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Los invitados se encontraban esparcidos por distintas partes de la terraza, conversando entre ellos, mientras esperaban los hicieran pasar a la mesa, a excepción de las muchachas contratadas por Luisa para servir los alimentos, ellas se encontraba...

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Los invitados se encontraban esparcidos por distintas partes de la terraza, conversando entre ellos, mientras esperaban los hicieran pasar a la mesa, a excepción de las muchachas contratadas por Luisa para servir los alimentos, ellas se encontraban en la cocina esperando el llamado a la mesa, para empezar a servir los pasillos elaborados por los dos cocineros especializados en comida típica de la región. En esos momentos una de las chicas se empezó a sentir mal. Luisa mandó a traer a Marissa, ese era uno de los beneficios de contar con un doctor en la familia. Marissa subió a su habitación por los implementos médicos y a la misma velocidad que subió las escaleras las bajo con su maleta de trabajo en mano, brindó asistencia a la muchacha e inmediatamente ordenó preparar una infusión caliente para la joven pues presentaba un cuadro de hipotensión, la acompaño hasta una de las habitaciones desocupada en la planta baja y se aseguró que estuviera cómoda, la mantendría en observación. Otra de las chicas entro con una taza humeante y ella aprovechó para retirarse unos minutos, tenía que informar a su madre sobre el estado de la joven.

La puerta del despacho de Augusto se abrió y una mano la tomo con fuerzas haciéndola entrar a trastabillones, todo fue tan rápido que no le dio tiempo de ni de gritar. Cuando intentó hacerlo chocó de frente con el duró pecho del hombre que acababa de cerrar la puerta del despacho, dejándola atrapada entre la fría pared y su pecho. Adentro estaba bastante oscuro, solamente una tenue luz procedente del escritorio de su padre dejaba ver la silueta de quien la acababa de encerrar. Él la sujetaba fuertemente y no hacía falta preguntar quién era para saberlo, el olor de su perfume era inconfundible.

-¿Qué sucede? -murmuró en voz baja.

-Shhh... -susurró él pegándose más a ella.

Marissa empujó con fuerzas, mientras Raúl la sujetaba.

-Suéltame o gritaré -amenazó, mientras forcejeaba -Raúl te lo advier... -El aliento de Raúl acarició su rostro, dejándola muda, callando su protesta, bajando sus fuerzas, los labios de él tocaron los suyos y Marissa sintió como todo su cuerpo la traicionaba, sus fuerzas la abandonaron y dentro de ella mil mariposas revoloteando la invadieron al mismo tiempo que un fuego sublime subía por sus pies. La boca de Raúl atrapó sus labios con avidez, mientras su lengua se abría paso para invadir su boca totalmente; sus manos se aferraban sobre sus pectorales, consciente del efecto devastador que el contacto con él le producía. Sus lenguas chocaron y el beso se volvió apasionado, urgido, pecaminosamente placentero.

Raúl bebió de su boca como sediento en medio del más desolado desierto, tenía tanto tiempo deseando volver a probar sus labios que si no lo hacia terminaría volviéndose loco. Se separaron en busca de aire y él notó como las manos de ella descendían de su cuello, estaba tan ensimismado en lo que ese beso había causado en él que no supo el momento exacto en el que Marissa dejó de luchar para aferrarse a su cuello.

-Lo siento -murmuró en voz muy, muy baja, separándose un poco de ella. Marissa no respondió y eso fue una bofetada de realidad sobre él -. Discúlpame por favor -rogó, consciente de su egoísmo. Actuó pensando en si mismo, en ningún momento se detuvo a pensar en los sentimientos de ella.

Una errante Un perdido   (Inefable 2)Where stories live. Discover now