su más incondicional compañera. Siempre pensó que todas las personas tenemos intereses ocultos en nuestro actuar, por insignificantes que sean siempre existe un porque detrás de cada acción. Era un punto de vista general, regla que no se atrevía a aplicar con su familia, prefería pensar que Luisa estaba con él porque su corazón se lo dictó y para ser sinceros de eso no le cabía ninguna duda, ella lo amaba a él de igual manera que él la amaba a ella, en los años que tenían de estar casados nunca le había sido infiel, y ella siempre había estado a su lado, en las buenas, en las malas y en las muy malas como ahora.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora